La gestión del ahora excanciller Luis Gilberto Murillo terminó en medio de múltiples movidas para intentar contener la crisis que aún se mantiene entre Estados Unidos y Colombia por cuenta del choque que se dio tras el manejo de colombianos deportados. Y, pese a que logró realizar varias reuniones este martes en Washington, sintió de forma directa un fuerte coletazo de la tensión binacional.
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El Espectador estableció que a su arribo a Washington en la noche de este lunes, 27 de enero, Murillo fue informado por oficiales estadounidenses de que no podía ingresar a ese territorio por cuenta de las sanciones que el presidente Donald Trump estableció sobre Colombia por la negativa del mandatario Gustavo Petro de no recibir el domingo dos vueltos con connacionales indocumentados pese a que sí los había autorizado previamente.
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Fuentes del entorno de Murillo, quien oficialmente dejó el cargo desde este mismo martes en la noche, confirmaron que el ahora exministro de Exteriores tuvo que recurrir a sus contactos en la Casa Blanca para que se le entregara una autorización de ingreso. Esto se traduce en que ni el pasaporte diplomático que tienen ciertos miembros del gabinete ni la visa que desde años porta le sirvieron; de hecho, había renunciado a su nacionalidad estadounidense para cumplir sus tareas en la administración del primer mandatario de izquierda pura.
“Tuvo que hacer algunas llamadas para que los agentes estadounidenses fueran formalmente informados de que tenía citas de muy alto nivel con gente de la administración del republicano”, confirmaron las personas que atestiguaron todo el proceso.
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Si bien se había ventilado en algún momento de este martes que la demora de ingreso fue de al menos una hora, lo cierto es que en ese tiempo se dieron los contactos para que desde la Casa Blanca se confirmara que Murillo tenía cita, entre otros, con Mauricio Claver-Carone, delegado de Trump para las relaciones de la Oficina Oval con América Latina.
Este diario también conoció por otras fuentes diplomáticas que al menos cinco funcionarios más de diferentes carteras, que por razones relacionadas con sus funciones debían hacer trabajo en suelo estadounidense, no pudieron definitivamente ingresar y tuvieron que retornar a Colombia. Aunque se ha querido mantener en reserva sus identidades para evitar que este tipo de impases sigan escalando, la molestia desde Bogotá es amplia.
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Además, según lo que se le informó al Palacio de San Carlos –sede de la Cancillería– y a la propia Casa de Nariño, es que funcionarios de consulados colombianos en Miami, Houston y otras ciudades de ese país tuvieron líos muy similares.
Todo esto se traduce en que la pelea que se desató entre Trump y Petro por la negativa de recibir los vuelos con colombianos irregulares, y que incluso este martes (153 personas) ya llegaron a Bogotá en aeronaves enviadas por Colombia, sigue generando coletazos y fuertes, pues parte de las sanciones se siguen aplicando.
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En efecto, cuando Trump dijo el domingo que “castigaría” a Colombia por la negativa de Petro de aceptar a los deportados, se informó que una de las sanciones era suspender el visado y los permisos de ingreso a Estados Unidos del mandatario colombiano, de sus familiares y de funcionarios del Ejecutivo. Y aunque nunca se especificó sobre qué rangos recaería, lo que Murillo vivió el lunes demostró que era para el más alto nivel del gabinete.
Incluso, según la información que corroboró este diario, al embajador de Colombia en Washington, Daniel García-Peña, le pasó lo mismo en otro vuelo, por lo que el mismo 27 de enero regresó desde Bogotá hacia ese país. Y aunque no se quiso informar sobre cómo fue que superó el impasse migratorio, algunas personas que supieron de lo sucedido hablaron de llamadas a la Casa Blanca.
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Luego de todos estos enredos para entrar, y de confirmar que la sanciones ratificadas por el secretario de Estado, Marco Rubio, quedaron vigentes tras la frenética jornada del domingo –en la que en ningún momento estuvo presente presencialmente el presidente Petro– se bajó un poco la espuma a la polémica. Todavía hay un mal sabor de boca en Bogotá.
La razón es que pese a todas esas movidas, que incluyeron llamadas de la entrante canciller, Laura Sarabia, con expresidentes –se confirmó un diálogo hasta con el exmandatario Álvaro Uribe– y excancilleres, hay riesgos latentes de que otro tipo de imposiciones, más allá de restringir la entrada a funcionarios del Gobierno, puedan terminar aplicándose.
En especial, según fuentes de la Casa de Nariño, está el tema de los aranceles a los productos que Colombia envía a Estados Unidos, pues Trump y Rubio confirmaron que se les aumentarían hasta en un 50 %. Y si bien Petro dijo que haría lo propio, el peso de la economía estadounidense es más fuerte y de inmediato se sentiría un golpe duro entre los bolsillos connacionales. De hecho, varias voces alertaron de un posible freno monetario para el país.
La cita posterior
Pero al final todo se superó y Murillo pudo ingresar. Por eso, y con el fin de establecer los pasos a seguir para que la tensa relación entre Colombia y Estados Unidos recupere su cauce tras los “impasses” desatados entre los presidentes Petro y Trump, este martes se desarrollaron en Washington reuniones de alto nivel binacional.
En efecto, Murillo, junto al embajador García-Peña, fueron recibidos por el delegado Claver-Carone. De acuerdo con información oficial, divulgada por la diplomacia colombiana, “durante el encuentro se revisaron los detalles del acuerdo logrado por ambos países el pasado domingo 26 de enero, y tras la llegada de los vuelos con el primer grupo de colombianos deportados, siguiendo los protocolos establecidos, se definieron las interpretaciones comunes y los pasos a seguir; como parte de la implementación de los acuerdos, esta semana se espera la normalización de los servicios en el consulado de Estados Unidos en Bogotá”.
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A lo que se refiere esta comunicación es a las tensas horas que se vivieron el fin de semana cuando el presidente Petro, luego de sí haber aceptado el ingreso, terminó cancelando en la madrugada del domingo el permiso de ingreso de dos vuelos estadounidense con colombianos deportados por estar en ese país en situación irregular.
Si bien Petro dijo que lo hacía por temas de dignidad y para garantizar un trato digno a los connacionales, Trump respondió con fuerza amenazando con aranceles y sanciones diplomáticas a Colombia. Al final de ese domingo, tras varios cruces de mensajes y molestias internas en el gabinete nacional, se terminaron aceptando las peticiones de Washington.
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“El Gobierno de Colombia reitera su compromiso con el diálogo por canales diplomáticos como la vía esencial para el relacionamiento con los Estados Unidos”, se precisó en la información diplomática. Y se agregó: “Se acordó una hoja de ruta para fortalecer una amplia agenda de trabajo conjunto, abarcando temas clave de la relación bilateral. Este esfuerzo reafirma el compromiso de ambos gobiernos de avanzar de manera constructiva en áreas de interés para ambas naciones”. La siguiente reunión para confirmar estos pasos se acordó para febrero próximo.
La expectativa está en si este tipo de acuerdos serán duraderos en el tiempo o si, por intereses más políticos y electorales de los dos países a nivel interno, se vuelven a generar ruidos como los del fin de semana. El caso de Murillo y su atropellada entrada a Washington, de la que habló con Claver-Carone, muestran que el tema no es sencillo.
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