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Colombia busca sus propias medidas para detectar la obesidad y el sobrepeso

Durante años, el país ha usado estándares internacionales para evaluar el exceso de grasa corporal, como el índice de masa corporal (IMC) o la circunferencia de cintura. Pero ahora, investigadores colombianos están construyendo puntos de referencia basados en datos locales para identificar mejor los riesgos en nuestra población.

Juan Diego Quiceno

01 de julio de 2025 - 06:25 p. m.
El Ministerio de Salud trabaja en una actualización de la resolución 2465 que, por primera vez, buscaría puntos de corte “a la colombiana” para las mediciones antropométricas.
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Aunque el mundo lleva al menos 25 años hablando de la obesidad y el sobrepeso como un problema de salud pública, no ha sido del todo claro cómo deberíamos medirla. El exceso de peso ha sido observado desde civilizaciones antiguas —los egipcios y griegos ya lo representaban o mencionaban en sus escritos y artes—, pero no fue sino hasta finales del siglo XIX, con la aparición de las básculas públicas de un centavo en Alemania y luego en Estados Unidos, que el peso corporal empezó a medirse de forma masiva. Desde entonces, comenzó una nueva era para las evaluaciones de peso y la búsqueda del peso “saludable”.

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En los años siguientes se popularizaron conceptos como el “peso ideal” —una idea que hoy sabemos es engañosa, porque no existe un único peso que sea ideal para todas las personas—, y surgió el Índice de Masa Corporal (IMC), una fórmula que compara el peso con la estatura y que se ha usado para clasificar a las personas según su estado nutricional. Sobre el IMC los científicos tienen claro que no logra reflejar toda la complejidad de la obesidad: no diferencia entre grasa y músculo, ni tiene en cuenta cómo se distribuye la grasa en el cuerpo, un factor que es importante para entender el riesgo real para la salud. Lo cierto es que la ciencia ha demostrado que el exceso de grasa corporal es un fenómeno mucho más complejo que simplemente “pesar más”.

Si una báscula sencilla no es confiable y tampoco lo es el IMC por sí solo, la respuesta ha sido, paradójicamente, volver a lo más básico: una cinta métrica. Investigadores y médicos de todo el mundo han recurrido a medidas antropométricas simples, como el perímetro de la cintura, la relación cintura-estatura o el grosor del pliegue cutáneo, para evaluar mejor el riesgo de una persona. Pero incluso estas herramientas necesitan respaldo científico para ser útiles. Como explica María Victoria Benjumea, doctora en Ciencias de la Salud con más de 30 años de experiencia en el tema, una medida solo puede aplicarse con confianza a una población cuando ha sido comparada con un método de referencia confiable, lo que en investigación se conoce como el gold standard o “prueba de oro”. Sin esa validación, la cinta métrica y sus resultados siguen siendo solo una guía aproximada.

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“En vista de todo eso, y de que normalmente los ministerios de salud no cuentan con recursos económicos suficientemente amplios para hacer una investigación de este tipo, los países en desarrollo toman la decisión de adaptar y adoptar las propuestas de evaluación del estado nutricional de la Organización Mundial de la Salud”, explica Benjumea.

Eso significa que muchos países usan tablas, indicadores o puntos de corte desarrollados a partir de estudios internacionales. En Colombia, por ejemplo, el Ministerio de Salud expidió en 2016 la resolución 2465, en la que se adoptan varios de estos estándares internacionales. Uno de ellos es el punto de corte para medir la obesidad abdominal a través de la circunferencia de la cintura.

En lugar de usar valores propios, el país adoptó los puntos definidos para poblaciones sudasiáticas por la Federación Internacional de Diabetes (FID): 90 cm o más en hombres, y 80 cm o más en mujeres. Se hizo así porque se cree que los colombianos, al igual que los sudasiáticas, nos parecemos en la forma del cuerpo y tendemos a acumular grasa en la zona abdominal y a tener más riesgo cardiovascular, incluso con niveles moderados de grasa corporal. Pero esto podría estar a punto de cambiar.

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El Ministerio de Salud trabaja en una actualización de la resolución 2465 que, por primera vez, buscaría puntos de corte “a la colombiana” para las mediciones antropométricas. En ese proceso, los datos de investigaciones recientes de Benjumea y de científicos como Cristian Santa y Alejandro Estrada, de la U. de Antioquia, han sido clave.

Datos “a la colombiana”

Los puntos de corte son, por así decirlo, los valores de referencia que ayudan a interpretar una medida del cuerpo y a clasificarla dentro de ciertos rangos de salud. Por ejemplo, en el caso de la circunferencia de la cintura, un punto de corte indica a partir de qué medida se considera que hay un riesgo aumentado de enfermedades como la diabetes tipo 2 o los problemas cardiovasculares. En el caso de las mujeres, tener una circunferencia de cintura igual o superior a 80 centímetros se asocia con mayor riesgo; en los hombres, el umbral es de 90 centímetros.

“Sin embargo, a raíz de esa inconformidad que teníamos con esos puntos de corte que no son nuestros, nos propusimos revisar qué se ha publicado en el mundo respecto a otros indicadores para predecir riesgos de mortalidad y enfermedad”, dice Benjumea. Así apareció una alternativa que ha ganado terreno: el índice cintura-talla.

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“El índice cintura-talla ha ganado mucha fuerza y consenso, y se considera un indicador mucho más adecuado cuando se trata de predecir el riesgo cardiovascular”, explica Santa, estadístico de la U. Nacional y quien ha participado en estudios como el perfil alimentario y nutricional de los hogares de Antioquia en 2019 y la evaluación antropométrica en menores en 2022.

Básicamente, el índice cintura-talla es la relación entre la circunferencia de la cintura y la estatura de una persona. Se expresa como un número sin unidades, y uno de los puntos de corte a nivel internacional más usados es 0.50. Es decir, si el abdomen mide la mitad de lo que mide la estatura de una persona, ya se considera en riesgo aumentado. Esto es clave porque, en teoría, debería permitir que el sistema de salud pueda intervenir más rápidamente para evitar que esos riesgos se traduzcan en enfermedades futuras.

Pero la idea, precisamente, es no depender de un punto de corte internacional. En una investigación publicada hace unas semanas en la revista científica del Instituto Nacional de Salud, los tres académicos decidieron estudiar el comportamiento real del índice cintura talla en adultos colombianos. Su fuente de datos fue la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional (ENSIN 2015), una gran encuesta que se hace en todo el país para conocer cómo están los colombianos en temas de nutrición, salud y seguridad alimentaria. De allí, seleccionaron a adultos entre 20 y 60 años. Después de una primera depuración, incluyeron a 23.759 adultos.

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“Todos tenían un índice de masa corporal normal, que es la particularidad que a mí más me gustó”, dice Benjumea. “Nos propusimos entonces diseñar unas curvas por edad y sexo para conocer cuál es el comportamiento esperado del índice cintura-talla en la población colombiana. Un instrumento que le cuente al adulto qué es la normalidad y que le permita al médico, al internista y al nutricionista aproximarse a lo que es la preobesidad, que es la nueva categoría que fue mencionada en el consenso reciente de la revista The Lancet”.

Para entender esto, hay que comprender varias cosas. Una curva es una herramienta estadística que permite ver cómo se distribuye una medida (en este caso, el índice cintura-talla) a lo largo de una población. En términos simples, muestra lo que es “normal” para una persona según su edad y sexo, y ayuda a identificar cuándo un valor comienza a estar por encima o por debajo, que es precisamente la razón de dar una “alerta”.

“Pero fue ahí donde empezamos a ver tendencias interesantes: la cintura cambia con la edad. No es lo mismo tener 90 centímetros de cintura a los 20 años que a los 55 años”, dice Santa. (Puede ver: Cuando la salud también depende de acceder a internet)

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Los resultados revelaron que, en general, el índice cintura talla (ICT) aumenta de forma progresiva con los años en los hombres y mujeres colombianas. “Y ese 0,50 de corte basado en poblaciones extranjeras, casi todas europeas, que también nos han querido imponer, no estaba marcando para nosotros realmente el riesgo en todas las edades”, agrega Benjumea.

Según las curvas que construyó el equipo, en un hombre de 20 años el ICT promedio para su edad de 0.44. Es lo “normal” o “esperado” para él. Si tiene un ICT de 0.50, eso ya es, en efecto, una señal de alerta importante, Es un valor que está por encima de lo que se esperaría para su edad, y aunque no tenga síntomas ahora, indica un riesgo a largo plazo significativo. Solo un pequeño porcentaje de jóvenes están en ese nivel.

Pero, si 0.44 es el promedio en los hombres colombianos de 20 años, cuando el equipo puso la lupa en los hombres de 50 años, encontró que el valor promedio para su grupo de edad era 0.50. Lo mismo ocurre con las mujeres, pero un poco antes, alrededor de los 45 años. Si para una persona de 55 años, el 0.50 es el promedio, ¿cómo se puede decir que ese valor es una alerta de riesgo, como lo plantea la medición internacional?

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“La grasa no es la misma a los 20 años que a los 55. Hay otros tipos de niveles de toxicidad que se genera, por ejemplo, en el torrente sanguíneo. Esto es importante porque creemos entonces que ese punto de corte de 0.5 debería ajustarse de acuerdo a la edad”, dice Santa. No debería ser un número estático, sino que debería ajustarse y “moverse” con la edad, utilizando las curvas de percentiles para indicar cuándo una persona está en un nivel de riesgo preocupante en comparación con sus pares de la misma edad.

Definir el punto de corte adecuado del índice cintura-talla (ICT) para la población colombiana es clave para detectar de forma oportuna condiciones como la preobesidad. Así lo plantean los investigadores Santa y Benjumea, y así lo respalda The Lancet, una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo, que recientemente, de hecho, propuso un cambio profundo en la forma de entender la obesidad: ahora, además de la obesidad, se reconoce una nueva categoría basada en la evidencia: la obesidad preclínica.

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Esta condición se refiere a la acumulación excesiva de grasa que aún no ha generado síntomas ni alteraciones orgánicas, pero que representa un riesgo importante a futuro. Para estos casos, los expertos recomiendan un enfoque preventivo: sin medicamentos ni cirugías, pero sí con seguimiento médico y orientación personalizada que evite el desarrollo de enfermedades más graves con el tiempo. Y ahí el índice cintura-talla se presenta como una herramienta prometedora para evaluar el riesgo metabólico. Uno de los autores del artículo en The Lancet, Jesús Ricardo Luna Fuentes, lo destacó como una de las opciones para mejorar los diagnósticos actuales.

Sin embargo, ningún indicador funciona igual para todas las personas. Por eso, la revista insistía en que los puntos de corte deben adaptarse al contexto. Precisamente, eso es lo que están comenzando ahora los investigadores colombianos: generar curvas locales que permitan saber cuándo un ICT realmente representa un riesgo para nuestra población.

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Después de haber definido los valores normales del índice cintura-talla (ICT) para la población colombiana sana, los investigadores están listos para dar un paso más: evaluar cómo se comporta este indicador en personas que ya tienen enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión o problemas cardiovasculares. Para eso, quieren vincular a organizaciones médicas como la Asociación Colombiana de Medicina Interna (ACMI), con el fin de iniciar una segunda fase del estudio, enfocada en personas enfermas. En esta segunda fase ya no se trata solo de medir cintura y estatura, sino de recolectar más datos: por ejemplo, cómo es la presión arterial, los niveles de colesterol y triglicéridos, si hay resistencia a la insulina, si la persona es sedentaria o qué tipo de alimentación tiene.

Primero definieron qué es “normal” en personas sanas, y ahora buscan conectar esos números con el riesgo real de enfermar, para que en el futuro los médicos puedan detectar cuándo una persona necesita atención antes de que los síntomas aparezcan.

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