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Desde las primeras semanas de 2018, con la sombra encima de haber sido vinculado al capítulo Odebrecht por su gestión como gerente de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá en la adjudicación del contrato del túnel Tunjuelo-Canoas en 2009, el ingeniero civil Jorge Enrique Pizano decidió volverse protagonista. A propios y extraños comenzó a decirles lo mismo: que lo iban a convertir en el chivo expiatorio del escándalo de corrupción de Odebrecht, cuando él era quien había advertido de las irregularidades en la contratación de la Ruta del Sol 2.
(Vea: Néstor Humberto Martínez sospechó que hallazgos de Pizano eran delitos)
El primer escenario donde sacó a relucir sus ases fue en el Tribunal de Arbitramento convocado en la Cámara de Comercio de Bogotá para dirimir un pleito por $750.000 millones entre la Concesionaria Ruta del Sol —alianza entre Odebrecht y Corficolombiana del Grupo Aval— y la Agencia Nacional de Infraestructura. Sin pelos en la lengua, Pizano expuso lo que desde entonces convirtió en su arsenal de defensa: un voluminoso paquete de correos e informes de contratos que él puso bajo sospecha cuando era el controller de la Concesionaria.
Meses atrás había empezado a lidiar con un cáncer linfático, pero lo encaraba de mejor forma que su malestar con algunas autoridades y medios que ya lo referenciaban como el “hombre de Odebrecht”. Él atribuía ese comentario al procurador general, Fernando Carrillo, agregando a su incomodidad que eso demostraba que estaba en la mira de la justicia. Por esta razón, después de su primer desahogo en enero de 2018 a instancias del Tribunal de Arbitramento, acudió la Superintendencia de Industria y Comercio a repetir su declaración y aportar sus pruebas.
Con una particularidad en este segundo estrado: mencionó que tenía en su poder comprometedores audios que ratificaban que había cumplido con su deber. Aunque nunca manifestó ante las autoridades que supiera de delitos en la contratación de la Ruta del Sol 2, sí entregó un listado de todas las empresas que, a su juicio, mostraban irregularidades en desembolsos de dineros. Con el correr de los días, organizó su material con presentación anexa en PowerPoint, clasificación por carpetas y cuadros de Excel elaborados por él mismo.
(Puede leer: Más detalles de la primera conversación entre el fiscal general y Jorge Pizano)
Entonces, en su búsqueda de aliados que le ayudaran a que su nombre no fuera asociado a Odebrecht, y menos que pudiera ser procesado por el caso Tunjuelo-Canoas, buscó a los periodistas. Entre otros, a María Jimena Duzán, columnista de Semana; Darcy Quinn, comunicadora de Caracol Radio; Iván Serrano y Cecilia Orozco, de Noticias Uno, y a reporteros de El Espectador. A todos les explicó lo que tenía en sus manos y la lucha simultánea que estaba librando contra el cáncer y contra lo que él denominaba el acoso de la justicia.
Jorge Enrique Pizano era un hombre de personalidad extrovertida. Dueño de un humor negro agudizado por sus dilemas y espontáneo para dirigirse a quienes lo escuchaban, desde reclamar en tono jocoso un tinto o un vaso con agua, hasta un documento para aclarar su exposición. Bogotano raizal, nervioso y acelerado, y sin frenos para cuestionar a quienes dudaban de sus capacidades o su integridad. Un profesional meticuloso con una hoja de vida de largo recorrido y relaciones sociales.
Al paso de las horas, mientras se debatía entre los comentarios de quienes le insinuaban que pronto iba a caer preso y quienes le daban aliento para dar la pelea con su artillería de pruebas, Jorge Enrique Pizano se jugó una carta aparte: aceptó grabar una entrevista con Noticias Uno para hablar del tema, con la condición de que solo podía ser divulgada si él fallecía o se convertía en testigo de la justicia norteamericana. Ya en ese momento, insistía en que antes que pisar una cárcel en Colombia se llevaría sus secretos a Estados Unidos.
Pero además a Noticias Uno le entregó una prueba clave, de la que hablaba siempre en abstracto. La grabación de una conversación privada del 19 de agosto de 2015, que sostuvo con el entonces asesor jurídico del Grupo Aval, el abogado Néstor Humberto Martínez, en la cual le mostraba todos sus hallazgos como controller de la Ruta del Sol. Aunque en ese momento su deseo fue que esa información llegara a oídos de Luis Carlos Sarmiento Angulo, cabeza del Grupo Aval, con el paso del tiempo fue trascendental porque Martínez se convirtió en fiscal a partir de 2016.
Sin embargo, en esa misma época, Pizano no solo grabó una conversación con el abogado Martínez, sino que lo hizo en una segunda oportunidad y también con varios ejecutivos del Grupo Aval. A sabiendas de lo que tenía en sus manos, a cada uno de sus contertulios lo llevó a reconocer que sus denuncias eran ciertas, pero que no habían sido suficientemente escuchadas. Ese inventario de grabaciones privadas también las dejó en manos de los periodistas, con la misma condición de siempre: divulgarlas solo en el instante oportuno.
Lo que nadie imaginaba era que Jorge Pizano falleciera súbitamente el jueves 8 de noviembre en su finca en Subachoque (Cundinamarca). Ni siquiera por el cáncer linfático que tenía controlado, sino por un paro cardíaco, ratificado por Medicina Legal. Una tragedia familiar que se aumentó tres días después, cuando su hijo, el joven arquitecto Alejandro Pizano, mientras recogía los objetos personales de su padre, murió al beber un agua saborizada que Pizano había dejado en su escritorio. Esa agua estaba mezclada con una dosis de cianuro.
Ese fin de semana, mientras se especulaba en los medios alrededor del fallecimiento de los Pizano, Noticias Uno publicó lo prometido. La entrevista con el excontroller de la Concesionaria Ruta del Sol y un fragmento de su conversación privada con Néstor Humberto Martínez. Entonces se armó el escándalo, el fiscal tuvo que salir a dar explicaciones en los medios, aparecieron en El Espectador las otras grabaciones que había hecho Pizano, y el asunto se convirtió en un terremoto político.
Incluso muerto, Pizano siguió siendo el personaje estelar del caso Odebrecht. Desde entonces, no hay día en que no sea mencionado desde todos los flancos. El fiscal Martínez dice que fue su amigo, pero que nunca le habló de delitos en la Ruta del Sol. Los directivos del grupo Aval sostienen que fue su aliado contra los brasileños y no una piedra en el zapato. La oposición política lo convirtió en comodín de sus críticas contra el jefe del ente investigador, al punto de que su familia tuvo que exigir que su nombre no fuera utilizado para rencillas políticas.
La realidad es que sus hallazgos hoy tienen en ascuas al mundo judicial y político, y también a los investigadores en EE. UU. que también conocieron sus pruebas. La historia dirá que en 2018, mientras la debacle de Odebrecht seguía causando estragos en varios países de América Latina, en Colombia un ingeniero llamado Jorge Enrique Pizano, después de muerto, destapó cabos sueltos de una investigación que marchaba a media máquina. Hoy, el tema trascendió al plano político y promete un desfile de procesados en el renacer del caso Odebrecht.