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Impuestos o limosnas

Salomón Kalmanovitz
23 de noviembre de 2020 - 03:00 a. m.
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Cada vez que se desata una ola invernal, otra avalancha, la temporada de huracanes que dejan cada vez más devastación a su paso, el Gobierno sale a poner paños de agua tibia y a solicitar el apoyo de la ciudadanía para financiar las nuevas necesidades. El presidente viaja, se está dos días en el sitio de la tragedia, se le ve afanado, descargando cajas y repartiendo ayudas entre los afectados ante las cámaras. Promete que volverá pronto y que en cien días máximo habrá una reconstrucción plena. Cuando las cámaras se apagan hace mutis por el foro.

Afloran entonces las campañas de “Solidaridad por Colombia”, “Donar te hace bien” —aunque humilla al que recibe agradecido— y aparecen los números de unas cuentas bancarias de cuyo manejo nadie se responsabiliza ni es verificable. La primera dama implora donaciones del “sector privado”, al que previamente este mismo Gobierno le devolvió más de $10 billones en la contrarreforma tributaria de 2019. Donan $50 millones acá, $200 millones allá, pero tienen capacidad de pagar cientos de miles de millones en impuestos. Lucen generosos, pero sus aportes son insuficientes frente a la magnitud de las necesidades.

Los presentadores de televisión ponen caras contritas ante las escenas de dolor de los damnificados y nos miran a los ojos, implorando nuestro apoyo, nuestra solidaridad. Al cabo de un tiempo, las ayudas se acaban, pero la tragedia permanece. ¿Dónde están las pruebas para detectar el COVID-19 entre la población de Providencia y San Andrés? Su ausencia puede empeorar la precaria condición de los destechados, que tienen que hacinarse en refugios; por eso, prefieren recurrir a sus familiares.

Se revela así de nuevo la debilidad e incapacidad del Estado colombiano para enfrentar las necesidades regulares de los ciudadanos y, además, las calamidades que azotan la sociedad. Es cierto que somos un país pobre, pero otros con un nivel similar de ingresos cuentan con Estados más grandes y de mejor desempeño. Estamos lejos de contar con un aparato administrativo eficiente y bien dotado, financiado con impuestos que debieran pagar los que más ingresos tengan.

No solo eso: se requieren reglas que dificulten la corrupción, que está engranada en la forma como se financian las campañas políticas, pues son los contratistas y los mafiosos —los ñeñes y las pinto— quienes compran los votos que les otorgan el poder a los políticos. Un sistema basado en la competencia abierta de los partidos y el financiamiento público de las campañas ayudaría a sanear el aparato estatal. Un servicio civil escogido por mérito, bien pago y estable garantizaría una gestión eficiente del Estado. Unos órganos de control independientes del presidente —que especialmente en este gobierno han sido puestos descaradamente a su servicio—.

Todas estas condiciones que permiten la fortaleza y el manejo transparente del Estado no existen en Colombia. Por eso, las tragedias siempre nos cogen con los pantalones abajo. Nunca se hicieron refugios, no se almacenó agua ni se pensó en plantas de energía que estuvieran disponibles en caso de colapso, ni en canales de comunicación resistentes a los fenómenos naturales que son previsibles. Esto es cierto no solo en San Andrés, sino en toda la periferia empobrecida del país: el Chocó y todo el Pacífico, La Guajira y casi todo el Caribe. Hay que construir un Estado central, pero más aún, estados regionales con mejores bases gravables y más transferencias.

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miguel(k9x72)24 de noviembre de 2020 - 12:54 a. m.
Eso es cierto, pero para que existan los "Ñeñes", los "Pinto", y los Carrasquilla, se necesitan que exitan primero los Duque titeres y los Matarifes, que son quienes los ponen ahí, de manera que al primero que hay que derrotar en las urnas, es al Capo de capos, con la gran dificultad de la Registraduría, que empieza a poner y sumar votos despues de cerradas las elecciones
Muyval(68260)24 de noviembre de 2020 - 12:45 a. m.
A esto agreguémosle que el licor que beben los papás paga la educación de los niños y el juego el que paga por la salud. En mi pueblo de la costa del Pacífico se gastan montones de dinero en simulacros de tsunami, de terremotos y de huracanes cuando nunca ha habido uno pero no tenemos acueducto, alcantarillado, colegios funcionales y la mayoría de nuestros niños no reciben alimentación adecuada.
Alberto(3788)23 de noviembre de 2020 - 11:15 p. m.
Excelentes descripción de la realidad y análisis. Totalmente de acuerdo, esperemos que le huracán no solo haya sacudido a las islas sino la conciencia de sus habitantes. Para colmo, ayer toda la audiencia de Noticias Uno escuchó al oscuro y torcido Carrasquilla afirmar que el país debía comenzar a tributar como el país rico que PRONTO SERÁ (sic) y gravar la canasta familiar: Amoral delincuente.
Felipe(94028)23 de noviembre de 2020 - 10:04 p. m.
Todos se quejan de impuestos que nadie paga. Colombia solo recauda el 18,7% de su PIB, frente al 34% promedio de países OCDE. Hasta el IVA interrumpe pronto su secuencia por la enorme informalidad. Además, con corrupción e ineficiencia o ausencia del Estado, es imposible que el país mejore... y hasta aquí los deportes, país de ...
  • Felipe(94028)23 de noviembre de 2020 - 10:09 p. m.
    Colombia lleva décadas instalada en el más puro neoliberalismo "Escuela de Chicago", pocos impuestos y un pequeño Estado, ausente del 53 % del territorio, pero con más "emprendedores" que ningún otro país: en semáforos, andenes o parques: comida, ropa, talleres, muebles, tramitadores y hasta "tecnológicas" de computación o telefonía, sin impuestos, ni arriendos ni licencias. El paraíso neoliberal.
Carlos(58915)23 de noviembre de 2020 - 09:16 p. m.
La ventaja de otros paises es que esos no tienen a Uribe gobernando tanto tiempo. Excelente comentario
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