A las 06:45 de la mañana del pasado 17 de diciembre, la Policía Metropolitana de Londres recibió la llamada que les alertó sobre una mujer en estado de angustia en el río Támesis. Treinta minutos después, la Unidad Marítima logró el rescate de la persona que, al parecer, había saltado al cuerpo de agua y la trasladaron a un centro asistencial. Allí, sus lesiones “fueron consideradas no potencialmente mortales ni con riesgo de afectar su vida”. Su ingreso al hospital obligó a las autoridades a identificarla y, así, se prendieron todas las alarmas. Se trataba de una mujer colombiana de aproximadamente 50 años que respondía al nombre de Zulma Guzmán.
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La Policía británica ató rápidamente los cabos: era la misma persona que las autoridades colombianas llevaban buscando varios meses por su presunta participación en el envenenamiento con talio de tres menores de edad y un adulto ocurrido el 4 de abril de este año. Dos de las niñas murieron, una al día siguiente y cuatro días después, mientras que una sobrevivió con graves secuelas en su salud y el hombre sigue recuperándose. La Fiscalía colombiana ya identificó a Zulma Guzmán como la presunta asesina de las dos niñas, un escabroso caso que, al menos por ahora, tendría una clara motivación: un crimen pasional.
Juan de Bedout, el padre de una de las menores de edad que murió y el dueño de la casa donde todas las víctimas consumieron unas frambuesas contaminadas a propósito con talio, ya le contó a la Fiscalía que sostuvo una relación extramatrimonial con Guzmán entre 2017 y 2018. Su testimonio llevó a que la investigación de las autoridades se ampliara a otro frente que no estaba en su radar: su esposa, Alicia Graham Sardi, quien falleció en 2021 tras sufrir de un cáncer, también había sido envenenada con talio un año antes de morir. Con esas pistas en el expediente, la Fiscalía empezó la búsqueda.
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Además, De Bedout también le contó otro episodio a la Fiscalía sobre su relación con Guzmán para entender el tipo de persona que estaban investigando. Aunque no precisó el año, recordó que cuando estaba por terminar su relación con ella, la mujer se hizo pasar como agente inmobiliaria para entrar al edificio donde vivía. Una vez adentró, se dirigió al parqueadero e instaló un dispositivo de ubicación tipo GPS. Las cámaras de seguridad la registraron en esa operación y los guardias alertaron al propietario. Los hechos, explicó De Bedout, ocurrieron cuando la mujer todavía era su pareja.
El problema vino cuando pudo establecer que Zulma Guzmán había salido del país el 13 de abril rumbo a Argentina, en donde ya había establecido un domicilio y quería estudiar periodismo. Pero luego supo que podía estar en Brasil, España o Londres. Por eso, le pidió a un juez de control de garantías de Bogotá que emitiera una orden de captura en su contra y a la Interpol que expidiera una circular roja para dar con su paradero y detención. El 4 de diciembre pasado, todas las alarmas quedaron encendidas, incluyendo las internacionales. En el entretanto, el ente investigador siguió jalando la pita en Colombia.
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Tres meses después de buscar, encontró al domiciliario que llevó las frambuesas envenenadas a la casa de Juan de Bedout. El hombre recordó que fue contratado por una aplicación de envíos para recoger un paquete en el sector del Parque de la 93 y entregarlo en una dirección en otro exclusivo sector de la ciudad. El mensajero también le contó a la Fiscalía que recordaba hacer recibido llamadas con el código indicativo de Argentina y que recogió el paquete en la que parecía ser una tienda esotérica y de tarot. Sus comunicaciones y las cámaras de seguridad del trayecto que recorrió son parte del expediente contra Zulma Guzmán.
Con su detención en Londres, la Interpol está a la espera de su recuperación para hacer efectiva la notificación roja y capturarla oficialmente. Guzmán tendrá que comparecer ante el Tribunal de Magistrados de Westminster, quien tendrá que legalizar su captura. Luego de esos procedimientos, la Fiscalía colombiana pedirá su extradición para que le dé la cara a la justicia y responda por los delitos de homicidio agravado y tentativa de homicidio. En una reciente entrevista, Guzmán aseguró que es inocente y nada tiene que ver con la tragedia de las niñas que consumieron las frambuesas envenenadas con talio.
La defensa de Zulma Guzmán
“Ese culpable que buscan no soy yo. Eso es lo que estoy tratando de probar con mi abogado y las pruebas que tengo”, explicó en diálogo con el portal Focus Noticias. Sobre el hecho de que la Fiscalía la vinculara en el proceso, Guzmán señaló que considera que es una “estrategia que se nota básicamente que es para destruirme completamente antes de cualquier proceso judicial. Destruirme y dar una versión que acaba conmigo sin ningún proceso o garantía de un juicio justo. En este momento, mis derechos fundamentales de la presunción de inocencia y el buen nombre desaparecieron”, expresó Guzmán.
Ante la pregunta de por qué está involucrada en el caso, la mujer contestó: “Porque creo que soy el vínculo más fácil para encontrar culpables, dado que fui amante de Juan de Bedout tantos años. Pienso que soy muy fácil de inculpar”. Sobre su viaje a Argentina días después del envenenamiento, la empresaria explicó que desde hacía varios meses tenía la idea de irse a estudiar periodismo a ese país que además ya frecuentaba con regularidad. Y, sobre su relación con Juan de Bedout, su versión es distinta a la que él le entregó a la Fiscalía. Según Guzmán, su amorío duró más de seis años, entre 2014 y 2020. “Eso se acabó con la pandemia”, puntualizó.
¿Qué hace el talio en el cuerpo?
El talio es una sustancia difícil de detectar porque sus primeros síntomas suelen confundirse con una intoxicación alimentaria común. Según el toxicólogo Camilo Uribe, los primeros síntomas que aparecen son irritación de la mucosa gástrica que provoca náuseas, vómito, diarrea y ardor estomacal, lo que lleva a las víctimas a consultar a urgencias sin que se identifique la causa real. Con el paso de los días aparece una segunda fase más grave: el daño neurológico. El experto agregó que los pacientes comienzan a perder fuerza en las piernas, sufren dolores intensos y progresivos y, sin tratamiento, pueden desarrollar parálisis de los músculos respiratorios.
En los casos más severos, el talio provoca fallas multiorgánicas: daño fulminante del hígado, afectación renal, cardiotoxicidad, arritmias y falla cardíaca, que pueden causar la muerte. Una señal característica del envenenamiento por talio, explicó Uribe al programa Los Informantes, es la lesión del folículo piloso, que impide el crecimiento del vello y el cabello, un signo clínico clave para identificar este tipo de intoxicación. En el caso de las niñas que fueron envenenadas en Bogotá en abril pasado, el médico contó detalles claves, pues fue consultado en su momento por varias partes del expediente.
“Ese caso lo comentamos a nivel de toxicólogos a nivel mundial y definitivamente esas concentraciones de talio no las teníamos reportadas. Son niveles supremamente elevados. Se considera, por espectrofotometría de masas, que es positivo una intoxicación por talio en orina de 24 horas cuando la concentración es mayor de 10 microgramos por decilitro. Se considera intoxicación severa, si esa concentración está por encima de 100 o 150. Pero en este caso había niveles de talio que la máquina no fue capaz de detectar. Es decir, estamos hablando de niveles por encima de 3.000. Es decir, son concentraciones letales”, concluyó el experto.
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