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Alberto Granja: “La realidad no está en los políticos, sino en los artistas”

El pintor y docente habló de su nueva exposición “Tu mirada en mi mirada y mi mirada en tu mirada” que se inaugura este 2 de octubre a las 6:00 p. m. en la sala de exposiciones de Cafam La Floresta. Allí, propone un espacio de reflexión sobre dónde ponemos los ojos.

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Santiago Gómez Cubillos
02 de octubre de 2025 - 05:30 p. m.
La exposición de Alberto Granja estará disponible hasta el 12 de noviembre.
La exposición de Alberto Granja estará disponible hasta el 12 de noviembre.
Foto: Cortesía
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¿Cómo nació “Tu mirada en mi mirada y mi mirada en tu mirada”?

Esta exposición es un proceso de vida, no un bloque aparte de ella. Ha estado ligada a todo mi recorrido personal. El resultado de la muestra reúne principalmente obras recientes, excepto una pieza creada hace siete años, pero que tienen que ver con un proceso de vida y con una temática que he venido desarrollando desde que nací: la mirada.

¿Cómo ha ido desarrollando esa temática?

La mirada nos permite el nexo con los demás, pero también con nosotros mismos. A través de ella surge un cuestionamiento constante: qué vemos y a quién vemos. Cuando uno se pregunta eso, en el fondo también se está cuestionando a sí mismo. Yo considero que hay tres tipos de mirada: la que va del ser hacia lo que observa; es decir, del artista hacia su objeto; la mirada del espectador hacia el artista, y la de una obra que observa a las personas. Esa es la temática que he trabajado durante mucho tiempo: la observación. En muchas de las mujeres que pinto no se muestran los ojos precisamente para que quienes las vean les pongan los suyos y puedan soñar a través de ellas.

¿Cuál es el proceso para convertir esa mirada en una obra de arte?

Está la mirada hacia adentro, la que es más vivencial, y también la que se dirige hacia afuera. Desde mi lado, creo que existe un nexo entre lo que entra por el ojo a la cabeza y lo que luego sale por la mano a través de la pintura. Siempre pienso que lo que surge es, de alguna manera, una radiografía de afectos y sentimientos, pero no puedo decir que hay un pensamiento premeditado, sino un acontecimiento que surge de lo más honesto posible que hay dentro de mí. Yo soy el primero que se sorprende con lo que aparece. No es que se trate de una generalidad preestablecida, sino que hay una reflexión que se materializa a través del cuadro.

¿Cómo entra a jugar el espectador en ese proceso? ¿Pinta pensando solo en sacar inquietudes de su cabeza o con la idea de planteárselas a alguien más?

Creo que las dos cosas. Para mí, el cuerpo humano es como una película o una radiografía que se impregna de emociones, afectos y cariños. Hay personas que los guardan para sí, mientras que el artista construye con ellos y los vuelve realidad. En ese proceso se generan muchas cosas, pero es el espectador quien, al encontrarse con la obra, completa esa conexión.

¿Cómo describiría esa conexión con quien ve sus obras?

Tengo una anécdota que tiene que ver con esto. Una curadora de arte me encargó unos cuadros para Madrid y Barcelona, y además me pidió que escribiera algo sobre ellos. Como nunca había ido a Europa, lo único que se me ocurrió fue decir que esos cuadros iban a viajar, que allá los iban a ver personas, y que esas mujeres sin ojos, en sueños, me iban a contar los secretos de quienes los observaran. Yo creo que ese nexo invisible existe, aunque no tenga que ser lógico o coherente. Hay secretos que esas figuras me cuentan sobre la gente.

Usted, además de artista, es docente. ¿Cómo logra enseñar eso que describe como un proceso tan personal?

A mis alumnos siempre les digo desde el principio: todos son repitentes. Nadie pasa la materia. Y lo digo porque, al ser repitentes, nadie compite con nadie, nadie es mejor que otro, nadie se compara. Todos ya lo han perdido todo, y por eso tienen la posibilidad de ganarlo todo para sí mismos. Lo que ocurre entonces es que las personas se sorprenden, disfrutan y hasta llegan a sanarse. No lo digo en un sentido religioso, sino porque están tan cargados de dolores y bloqueos que, al expresarlos, se liberan.

¿Y esto aplica también para quienes ven el arte como un pasatiempo más que como una carrera?

En mis clases la gente se permite ser quien es, se desahoga, y en muchos casos descubre dones artísticos que sorprenden. A veces veo trazos, líneas, composiciones que me dejan boquiabierto. Algunos deciden seguir ese camino toda su vida; otros lo hacen como distracción, y está bien. Imagínese que yo le dijera a una alumna que no pintara porque no iba a ser artista “profesional”. ¿Cómo ponerle un límite así a alguien que encuentra en el arte una forma de sanar? Lamentablemente, en la enseñanza tradicional sí ocurre: se señala quién es bueno y quién es malo; pero en mi espacio no.

¿Por qué cree que insistimos tanto en que se nos explique el arte?

Precisamente ahí está un poco la razón de mi trabajo. Yo pienso que estamos enajenados, siempre atados a lo que “debe ser”: a la competencia, a ver quién es mejor, quién puede más, quién es más fuerte, más bello o más rico, quién tiene más. Ese “tengo que ser” constante nos abruma y nos aleja de nosotros mismos. Mi obra plantea la pregunta: ¿dónde estoy yo en medio de todo eso? ¿Qué me conforma? Ahí está el poder de la obra de arte: no es solo un adorno o un proyecto, es una ventana que permite entrar a otro espacio, a otro tiempo, a otro lugar donde podemos soñar y construir. Los niños lo entienden muy bien: ven los cuadros y empiezan a inventar cuentos e historias, porque tienen esa ventana más clara que nosotros. Los adultos, en cambio, necesitamos que todo nos lo den masticado y rumiado para ser aceptados, para sentirnos queridos y no solos.

Para usted, ¿por qué son esenciales los artistas?

Yo creo profundamente en los artistas. Y no lo digo porque yo lo sea, ni porque mi palabra sea una verdad absoluta, sino porque estoy convencido de que el artista habita en todos los seres humanos, y cuando aflora es maravilloso. El artista es quien crea desde el dolor, desde la sonrisa, a partir de cada vivencia. Ante un mundo tan doloroso, que nos carga de pesimismo, ¿qué nos queda si no es soñar? ¿Qué nos queda si no dejar que la mente llegue a otros lugares, proponga y transforme esta realidad? Los inventos más fantásticos han nacido de sueños. El hombre quiso volar porque no podía hacerlo, y volamos. Eso es un proceso creativo. La realidad del mundo no está en las religiones ni en los políticos, está en los artistas; sino en quienes se atreven a soñar.

Santiago Gómez Cubillos

Por Santiago Gómez Cubillos

Periodista apasionado por los libros y la música. En El Magazín Cultural se especializa en el manejo de temas sobre literatura.@SantiagoGomez98sgomez@elespectador.com
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Pedro Fornaguera(vvzsu)02 de octubre de 2025 - 05:58 p. m.
Que interesante Alberto, añadir que en los niños, esa ingenuidad, esa falta de prevención los hace artistas naturales
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