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Se fue “Michi” Sarmiento y la rumba se acabó

Blas Sarmiento Marimón, pionero de la salsa colombiana, murió a los 83 años. Semblanza del arreglista de algunas de las canciones más conocidas de Joe Arroyo, incluida “Rebelión”.

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Andrea Barraza Cabana*
06 de diciembre de 2021 - 02:00 a. m.
"Tremendo" (1969), "Cum cumbele" (1970) y "Anacaona" (1972) fueron tres de los nueve elepés que grabó con Discos Fuentes Blas "Michi" Sarmiento.  / Archivo El Universal
"Tremendo" (1969), "Cum cumbele" (1970) y "Anacaona" (1972) fueron tres de los nueve elepés que grabó con Discos Fuentes Blas "Michi" Sarmiento. / Archivo El Universal
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Cuando Blas Michi Sarmiento tocaba el saxofón miraba hacia el cielo. Hoy queremos mirar al cielo para recordar a este compositor, arreglista, saxofonista, clarinetista y cantante, precursor de la salsa en Colombia.

Su universo sonoro

Michi, como lo apodó una tía al poco tiempo de nacer al encontrarle un parecido con un cerdito del mismo nombre, nació en La Barces, Sucre, el 1° de noviembre de 1938. Para él, encontrarse con la música fue una elección del destino, no tenía otra opción. Las raíces que lo unieron a la música son muy profundas.

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Todo empezó con su bisabuelo Manuel Sarmiento, siguió con su abuelo Pedro y su papá Clímaco. Blas Michi Sarmiento fue la cuarta generación de una dinastía que ha dejado huella en el folclor de Colombia. Y esta senda la siguen sus hijos José Sarmiento y Blas Sarmiento, saxofonistas como su padre, y la seguirán sus nietos, que ya están en formación para continuar con el legado familiar.

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Pero la herencia vino por partida doble. Su mamá, Clara Marimón, fue cantante de bullerengue, igual que su abuela, y sus tíos eran tamboreros, “los mejores que había en el momento en María La Baja”, según dijo el mismo Michi en una entrevista con el investigador barranquillero Néstor Emiro Gómez”.

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Su niñez y adolescencia transcurrieron en Soplaviento, Bolívar, municipio cerca de Cartagena, adonde se lo llevaron a vivir con apenas un año y tres meses de vida. Creció en medio de un inmenso océano de canciones y sonoridades que lo convirtieron en el músico que llegó a ser.

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Su padre fue su primer maestro. Boris García recuerda que Michi Sarmiento le decía que su padre fue muy exigente con las armonías, lo examinaba constantemente y le exigió formación musical en la academia.

Así fue como a los catorce años comenzó a estudiar música con el maestro Adolfo Mejía en el Instituto Musical de Cartagena, adscrito a la Escuela de Bellas Artes. Allí se inclinó por el clarinete y más adelante por el saxofón tenor. Sus estudios lo formaron en los arreglos musicales y la arista académica de la música, pero hay algo que la academia no enseña, pues el sabor y la nota bacana que lo caracterizaron venían de la calle y de los músicos empíricos que también fueron sus maestros.

Una verdad multisonora

Los años 60 fueron una década en que los jóvenes se tomaron el mundo en muchos sentidos. Por esta época, Sarmiento tuvo una visión profesional de la música y entendió rápidamente que esta nueva nota iba a tomar el mundo y la adaptó como una identidad.

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Michi fue indiscutiblemente un músico tropical, pero no son pocos los que le otorgan el título de precursor de la salsa en Colombia, y no les falta razón.

Después de pertenecer a varias orquestas como la de Andrés Morales, el Ballet Folclórico de Delia Zapata, la orquesta de Emisora Fuentes, Rufo Garrido y Pedro Laza, estuvo con Los Corraleros de Majagual y hasta tuvo su propia orquesta: Michi Sarmiento y sus Matuyeros (1958), también de música tropical.

A mediados de los años 60 llegó a Cartagena por el puerto lo que musicalmente se estaba cultivando en Nueva York, con sonidos de Puerto Rico y África que fueron un caldo de cultivo para lo que se gestaría más adelante en Cartagena.

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Fue en el Tesca, la zona de tolerancia de Cartagena a mediados del siglo XX, en los famosos cabarés que recibían marineros de todo el mundo, donde creció este movimiento salsero en Cartagena. En El Príncipe, Big Fox, el Club Verde y El Bambú, entre otros, donde Sarmiento y otros tantos músicos como Joe Arroyo y Wachy Meléndez ejercían su labor en los espectáculos en vivo y adonde llegaron los primeros discos de salsa.

En estos lugares conoció la música de Richie Ray y Bobby Cruz, Cortijo y su Combo, y Eddie Palmieri, con la que inició su repertorio de Michi y su Combo Bravo, la orquesta que le dio el título de precursor de la salsa en Colombia.

Lo que poco saben es que este camino hacia la salsa lo había empezado tiempo antes su padre, el saxofonista y clarinetista Clímaco Sarmiento, cuando grabó en su disco Bombo y maracas (1961) la guaracha Maquinolandera (con la voz de Teresita Rendón), de Ismael Rivera.

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Discos Fuentes entendió rápido lo que Michi Sarmiento estaba transmitiendo. Así fue como grabó elepés como Tremendo (1969), Cum cumbele (1970), Anacaona (1972), El forastero (1973), Salsa con monte (1973), La salsa de Michi (1975) y El taconazo (1983).

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En estos discos destacan Colombia’s boogaloo, Hong Kong mambo, Salsa con monte y La rumba se acabó, entre otros, donde figuran covers y composiciones propias que marcaron un precedente para los salseros.

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La rebelión de “Michi”

No se puede hacer un recuento de la vida de Blas Michi Sarmiento sin mencionar una de sus obras maestras: el arreglo que le hizo a Rebelión, la canción insignia de Joe Arroyo, que fue uno de sus más grandes aciertos. En efecto, a Michi Sarmiento le debemos esa entrada de saxofón que le da paso a la voz de Joe Arroyo y la idea del icónico solo de piano de Chelito de Castro.

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Además también es el responsable de los arreglos de temas como Mary, Musa original y A fulana para Joe Arroyo y su orquesta La Verdad.

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Juancho Álvarez lo tiene en la memoria como un músico minucioso en sus arreglos. Recuerda una vez durante la producción de La monumental y sus perlas negras (1985), donde ambos fueron arreglistas, entrar a la habitación de Michi Sarmiento y verlo en la cama con un reguero de papeles que cubrían todo el lugar. Escribía y reescribía las canciones hasta encontrar la nota perfecta.

*De la Fundación Color de Colombia.

Por Andrea Barraza Cabana*

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