A las 11:28 de la mañana de este viernes comenzó una reunión en la Casa de Nariño que marcaría el tono de las relaciones entre Colombia y Estados Unidos. En uno de los salones del Palacio presidencial se sentaron el presidente Gustavo Petro, varios de sus ministros y una delegación del Congreso de EE. UU., conformada por los senadores Rubén Gallego (Partido Demócrata) y Bernie Moreno (Partido Republicano), junto con John McNamara, encargado de negocios de la Embajada de EE. UU. en Colombia.
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El cónclave, del que solo entregó detalles el ministro del Interior, Armando Benedetti, se dio semanas después de una de las mayores crisis entre los gobiernos de Petro y su homólogo Donald Trump, cuando, en la primera semana de julio, ambos llamaron a consultas a sus respectivos embajadores: McNamara y Daniel García-Peña.
En el trasfondo hay decisiones que podrían tensar de nuevo la relación bilateral. La más próxima es la certificación o descertificación de Colombia en la lucha antidrogas, prevista para septiembre. También se discutió la posibilidad de que Washington incluya a nuevos narcogrupos en su lista de organizaciones terroristas –como el Clan del Golfo– y eventuales operaciones contra el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. Todos estos temas estuvieron sobre la mesa.
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La reunión con Petro fue el último punto en la agenda de Moreno y Gallego. Esta empezó el miércoles, cuando Moreno, junto con Christopher Landau, subsecretario de Estado de EE. UU., asistieron a la misa en honor al senador Miguel Uribe Turbay, quien murió este lunes 11 de agosto, después de 65 días hospitalizado tras ser víctima de un ataque sicarial. Los tres, junto con McNamara, estuvieron en la Catedral Primada en Bogotá y conversaron brevemente con la familia del congresista.
El resto de la agenda se desarrolló en Cartagena. Coincidiendo con el Congreso de la ANDI –el principal gremio de empresarios–, McNamara convocó a voceros de los partidos con presencia en el Congreso; a los alcaldes Carlos Fernando Galán (Bogotá), Federico Gutiérrez (Medellín), Alejandro Eder (Cali), Dumek Turbay (Cartagena) y a un delegado de Alex Char (Barranquilla).
También hubo un encuentro con los precandidatos presidenciales Gustavo Bolívar, María Fernanda Cabal, Claudia López, Juan Daniel Oviedo y Vicky Dávila. Por separado, y según confirmaron asistentes a cada reunión, hubo un guion común: los senadores estadounidenses pidieron primero una radiografía de la situación del país y, a partir de ahí, se habló de los escenarios que vienen para la relación bilateral y el proceso político. De hecho, Gustavo Bolívar publicó en X que “desmentí muchas mentiras que les dice la oposición sobre el Juicio a Uribe, el asesinato de Miguel Uribe y las elecciones de 2026”.
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En la Casa de Nariño, Moreno y Gallego fueron recibidos con una colección de novelas de Gabriel García Márquez, obsequio que el presidente suele entregar a comitivas internacionales. La reunión se extendió hasta pasadas las dos de la tarde y, según asistentes, el ambiente fue “distendido”. Petro estuvo acompañado por el ministro del Interior, Armando Benedetti; la canciller, Rosa Villavicencio; el ministro de Defensa, Pedro Sánchez; la ministra de Comercio, Diana Morales, y la directora del Dapre, Angie Rodríguez. También estaba invitado Alfredo Saade, pero declinó por “una gripa”. Este viernes se conoció que dejará de ser jefe de despacho para ocupar la embajada de Colombia en Brasil.
De acuerdo con una fuente presente, fue el propio Bernie Moreno quien le dijo a Petro que el propósito del encuentro debía ser dejar “todo lo que había pasado atrás”. Aludía al impasse por las llamadas a consultas, luego de que el jefe de Estado mencionara a altos funcionarios estadounidenses –entre ellos el senador Marco Rubio– de supuestamente participar en el intento golpista de su excanciller Álvaro Leyva, afirmación que luego rectificó. También a las críticas desde Washington por la condena en primera instancia al expresidente Álvaro Uribe Vélez, y al episodio de enero en que Petro ordenó impedir el aterrizaje de un avión con deportados desde EE. UU., alegando falta de condiciones humanitarias, hecho que encendió las tensiones con Trump.
Petro hizo eco a ese llamado en X, al publicar una foto con Moreno y otra con Gallego –ambas frente a un cuadro de Simón Bolívar–, acompañadas del mensaje: “Quienes quieren romper las relaciones EEUU y Colombia son sirvientes de las mafias”. Sobre las conclusiones, solo Benedetti habló en público: “El Ejecutivo es el que va a certificar o no certificar, pero ellos nos ayudarán a que ese tema salga bien y yo creo que la certificación va por buen camino”.
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Respecto a la relación Colombia–Venezuela y la anunciada zona binacional, Benedetti se limitó a decir: “No puedo dar infidencias ni detalles de la reunión. Estoy contestando qué temas se tocaron, pero todos fueron constructivos. Sobre todo, con base en lo que le acabo de decir: no hay que mirar para atrás”. Y agregó: “Lo que ellos siempre quisieron decir es que hay que borrar lo que ha pasado. Lo que hay que hacer ahora es mirar hacia adelante y que quede el libro abierto a partir de ahora, para beneficio de Colombia”.
Pese a esa rama de olivo, persisten preocupaciones. Desde comienzos de año, la oficina de García-Peña se ha movido para evitar una eventual descertificación. En el Ejecutivo también hay suspicacia por la posible llegada de Daniel Newlin –abogado republicano cercano a Trump– como nuevo embajador de EE. UU. “Ha sido duro con el Gobierno”, dijo un alto funcionario.
Además, está en el radar el proyecto del representante Mario Díaz-Balart para reducir en un 45 % la ayuda económica no militar de EE. UU. a Colombia para el año fiscal 2026.
Durante la visita, surgió otra propuesta, confirmada por asistentes: que el Clan del Golfo sea incluido en la lista de organizaciones terroristas extranjeras del Departamento de Estado. Según congresistas, Moreno y Gallego les sugirieron a los legisladores colombianos enviar una solicitud formal al Congreso estadounidense para tramitarla. En una orden ejecutiva firmada por Donald Trump el pasado 8 de agosto se nombró a ese grupo, la disidencia de la Segunda Marquetalia y el ELN como “una amenaza directa a la seguridad nacional y a la salud pública”.
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Si eso ocurre, el grupo criminal no podría ser cobijado por la ley de sometimiento que ya empezó su trámite en el Congreso. Sobre el punto, Benedetti solo dijo: “Son temas que se analizaron y que se tocarán también de forma internacional, pero es un asunto que es del fuero del presidente”.
Temas similares se abordaron en la reunión con los congresistas Carolina Arbeláez (Cambio Radical), Clara López (Pacto Histórico), Efraín Cepeda (Conservador), Lidio García (Liberal y presidente del Senado), Julián López (La U y presidente de la Cámara), Ana Paola Agudelo (Mira), Honorio Henríquez (Centro Democrático) y Katherine Miranda (Alianza Verde).
“Solicitamos que se declare al Clan del Golfo como grupo terrorista. Dijeron que eso ayudaría a frenar la ley de sometimiento de [Eduardo] Montealegre [ministro de Justicia], porque no le podría dar estatus político al Clan del Golfo”, afirmó una congresista.
En ese encuentro también estuvo Daniel Newlin, quien suena para ser nombrado embajador de EE. UU. en Colombia. Donante de 5 millones de dólares a la campaña de Trump, Newlin no participó activamente: “Solo escuchó y no dijo nada más”, relató una asistente.
Julián López, cercano a varias políticas del Gobierno Petro, resumió así: “En vez de dar quejas, buscamos que entendieran que el país no va por mal camino y que necesitamos aliados, pero tratándonos como iguales, como pares, no como si fuéramos los hijos de ellos. Somos dos naciones que quieren echar para adelante y Estados Unidos necesita a Colombia como socio”.
Así cerró el breve paso de los dos senadores estadounidenses por Colombia. Aunque el mensaje público es que la relación de más de 200 años sigue fuerte, en Palacio preocupa lo que se decidirá en los próximos meses.
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Por Leonardo Botero Fernández
