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La rivalidad entre Arabia Saudita e Irán

El conflicto saudita-iraní no responde a diferencias religiosas o conflictos históricos. Es parte de proyectos políticos y económicos que intentan ganar poder y afianzarse en una región inigualablemente rica en petróleo.

Daniela Quintero Díaz
19 de septiembre de 2019 - 03:00 a. m.
La rivalidad entre Arabia Saudita e Irán

Los recientes ataques contra dos plantas de la refinería de petróleo más grande del mundo, la compañía estatal saudita Aramco, han escalado la tensión entre las dos potencias hegemónicas regionales: Arabia Saudita e Irán. Pero, aunque se han agudizado, las diferencias entre estos países no son nuevas y responden a una serie de intereses económicos, proyectos políticos y aspectos religiosos.

Pese a que los ataques con drones que afectaron las instalaciones petrolíferas fueron reivindicados por los hutíes, un grupo rebelde que opera en Yemen y que en el pasado ha perpetrado otros ataques similares contra lugares estratégicos de Arabia Saudita, -como respuesta a la intervención militar en su país desde 2015 de una coalición liderada por los saudíes- Estados Unidos y el reino liderado por el príncipe heredero Mohamed bin Salman no tienen reparos en asegurar (con pruebas, hasta ahora, poco contundentes) que Irán está detrás de los bombardeos.

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“Los ataques fueron incuestionablemente responsabilidad de Irán”, aseguró el portavoz del Ministerio de Defensa saudí, Turki al Maliki. “Acabo de instruir al secretario del Tesoro de que incremente sustancialmente las sanciones contra Irán”, afirmó el mandatario estadounidense, Donald Trump, por Twitter tras responsabilizarlos del ataque. No obstante, otros actores internacionales han sido más cautelosos al pronunciarse y se enfocan en evitar las condiciones que puedan llevar a una confrontación en la región, pues saben que este conflicto tiene muchas aristas. Por eso el presidente ruso, Vladimir Putin, pidió una investigación “profunda y objetiva de lo ocurrido”.

¿Una confrontación eterna?

Arabia Saudita e Irán no siempre fueron enemigos. De hecho, antes de 1979, cuando en Irán todavía gobernaba la dinastía de los Pahlevi, conocida popularmente como el gobierno de El Sha, era uno de los principales aliados de Estados Unidos en la región. Pero, a partir de ese año, cuando el rey fue derrocado por la revolución islámica y se instauró la actual República islámica de Irán, las cosas cambiaron. Irán dio un giro rotundo en su política exterior, se acabó la monarquía y con ella se cortaron las relaciones con EE. UU. y las demás monarquías de la región, como la de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Además, empezó a consolidarse como una potencia hegemónica regional.

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Arabia Saudita, por su parte, se formó como reino en 1932, pero fue hacia los años 70 y 80 que empezó a tener un liderazgo regional y a convertirse en potencia a partir del boom petrolero. Entonces empezó a ocupar espacios y vacíos de poder en la región, así como a difundir su proyecto político y visión ultraconservadora del islam en otros países. Desde entonces también se afianzó como potencia hegemónica regional.

¿Es un conflicto religioso?

Generalmente se ha justificado el conflicto entre las potencias de Oriente Medio como un tema religioso. Se dice que como en Irán predomina la rama del islam chií, y en Arabia Saudita la suní, sus intereses son irreconciliables. Sin embargo, según Felipe Medina Gutiérrez, profesor de Estudios de Medio Orientede la Universidad Externado, esto es totalmente errado, y el conflicto responde principalmente a una rivalidad política.

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“Resumir el conflicto en una rivalidad entre suníes y chiíes es ofrecer una explicación reduccionista y simplista de las dinámicas de la región. Si bien hay aspectos religiosos que afectan la relación, si nosotros siguiéramos esa tesis tendríamos que decir que todos los suníes odian a los chiíes y viceversa. Y eso no es así. Las generalizaciones son peligrosas” asegura Medina. “Tampoco es cierto que todos los chiíes apoyen a Irán ni todos los suníes apoyen a Arabia Saudita. Se trata más bien de una rivalidad política y de intereses económicos y de influencia”, reitera.

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Tanto Irán como Arabia Saudita tienen hegemonía regional y una influencia en varios países de la zona. Son los dos actores que, a través de distintas formas, han permeado la región. Arabia Saudita ha usado el dinero y las rentas del petróleo para difundir proyectos políticos y visiones radicales del islam suní (incluso, financiando grupos radicales). Irán ha apoyado, por ejemplo, a milicias chiíes que participaban en la lucha contra el Estado Islámico en Irak, o ha influenciado al grupo libanés chiíta Hezbolá (que es un partido político, pero que cuenta con un brazo armado).

El programa nuclear iraní

Otro de los temas claves en la tensión ha sido el programa nuclear iraní. Sin embargo, según Medina, Irán venía desarrollándolo desde muchos años antes a la revolución del 79. El problema viene cuando ocurre la revolución y este nuevo gobierno se aparta de la alianza con Estados Unidos y de sus intereses estratégicos”, afirma. Entonces, deja de ser un aliado y se convierte en una amenaza, especialmente para Arabia Saudita, su rival en la región que no tiene energía nuclear.

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Ahora, con la retirada de EE. UU. del tratado nuclear y el saboteo del acuerdo, Irán deja de ser solo una “amenaza regional” y se convierte en una “a la estabilidad mundial”, lo que favorece la versión de sus rivales de la necesidad de una “intervención militar”, bastante promulgada por John Bolton, el exasesor de seguridad de Trump.

Yemen, el factor clave

El conflicto en Yemen es un tema clave. Los hutíes, quienes reivindicaron el ataque en las petroleras, habían advertido en reiteradas ocasiones a Arabia Saudita (que bombardea desde 2015 el país) que si continuaba iba a recibir retaliaciones. Por eso la tesis que señala que los hutíes respondieron a Arabia Saudita atacando donde más le duele: el petróleo.

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Pero, además, el conflicto en Yemen ha difundido otras teorías que aseguran que lo que ocurre en el país es una guerra proxy -una guerra por intermedio de otras personas- entre Irán (que apoya a los hutíes) y Arabia Saudita y su coalición que bombardea a diario. No obstante, esta teoría, según el profesor, lo que hace es reducir y ocultar toda la realidad social yemení, sus agendas locales y sus actores.

Lo cierto es que todos estos escenarios han generado una inestabilidad regional y han devuelto la mirada del mundo hacia Oriente Medio, en especial hacia Irán.

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