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Víctima de violencia intrafamiliar logró que su agresor no se quedara en su casa

Según el relato de la mujer, su agresor llegó a apuntarle a su propia hija con un revólver. Luego de terminada la relación, el hombre la demandó para quedarse con su casa, pero la justicia le dio la razón a ella.

Redacción Judicial y Jhordan C. Rodríguez / jrodriguez@elespectador.com / @JhordanR11
22 de julio de 2021 - 05:00 p. m.
El hombre ya había sido condenado por las agresiones contra su expareja, Eva. (Imagen de referencia).
El hombre ya había sido condenado por las agresiones contra su expareja, Eva. (Imagen de referencia).
Foto: Natalia Romero Peñuela

Esta mujer, a quien llamaremos Eva, ya que nos ha pedido proteger su identidad, conoció a su agresor en 1992. Decidieron formar una relación, pero el hombre se encontraba casado. Estuvieron juntos por cuatro años, hasta que empezaron las conductas violentas. Según Eva, las agresiones contra ella empezaron en 1996 y no se detuvieron hasta mayo de este año. Cuando terminaron las cosas, el hombre la demandó, buscando quedarse con su casa, pero la justicia le dio la razón a ella.

Según cuenta Eva, “los conflictos que teníamos empezaron por la mujer de él”. El hombre nunca se separó legalmente de su expareja, razón por la cual no se casó con Eva, ni podían formar, ante la ley, una relación de compañeros permanentes. Aún así, para 1996, año en que iniciaron los maltratos, ya la pareja tenía una hija. Para Eva, la excusa de su compañero de aquel entonces para su comportamiento violento era un supuesto contacto entre ella y la aún esposa del hombre, “pero yo no entendía por qué, yo no la conocía”, afirmó.

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Eva, quien había tenido otra hija años antes de conocer a este hombre, manifiesta que ante las agresiones nunca guardó silencio, por lo cual desde el primer momento denunció los hechos. “Tan pronto él fue violento conmigo en 1996, yo lo denuncié”, relató la mujer. Según ella, de ese año a la actualidad, el hombre acumula no menos de 10 denuncias de su parte.

Durante toda su relación, el hombre la agredió a ella y a sus dos hijas en repetidas ocasiones, aún así, según Eva, “la Fiscalía no prestaba atención suficiente al caso”, pues afirma que incluso los dictámenes de Medicina Legal comprobaban lo que ella decía a las autoridades y no se tomaron acciones. Ante la falta de ayuda y una relación cada vez más problemática, Eva se dedicó a trabajar para poder comprar una casa para su familia. “Yo hacía aseo en casas, vendía tintos, arepas o empanadas; como fuera conseguía el sustento”, relató la mujer.

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Por la constante violencia, dijo Eva, finalmente el hombre fue sentenciado en 2015 a un año de prisión, del cual solo tuvo que pagar 10 meses. Al quedar en libertad, contrario a lo que se esperaba, su comportamiento violento no disminuyó y el ciclo de maltrato y denuncia se volvió a repetir.

Tal vez el episodio más violento en la relación se dio en 2016, cuando el hombre apuntó un revólver contra Eva. El hecho no terminó ahí, pues, dijo la mujer, después lo apuntó a la cabeza de su propia hija. Las armas que poseía el hombre, según ella, fueron presentadas como pruebas a la Fiscalía, pero a pesar de esto, el ente permanecía sin brindarles ayuda. La violencia de este hombre fue escalando: “él la empezó conmigo, la siguió con mi hija mayor, luego con el esposo de ella y hasta con nuestra hija”, señaló Eva.

Cuando la situación fue totalmente insostenible para Eva y sus hijas, ella contactó a la Fundación ProBono, encargada de brindar ayuda legal a aquellas personas que no cuentan con los recursos necesarios para acceder a un abogado, como lo era el caso de ella. La primera asesoría y acompañamiento que le dieron a la mujer, fue en el caso de la convivencia con el agresor. Aún así, el mayor apoyo que esta organización le brindó fue en 2020, por una demanda con la cual el hombre pretendía quedarse con la casa que había comprado Eva.

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El argumento de la demanda es que, supuestamente, como pareja, habían constituido una sociedad comercial y el hombre aseguraba ser tan dueño de la casa como ella. Esta figura ha sido decretada en el pasado en casos de separaciones de pareja, pero se deben demostrar tres circunstancias: primero, que debe existir una actividad comercial demostrada; segundo, ambas partes deben hacer aportes recíprocos a la sociedad; y tercero, la sociedad debe haberse formado con el ánimo de lucrarse.

Según Eva, ninguna de las causales se cumplía. Así que, de la mano de sus abogados de ProBono, buscó todas las maneras de demostrar que nunca hubo una sociedad comercial entre ella y su agresor. El proceso finalizó en mayo de este año y le puso fin a más de 20 años de violenta convivencia con el hombre. Y, nuevamente, la justicia le dio la razón a ella.

El Juzgado Primero Civil del Circuito de Soacha (Cundinamarca) negó la demanda del hombre y falló a favor de Eva. La mujer no solo conservará la casa que adquirió para su familia, sino que recibirá $2 millones por parte de su expareja por todos los costos en los que haya incurrido durante el pleito jurídico al que él la sometió. Lo único pendiente es que se levanten las medidas que congelaron los bienes para que Eva pueda disponer de su casa como prefiera.

Igualmente, Eva logró conseguir una medida de protección definitiva contra el hombre, con la cual este no se le puede acercar o contactarla por ningún medio para agredirla, de lo contrario podría volver a prisión y tener que pagar una multa económica. Aún así, Eva dice que “no le voy a quitar el derecho de ver a su hija. Igual, cuando ella quiera verlo, no se lo puedo prohibir”.

Por Jhordan C. Rodríguez / jrodriguez@elespectador.com / @JhordanR11

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