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“Colombia tiene uno de los sistemas educativos más impresionantes de América”

¿Cómo ha cambiado la educación en Colombia en 20 años? ¿Qué puede aprender el sistema educativo de los videojuegos? ¿Está bien prohibir los celulares en los colegios? Estas son algunas de las preguntas que responde Andreas Schleicher, el arquitecto de las pruebas más conocidas a nivel mundial en educación, durante su más reciente visita a nuestro país.

César Giraldo Zuluaga

26 de agosto de 2025 - 07:00 p. m.
El físico alemán de 61 años es el creador del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE, más conocidas como las Pruebas PISA.
Foto: El Espectador - Gustavo Torrijos
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Entre quienes se mueven en el mundo de la educación, el de Andreas Schleicher es un nombre reconocido y respetado. Para quienes no se desenvuelven ese entorno, basta con decir que el físico alemán de 61 años es el creador del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE, más conocidas como las Pruebas PISA. Desde hace más de una década, también es el director de Educación y Competencias, así como asesor sobre política educativa del Secretario General de este “club de países ricos”, del que Colombia hace parte desde hace cinco años.

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Schleicher ha viajado por el mundo asesorando a casi un centenar de países sobre las políticas educativas. A Colombia vino por primera vez hace casi 20 años. En su más reciente viaje a nuestro país, donde participó de un encuentro organizado por la Fundación Empresarios por la Educación, conversó con El Espectador sobre los cambios que ha visto en el sistema educativo colombiano, los temas que le inquietan —la relevancia, la inteligencia artificial y los celulares—, y de lo que podríamos aprender si miráramos a países como Vietnam, entre otros temas.

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Esta vez vino a Colombia para hablar sobre la importancia de la evaluación en la educación. ¿Qué deberían estar midiendo los institutos de evaluación de países como el nuestro y por qué es tan importante hacerlo?

La evaluación es muy importante porque lo que evaluamos es aquello en lo que ponemos nuestra atención, y donde ponemos nuestra atención es donde ponemos nuestra acción, nuestras iniciativas y, por lo tanto, si nos fijamos en lo que no debemos, distorsionaremos la educación. Si nuestra medición está bien alineada con el futuro, entonces nuestra medición ayudará a los estudiantes a aprender mejor, a los maestros a enseñar mejor y a las escuelas a ser más eficaces.

Lo que creo que es muy importante en la medición es tener un buen equilibrio entre el desarrollo cognitivo, social y emocional de los jóvenes. El éxito académico es siempre una base muy importante. Si no sabes leer, sabes que no puedes hacer gran cosa en la vida. Pero también necesitamos jóvenes que puedan pensar por sí mismos, que puedan vivir y trabajar con personas diferentes a ellos, que puedan vivir en este planeta, que puedan conciliar el presente con el futuro mejor de lo que nuestra generación fue capaz de hacer.

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Así que creo que hay que encontrar formas de captar esos resultados de tal manera que se relacionen con el futuro de los estudiantes, no con nuestro pasado. Y el futuro podría ser muy diferente para los jóvenes de hoy. Por eso creo que pensar detenidamente en lo que queremos medir y luego desarrollar buenos instrumentos es, en mi opinión, la forma más influyente de configurar el futuro de la educación. Una vez más, lo que se mide es lo que se va a cambiar.

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Hace algunos años, académicos nos decían que en Colombia algunas evaluaciones son “autopsias”, porque llegan muy tarde y no se pueden abordar los problemas. ¿Cómo hacer evaluaciones completas pero pertinentes?

Uno de los mayores errores que hemos cometido en la historia de la educación fue separar el aprendizaje de la evaluación. Si nos remontamos lo suficiente en el tiempo, todas las personas aprendían a través del aprendizaje. Siempre se aprende de y con otras personas. No íbamos a la escuela, aprendíamos de personas que nos enseñaban y, cuando cometías un error, te daban una palmada en el hombro y te decían: “Oye, corrige eso”. El aprendizaje y la evaluación siempre estuvieron muy integrados. Cuando la escuela se industrializó, el aprendizaje y la evaluación se separaron. Te decíamos: “Tienes que acumular 10 años, 12 años de escolarización”, y luego, un día, te llamamos y te decimos “cuéntame todo lo que sabes en un entorno muy limitado y artificial», y lo llamamos examen. Y eso ha hecho que el aprendizaje sea superficial. Ha hecho que la enseñanza sea superficial. Y creo que lo que tenemos que hacer hoy es volver a unir ambos conceptos.

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Y puedo decirles que, en la evaluación PISA de este año, por ejemplo, no solo nos fijamos en los resultados. Prestamos mucha atención a los procesos de aprendizaje. Evaluamos cómo se resuelve un problema, no solo si se obtiene la respuesta correcta. Y creo que cada vez es más importante que demos a los jóvenes retroalimentación en tiempo real.

Les pondré un ejemplo. En 2018, observé cómo un alumno de primaria de Shanghái aprendía caligrafía. Y eso es un gran dolor de cabeza para los profesores chinos, porque, como saben, nosotros ya tenemos dificultades con 30 caracteres, y ellos tienen que aprender 4000. Y no es solo una técnica, es un arte para ellos. Los alumnos dibujaban sus caracteres en la mesa. Sobre la mesa tenían su teléfono móvil, que les daba retroalimentación en tiempo real sobre la calidad de su dibujo, porque en sus mesas tenían escáneres. Así, el alumno no tenía que esperar tres días a que el maestro corrigiera la tarea. Lo sabían en tiempo real. El profesor que estaba delante podía ver cómo los diferentes alumnos aprendían de forma diferente y podía acercarse a ellos y decirles: “Mira, quiero ayudarte con algo” o “quiero que te juntes con otros alumnos para aprender juntos a resolver ese tipo de problema”. El aprendizaje era dinámico porque el aprendizaje y la evaluación estaban completamente integrados. Y creo que ahí es donde tenemos que llegar en el futuro, a superar esa separación, a alejarnos de la autopsia para impulsar realmente un aprendizaje productivo con una evaluación continua.

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¿Saben por qué a los jóvenes les gustan los videojuegos? Por la evaluación. La evaluación te proporciona información continua y te ayuda a pasar al siguiente nivel. Y eso es algo que no hacemos lo suficiente en la educación. Hoy en día contamos con las herramientas tecnológicas. Podemos hacerlo.

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Vino al país por primera vez hace casi 20 años. ¿Qué cambios ha observado en la educación colombiana en estas dos décadas? ¿En qué se ha avanzado y qué retos persisten?

Considero que Colombia tiene uno de los sistemas educativos más impresionantes de América. De hecho, cuando hablo a nivel internacional, menciono tres sistemas en América. Uno es el de Brasil, otro el de Colombia y el tercero es el de Perú. ¿Por qué? Porque esos sistemas educativos han seguido mejorando. Y no se han limitado a hacer hoy esto y mañana aquello, sino que han seguido el camino de la mejora. Cuando vine aquí en 2006, Colombia no tenía unos estándares educativos reales. No sabían realmente en qué consistía una buena educación. No se lo decían a sus maestros. Hoy en día está bien establecido. Colombia ha desarrollado una gran capacidad. Se puede ver en los resultados del PISA. Ya saben, esos tres países, Perú, Brasil y Colombia, son los que han mejorado sus resultados en los últimos 20 años. Así que creo que es un buen modelo.

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Es un país en el que se puede decir claramente que el vaso está medio lleno, no medio vacío. No diría lo mismo de Argentina. No diría lo mismo de Chile. Creo que esos países son muy volátiles.

El reto sigue siendo la capacidad del sistema, no necesariamente el dinero, ya que los maestros tienen salarios bastante buenos en Colombia y los niveles de gasto han mejorado. Se trata más bien de cómo se utilizan y se distribuyen esos recursos para garantizar que los maestros más talentosos enseñen a los alumnos más difíciles. En este momento, los mejores maestros enseñan en las escuelas más fáciles de los barrios ricos. Y esas cosas aún deben abordarse, que los recursos deben ajustarse mejor a las necesidades. Si vienes de un entorno acomodado en Colombia, siempre tendrás las puertas abiertas en la vida. Si vienes de un entorno desfavorecido, solo tienes una oportunidad en la vida, y es encontrar un buen maestro o una buena escuela. Si pierdes esa oportunidad, todo en la vida se volverá en tu contra. Por eso creo que Colombia debe prestar más atención a la redistribución de los recursos en función de las necesidades.

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En general, creo que la dinámica es muy positiva.

Desde hace más de una década, Schleicher también es el director de Educación y Competencias de la OCDE.
Foto: El Espectador - Gustavo Torrijos

¿Qué puede aprender Colombia de los países que lideran PISA? Pero también, ¿qué puede aprender de países con condiciones similares?

Pueden fijarse en los vecinos, pero también les animaría a que se fijaran en países con ingresos similares en otras regiones del mundo. Siempre es más cómodo compararse con personas que se parecen a ti y que trabajan como tú. Pero a veces es importante dar un paso atrás y fijarse en un entorno completamente diferente. Fíjese en un país como Vietnam. Es un país relativamente pobre, pero que aborda la educación de una manera muy diferente y muy emprendedora, en la que se hace un gran esfuerzo para que todos los maestros sean excelentes dentro del sistema. No te conviertes en maestro y luego trabajas solo en tu salón de clases, como en Colombia, sino que todos los días trabajas con tus colegas: asistes a cursos de capacitación, haces experimentos, investigas. Ese sistema está evolucionando y, como sabes, Estados Unidos gasta diez veces más por alumno que Vietnam, y Vietnam obtiene mejores resultados. Es realmente impresionante y creo que es una comparación interesante para un país como Colombia, porque tiene una cultura de trabajo en la educación muy diferente. No es tan fácil trasladarlo al contexto colombiano, pero a veces creo que las experiencias más interesantes de la vida se obtienen al fijarse en lo inesperado. Así que hay buenas lecciones que aprender de eso.

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Y, hablando de Vietnam, ¿qué problema cree que Colombia podría solucionar si nos fijáramos en ese país?

La capacidad docente. En Colombia, la filosofía es que, si quiero mejorar la capacidad docente, primero tengo que diseñar un programa universitario, formar a los profesores y ponerlos en las escuelas. Eso lleva treinta años. En Vietnam dicen: “Vale, trabajen juntos. Si tienen dificultades como profesores, les pondré en contacto con un mentor de una escuela de alto rendimiento y harán un experimento juntos”. Se sigue invirtiendo en la capacidad de las personas que están en primera línea. Se crea un entorno de trabajo en el que, si tienes una idea como maestro, el gobierno te da un poco de dinero para experimentar con ella. Y si tienes éxito después de un año, el gobierno te dirá: “Vale, demuestra que puedes hacer que esto funcione en otras diez escuelas con otras personas”. Así que estás constantemente aprendiendo con y de tu sistema. No creo que haya ninguna razón por la que eso no se pueda hacer en Colombia.

De hecho, en el mundo académico, Colombia es muy similar. Si eres profesor aquí, escribes artículos, investigas, no porque te paguen, sino porque lo haces para contribuir a tu profesión. Y creo que a los maestros en Colombia no se les valora tanto por la contribución que hacen. Se les valora más por cómo enseñan a los alumnos. No se les considera protagonistas de su campo de especialización.

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¿Cuál es el asunto que más le preocupa de la educación en este momento?

La relevancia. Me preocupa que el mundo que nos rodea cambie tan rápidamente que la escuela se convierta en una especie de museo. Los estudiantes ya no verán que es relevante para sus vidas actuales y futuras. Y creo que corremos el riesgo de educar a los jóvenes para nuestro pasado y no para su futuro.

En cuanto a los contenidos, somos demasiado lentos a la hora de adaptar el aprendizaje a un entorno cambiante. Nos cuesta mucho lidiar con la tecnología. No se trata tanto de los recursos, sino de la pérdida de relevancia de la escolarización. Y los jóvenes se preguntarán: “¿Por qué debería ir a la escuela a estudiar algo que puedo buscar en ChatGPT?”. Por eso creo que debemos redoblar nuestros esfuerzos para que el aprendizaje sea más interesante y atractivo. Incluso en Colombia, cuando ves que los estudiantes abandonan la escuela, no suele ser por motivos económicos. Cuando les preguntas, la mayoría responde que la escuela era una pérdida de tiempo, que no les ayudaba a mejorar en lo que querían hacer. Creo que debemos prestar atención a esas señales, y esto es así en muchos países.

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En sus charlas y textos resalta este tema de la relevancia, ¿cómo hacer para que confluya con los temas importantes en contextos como Colombia?

Lo mejor es hacer que las escuelas sean un entorno más abierto. Las escuelas suelen ser muy buenas para mantener a los estudiantes dentro y al resto del mundo fuera. Y creo que cuanto más se involucren las escuelas con el mundo real, más relevante será el aprendizaje.

Le pondré un ejemplo. Participé en un programa en Inglaterra en el que descubrimos que muchos jóvenes no se involucran en la escuela porque no entienden por qué deben aprender ciencias y cosas por el estilo. Son materias escolares totalmente abstractas. Así que creamos un anuncio y dijimos: ¿quién de la población irá a las escuelas primarias para ayudar a los estudiantes a comprender su propio trabajo? Ya saben, no se necesita mucha formación, ni mucho tiempo. Y publicamos ese anuncio. Queríamos contar con 1.000 voluntarios para llevar a cabo nuestro experimento. En la primera ronda, conseguimos 47.000 voluntarios. La población se mostró muy dispuesta a participar. Cuando esas personas llegaron a la escuela, todo cambió. Recuerdo una de esas exposiciones en la que le pregunté a una estudiante después: “¿Has aprendido algo interesante?“. ¿Era una niña de primaria? Y ella me dijo: “Ha sido muy interesante, no sabía que las niñas podían ser electricistas”. Y eso fue en Londres, ya sabes, una gran capital, y de alguna manera se puede ver cómo las mentalidades están muy condicionadas por este entorno escolar artificial.

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A la mayoría de los estudiantes no les interesa mucho la ciencia. [Una vez, en un programa] había un policía haciendo una demostración de ciencia forense y estaba rodeado de jóvenes que intentaban ver cómo funcionaba. Así que, de nuevo, pregunté: ¿por qué no hacemos esto en la escuela normal? ¿Por qué ponemos al profesor de ciencias a escribir fórmulas y ecuaciones en una pizarra? Creo que es muy importante encontrar mejores formas de hacer que el aprendizaje sea más atractivo, más auténtico, más relevante y más experiencial.

Uno de los temas que más preocupa en la actualidad es la inteligencia artificial. ¿Qué opina de esta tecnología y cómo integrarla en la educación?

Me preocupa que la inteligencia artificial atrofie capacidades humanas importantes. Ya sabes, cuando empezaste a utilizar Google Maps, perdiste tu sentido de la orientación. Y creo que lo mismo ocurre con la inteligencia artificial. En la era de Google, haces una búsqueda y obtienes diferentes respuestas y tienes que pensar qué es relevante, qué utilizo, etcétera. En la era de la IA, todo está precocinado en una especie de mermelada de cosas que se te presentan como una única respuesta. Y ya no tienes ese reflejo de evaluar, de pensar críticamente. Simplemente te conviertes en un usuario más consumista del conocimiento y menos creativo. Hemos visto un deterioro de las habilidades de lectura porque ya no leemos textos complejos y divergentes. Leemos fragmentos de información que confirman nuestras perspectivas. Así que sí, creo que eso es real, esa es mi preocupación y creo que el mejor antídoto es enseñar las habilidades más humanas. Lo mejor que podemos hacer para preparar a las personas para el mundo de la inteligencia artificial no es a través de la tecnología, sino ayudando a los jóvenes a pensar por sí mismos, a pensar críticamente, a ser capaces de desarrollar empatía y habilidades sociales.

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Esas cosas son muy, muy importantes y me preocupa que no hagamos lo suficiente. Los humanos siempre hemos sido mejores inventando cosas nuevas que utilizándolas con prudencia. Y creo que eso es lo que vemos muy claramente aquí, que la tecnología está muy por delante de nuestra capacidad para usarla con intención. Hoy en día hay estudiantes que escriben sus tareas escolares con ChatGPT y profesores que las califican con ChatGPT. Y uno se pregunta: ¿cuál es el objetivo de todo esto?

"La prohibición de los teléfonos inteligentes es muy sensata", dice Schleicher.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada

Y relacionado con el uso de la IA aparece la batalla contra las pantallas. Varios países han prohibido los celulares en las clases. En Colombia algunos colegios han seguido este camino. ¿Cómo ve esta situación?

Es una pregunta interesante, muy controvertida y debatida en los países. Creo que el uso intencional de la tecnología en el aula puede ser muy eficaz. Hay países en los que los maestros se han convertido en muy buenos usuarios de las tecnologías en la educación.

El uso consumista que hacen los estudiantes de sus propios teléfonos inteligentes en la escuela solo tiene aspectos negativos. En ese sentido, la prohibición de los teléfonos inteligentes es muy sensata. Sinceramente, sin duda para los niños pequeños, pero no creo que los teléfonos inteligentes aporten nada bueno a los estudiantes.

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Otro problema es el desprecio por el conocimiento y la educación. Presidentes y empresarios de varias partes del mundo participan de esto. ¿Cómo revalidar la importancia de la educación?

Esto me preocupa. En realidad, la educación es el mejor antídoto para esto. Piensa en la educación STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). No es solo una educación para formar ingenieros, sino una educación que construye un mundo basado en la evidencia, en el que compartimos una realidad. Creo que es increíblemente importante que tengamos algo que podamos aceptar como la realidad que nos rodea. Si perdemos eso, si cada uno desarrolla su propia verdad y su propia opinión, como seres humanos, nos aislamos totalmente. Y creo que eso es un riesgo muy, muy grande. Y la tecnología, por desgracia, está en el lado negativo de eso. Cuando era niño y te hubiera dicho que la Tierra era plana, me habrías dicho que estaba loco, que solo tenía que mirar fuera para ver que la Tierra era redonda. Hoy en día, si te digo eso, sabes que habrá millones de personas que estarán de acuerdo conmigo y reforzarán esa creencia, por lo que cualquier cosa se convierte en realidad. Creo que solo los estudios académicos, en particular los estudios científicos, pueden ayudarnos a construir una realidad compartida y una visión del mundo basada en la evidencia. Y creo que eso es de vital importancia. Si perdemos eso como seres humanos, lo habremos perdido todo. Nos convertimos en esclavos de algoritmos que nos dicen lo que está bien y lo que está mal.

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En algunas entrevistas ha dicho que se deberían enseñar menos cosas con mayor profundidad. ¿Qué temas deberían estudiarse de manera más profunda?

Si pensamos en la ciencia en la actualidad, los estudiantes en Colombia acumulan muchos conocimientos sobre química, física y biología, pero no aprenden a pensar como científicos. Se les enseñan los resultados de un experimento, a memorizarlos y a reproducirlos en un examen, pero no se les enseña el diseño de ese experimento. Y creo que lo que quiero decir con menos cosas, pero más profundas es: ¿puedes pensar como un científico? ¿Entiendes la naturaleza del pensamiento científico? Eso es muy importante, porque si lo entiendes, más adelante en la vida podrás aprender lo que quieras en ciencia.

Me refiero a estas habilidades de pensamiento, si eres capaz de comprender los fundamentos de la disciplina, y eso no requiere mucho contenido, entonces creo que tendrás mucho éxito como estudiante.

¿En qué otras cosas se fijarán en las pruebas PISA de este año?

Vamos a poner mucho énfasis en el aprendizaje en el mundo digital, analizando las estrategias de aprendizaje que tienen los estudiantes, si pueden establecer sus propios objetivos de aprendizaje, supervisar su progreso, comprender cómo se produce el aprendizaje y desarrollar intencionadamente estrategias innovadoras para la resolución de problemas. Por eso hemos prestado mayor atención a los resultados sociales y emocionales de los estudiantes. La curiosidad, la empatía, la resiliencia, la capacidad de acción, todas esas cosas se han convertido en aspectos importantes de PISA.

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Cuando en 2023 salieron los últimos resultados de las pruebas PISA, varios analistas nos dijeron que lo peor de la pandemia no se vería sino hasta las próximas pruebas. ¿Cree que será así?

No creo que debamos fijarnos solo en el aspecto negativo de la pandemia. Durante la pandemia, los estudiantes tuvieron que asumir más responsabilidad por su aprendizaje, aprender más por su cuenta y organizar su aprendizaje. Y los maestros a menudo asumieron una mayor responsabilidad por los estudiantes. Y, sí, habrá efectos negativos, pero también hay una importante transformación tecnológica. La pandemia ha contribuido más a transformar la tecnología en las aulas que 20 años de desarrollo docente.

Creo que veremos ambos impactos. La pandemia también ha sido una experiencia difícil para la educación, pero en cierta medida transformadora. Los cambios reales en la educación suelen producirse en crisis profundas. La educación es un sistema social muy conservador. Los padres se ponen muy nerviosos cuando sus hijos ya no aprenden lo que era importante para ellos o cuando aprenden cosas que ya no entienden. Los maestros enseñan más como les enseñaron a ellos que como les enseñaron a enseñar. A veces, cuando hay una interrupción, se genera una energía positiva en el sistema. Creo que la pandemia ha contribuido a ello.

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