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COP30: Empezó en la Amazonia un nuevo esfuerzo por enfrentar el cambio climático

Desde este lunes, delegados de más de 190 países se reúnen en Belén, Brasil, para buscar caminos que permitan enfrentar la crisis climática. Pese al escepticismo por las tensiones internacionales que persisten, se espera que en dos semanas el mundo tenga una hoja de ruta clara para abandonar combustibles como el petróleo y el carbón, así como para tener metas más claras frente a la adaptación, un tema clave para países como Colombia. ¿Qué más esperar de estas dos semanas?

César Giraldo Zuluaga

10 de noviembre de 2025 - 03:19 p. m.
La COP30 reúne a líderes de más de 190 países del mundo para buscar caminos que permitan enfrentar el cambio climático.
Foto: Raimundo Pacco - COP30
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Es muy probable que en los últimos años usted haya sentido algún impacto del cambio climático en el lugar donde vive. En algunos casos, la influencia de la crisis climática es más evidente que en otros. Hace poco más de un año, Bogotá vivió un racionamiento en su servicio de agua potable. Aunque esta situación tuvo múltiples causas, la sequía prolongada y un fenómeno de El Niño (que podría volverse más intenso y extremo con el cambio climático) fueron algunas de ellas.

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Si usted vive en Cali o en Barranquilla, por mencionar otro par de ejemplos más, debería saber que ya hay estudios que muestran que estas ciudades están experimentando más días de calor riesgoso debido al aumento de las temperaturas. Durante 2024, el año más caliente del que se tengan registros, las capitales del Valle del Cauca y del Atlántico experimentaron 65 y 82 días, respectivamente, de calor alterado por el cambio climático.

Para no hacer más extensa la lista, un ejemplo más. El huracán Melissa, uno de los más potentes que jamás se hayan registrado al tocar Tierra y que azotó a varias islas caribeñas solo hace algunos días, fue cuatro veces más probable por cuenta del cambio climático, según concluyó un estudio adelantado por el Imperial College de Londres.

Ahora, es menos probable que en los últimos días o semanas haya escuchado de la cumbre de cambio climático que comenzó este lunes en Belén, una ciudad amazónica de Brasil. Esas probabilidades aumentarán durante las próximas dos semanas (lo que dura la cumbre) y es muy posible que también empiece a ver o a oír la sigla “COP30”, como se conoce formalmente este espacio: la 30.ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

Vista aérea desde la isla de Combu, con la ciudad de Belém al fondo. La isla de Combu es la cuarta más grande de las 39 islas que conforman la región insular de la ciudad de Belém, en Pará.
Foto: Alex Ferro - COP30

Esa desconexión entre lo que pasa en el mundo real y lo que sucede en los círculos diplomáticos es, a los ojos del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, la primera de las dos discrepancias que se deben superar para que los delegados de los 196 países que desde hoy se reúnen en Belén, avancen en los acuerdos que necesitamos para detener el avance del cambio climático.

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¿Qué es la COP30? ¿De qué van a hablar este año? ¿Qué esperar para el 21 de noviembre, cuando se acabe esta reunión? ¿Cuáles son las apuestas de Colombia?

Las prioridades de la COP30

Hace 33 años, Brasil fue sede de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. De esa reunión, celebrada en Río de Janeiro, nació la Convención sobre el Cambio Climático y, desde 1995, todos los años se lleva a cabo una cumbre entre los países que han ratificado ese instrumento que busca enfrentar esta crisis planetaria. Esta versión, la número 30, tiene varias particularidades: regresa a América Latina luego de 11 años (Perú la albergó en 2014) y es la primera vez que se celebra en la Amazonia, una de las regiones del planeta más vulnerables frente al cambio climático.

El contexto también es especial: hace una década — en la COP21 en Francia—, se firmó el Acuerdo de París, en donde los países se comprometieron a reducir las emisiones contaminantes para que la temperatura del planeta no supere los 1,5 °C a finales de este siglo. Sobre este Acuerdo orbitan los principales temas que se abordarán en Belén. El primero de ellos está relacionado con los planes que los países tienen que presentar y en dónde muestran qué van a hacer para contribuir a esa meta global. Se llaman NDC, por sus siglas en inglés, pero en español se conocen como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional.

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A Brasil los países tienen que llegar con la tercera actualización de este documento (se actualiza cada cinco años) y, como explica Carolina Useche, directora de Clima, Economía y Finanzas de WRI Colombia, será la primera vez que se presenten las ambiciones a 2035 (las anteriores iban hasta 2030) y tienen que estar respaldadas en una evaluación que se presentó hace dos años, en la COP28, que se adelantó en Dubai: el balance mundial.

La principal conclusión de ese balance es que el mundo estaba lejos de cumplir el Acuerdo de París. Con los avances logrados hasta entonces, se esperaba que la temperatura aumentará entre 2.4 y 2.6 °C para finales de siglo (aunque también era un avance, si se tiene en cuenta que para 2010 se esperaba que el aumento fuera entre los 3.7 y los 4.8 °C.). Con ese resultado, el mensaje era claro: se necesita mayor ambición.

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¿Se tomaron en cuenta las recomendaciones?, es una de las principales preguntas que se deberá responder en esta COP, menciona Useche. Si bien hasta ahora empieza la cumbre, es posible responder, de manera parcial, esa inquietud, pero la respuesta no es nada prometedora. De acuerdo con dos informes (uno de WRI y otro de la Secretaría de la Convención) solo 64 países, que representan el 31 % de las emisiones contaminantes, han presentado sus planes. Si estos compromisos se cumplieran al pie de la letra, las emisiones se reducirían en un 10 %, muy lejos del 60 % que se necesita. La respuesta completa puede estar a finales de la cumbre, pues se espera que el otro 70 % de los países presenten sus NDC.

El secretario ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Simon Stiell, habla durante la inauguración de la 30.ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) en la Amazonía brasileña.
Foto: Kiara Worth - UN Climate Change

Por eso, para Ana María Mogollón, directora de Diplomacia Energética de Transforma, uno de los mensajes más claros es que “no estamos en la senda para limitar el calentamiento global a 1.5 °C. Las NDC siguen siendo poco ambiciosas y estamos en el límite del sobrepasamiento que no nos permitiría tener un planeta más vivible”.

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A Héctor Miguel Donado, gerente de Investigación y Proyectos del Programa de Clima, Economía y Finanzas de WRI, y uno de los autores del informe que publicó esa organización, uno de los puntos que le llamó la atención de los NDC analizados (de los 64 países que hasta ahora los han presentado) es que “ningún país se está comprometiendo con el tema de dejar los combustibles fósiles, sobre todo el petróleo y el gas”.

Y aquí surgen dos prioridades adicionales a tratar en Belén. Al término de una reunión que convocó a 57 líderes mundiales (entre esos el presidente de Colombia, Gustavo Petro) y que también se celebró en la ciudad anfitriona de la COP entre el 6 y 7 de noviembre, Lula hizo un llamado para que a finales de la cumbre se establezca una hoja de ruta global que le ponga fin a la dependencia de los combustibles fósiles, así como otra que permita cumplir con el compromiso de triplicar la capacidad de energías renovables para 2030.

Estos fueron dos de los compromisos adoptados por los países en Dubai en 2023. Aunque en el texto final no quedó un llamado explícito a la “eliminación progresiva” del petróleo, el gas y el carbón, como pedían cientos de países, sí se hizo alusión a un “alejamiento progresivo”, al tiempo que se estipulaba la triplicación de las energías renovables. Tras 28 cumbres, recordó Lula a mediados de la semana pasada, se reconoció por primera vez la necesidad de abandonar los combustibles fósiles, los principales causantes del cambio climático.

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Son estas dos hojas de ruta, de acuerdo con Claudio Angelo, coordinador de Política Internacional del Observatório do Clima (Brasil), algunos de los principales resultados que se espera obtener durante esta cumbre. Denominada como la COP de la “implementación”, buena parte del éxito o fracaso de Belén recae en estos documentos que deberán contener, en palabras de Useche, de WRI, “acciones y metas cuantificables y medibles”.

Una tercera hoja de ruta, sin duda de las más esperadas, es la del financiamiento. En otras palabras, del dinero que se necesita, entre otras, para implementar las metas de los países (los NDC) y transitar hacia energías más limpias. En este punto, es importante regresar, por un momento, a la COP29, que se celebró en Bakú en 2024. Allí, se esperaba establecer una nueva meta de financiamiento. Mientras los países en vías de desarrollo (como Colombia y la mayor parte del Sur Global), exigían 1.3 billones de dólares, los países desarrollados (principales responsables del cambio climático), terminaron ganando la puja, estableciendo la meta en 300.000 millones de dólares por año.

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El problema, dice Useche, es que a pesar de que ya se tiene clara esa “bolsa de dinero”, no hay claridad de quién recibe, cómo lo recibe, quiénes serán priorizados, entre otras dudas. Se espera que en Belén se empiecen a responder varias de esas dudas.

Finalmente, otro de los puntos en los que Useche y Mogollón esperan ver un avance es en la Meta Global de Adaptación (GGA, por su sigla en inglés). Mientras la mitigación, que a grandes rasgos es la reducción en la emisión de gases contaminantes, es una tarea que recae sobre los hombros de los países desarrollados, la adaptación lo hace sobre los países menos desarrollados, pero altamente vulnerables a los impactos del cambio climático. Sobre este asunto, se espera tener metas claras para el 21 de noviembre, con el fin de que cada país pueda definir cómo llegar (muy similar a lo que ocurre actualmente con los NDC).

El rol de Brasil (y el de Colombia)

Indígenas descansan en la flotilla Yaku Mama Amazon proveniente de Ecuador que llegó este domingo, después de navegar 3.000 km por el río Amazonas, en Belém (Brasil). "No queremos empresas en nuestras tierras, queremos vida", dijo a EFE Elsa Cerda, una guerrera de la Yaturi Warmi, la primera guardia indígena liderada por mujeres en Ecuador y quien desembarcó en Belém, luego de casi un mes de travesía con la embarcación amazónica Yaku Mama.
Foto: EFE - Antonio Lacerda

Para Angelo, del Observatorio do Clima, en Brasil, es clave que la COP30 tenga lugar en la Amazonia, “una región que está en la primera línea del cambio climático, pero que también es un ejemplo para enseñar al mundo sobre mitigación”. Sobre lo primero, cabe recordar que en 2023 y 2024 este bioma sufrió dos sequías nunca antes vistas, con profundos impactos para su biodiversidad, pero también para los millones de indígenas que la habitan. La deforestación, los incendios forestales (influenciados también por el cambio climático), entre otros fenómenos, están llevando a la selva amazónica a un punto de no retorno, como han advertido desde hace años los científicos. “Es crucial que la negociación pueda tener lugar en una región que es muy impactada, muy vulnerable y muy pobre”, opina Angelo.

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Pero también es importante porque, gracias a la reducción en la deforestación de la Amazonia brasileña, en 2024 este país reportó una disminución en sus emisiones del 16,7 % con respecto a 2023, la mayor caída interanual desde 2009.

“Lo contradictorio es que Brasil está licenciado proyectos para la exploración petrolera en la Amazonia”, continúa Angelo quien agrega que, desde el Observatorio do Clima, junto a otras siete organizaciones, demandaron ante la justicia para que se impida ese licenciamiento. Mogollón, de Transforma, reconoce que eso ha generado “mucha tristeza y frustración” entre las organizaciones de la sociedad civil, las comunidades locales y los pueblos indígenas.

Por eso, desde hace semanas, la Flotilla Yaku Mama inició un viaje de más de 3.000 kilómetros que terminarán justo en Belén donde, entre otras exigencias, pedirán que cese la explotación de combustibles fósiles en la Amazonia. Como contamos en este artículo hace unos meses, esta región concentra gran parte de los recientes descubrimientos de petróleo y gas alrededor del mundo, consolidándose como una nueva frontera global para la industria de combustibles fósiles.

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Pese a ese complicado contexto, tanto Angelo como Mogollón celebran que durante el discurso de la semana pasada, Lula haya pedido que al cierre de esta COP haya una hoja de ruta para “superar la dependencia de los combustibles fósiles y movilizar los recursos necesarios para lograr estos objetivos”.

Esta, a su vez, será una de las banderas que el Gobierno de Colombia quiere llevar a Brasil. Durante la cumbre, señaló el Ministerio de Ambiente, a través de un comunicado de prensa, el país dará a conocer más detalles de la Primera Conferencia Internacional para la Eliminación Progresiva de los Combustibles Fósiles, que se celebrará en el país.

En segundo lugar, la delegación también espera seguir posicionando la discusión sobre una reforma del sistema financiero internacional “que permita que el financiamiento climático no aumente la deuda de los países del Sur Global, sino que genere espacio fiscal y libere recursos para la acción climática y la conservación de la biodiversidad”.

Finalmente, el país buscar consolidar los puentes entre las convenciones de cambio climático y la de biodiversidad, un llamado cada vez más insistente desde que el Cali albergó la COP16 de biodiversidad hace poco más de un año. “Necesitamos que esta COP entregue resultados en materia de sinergias de cambio climático y biodiversidad. Desde Colombia, como presidentes de la COP16, llevamos esta bandera para la región y para el mundo”, apuntó Daniela Durán, jefe de la Oficina de Asuntos Internacionales del Ministerio de Ambiente.

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