¿Hay riesgo de que el Grupo de La Haya termine siendo más simbólico que realmente efectivo?
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Por supuesto, el riesgo siempre existe, y muchas de las acciones en torno a Palestina han quedado en mera simbología. Lo que más me preocupa es, además de la relajación y el abandono del cumplimiento del derecho internacional, el hecho de que incluso cuando los Estados miembros toman medidas contundentes —por ejemplo, acudir a la Corte Internacional de Justicia o sumarse a los procedimientos de la CPI— no sucede nada.
Esto, además de traicionar los derechos de los palestinos, que confían en la comunidad internacional para hacer valer su derecho a la autodeterminación bajo ocupación y no cuentan con medios efectivos para protegerse, envía un mensaje muy peligroso a las nuevas generaciones: aunque tengan derechos, lo mejor es tomar la justicia por sus propias manos, porque nadie más los va a proteger.
Ya vivimos en un mundo donde el poder hace la ley, y vamos en camino a consolidarlo. El hecho de que los miembros del Grupo de La Haya no habrían iniciado todo esto de no haber estado realmente comprometidos a dar pasos concretos aumenta el riesgo de que el esfuerzo se diluya o se quede en nada, sobre todo ante la enorme presión e intimidación ejercida por Israel, Estados Unidos y otros actores clave.
También me inquieta que la incorporación de otros Estados sin un compromiso firme debilite su efectividad. Aun así, confío en el proceso: he hecho todo lo posible por apoyarlo, por acompañarlo y por seguir inculcando que la política debe regirse dentro de los límites del derecho internacional, y espero que así sea.
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Algunos dicen que emplear el término “genocidio” puede volverse en contra en espacios diplomáticos ¿Cómo respondería a eso?
En otro contexto, yo lo comparo con ir al médico y que te dé un diagnóstico muy grave: la familia se queja, porque el mal diagnóstico provoca rechazo, pero tú necesitas una cura, ¿verdad? Por eso hace falta el diagnóstico adecuado, porque solo así se encuentra la cura correcta. Y esto no es simplemente crímenes de guerra o crímenes de lesa humanidad: es genocidio, porque existe la intención de destruir a los palestinos en Gaza como tal, y esa destrucción ya se está filtrando hacia Cisjordania. Ya en octubre de 2024 trazaba líneas directas y conexiones entre el número de ejecuciones extrajudiciales, los ataques al sistema de salud y otras medidas como detenciones arbitrarias y la práctica de la tortura.
Necesitamos entender qué está ocurriendo para hallar las medidas y soluciones adecuadas, y es imprescindible detener a Israel de una forma u otra. Detrás de este genocidio hay un plan de erradicación del pueblo palestino; no es producto de mi imaginación. Están pidiendo la expulsión de los palestinos de Gaza —apoyada por el 80 % de la sociedad israelí—, celebran la muerte de niños y la destrucción de todo un entorno de vida.
Creo que, en el futuro, tanto israelíes como palestinos necesitarán más procesos de sanación, porque será muy difícil recuperarse de los genocidios que se han cometido una vez que se reconozca que se han llevado a cabo.
¿Cómo la han afectado las sanciones estadounidenses en la práctica y en lo personal?
Esto va a afectar mi vida, de verdad. Es algo más que mi trabajo. No es una experiencia agradable que sancionen a cualquiera que coopere o tenga cualquier tipo de relación conmigo que pueda implicar un aspecto económico: desde pagos con tarjeta de crédito hasta cualquier forma de contrato o empresa en conjunto. Incluso de forma técnica, alguien que me invite a almorzar podría ser considerado responsable.
Por supuesto, va a afectar mi vida. Al mismo tiempo, desprecio estas medidas; reconozco que son técnicas de intimidación al estilo mafia, diseñadas para silenciarme y detener mi trabajo. Siempre les digo a las personas: no se rindan. Es importante mantenerse unidos, porque es fácil derribar a uno, pero es imposible derribar a toda la comunidad. Por eso hago un llamado a que la gente permanezca unida.
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Muchos medios de comunicación aún evitan calificar de genocidio lo que ocurre en Gaza. ¿Cree que los periodistas deberían cambiar su enfoque?
¿Tienen expertos legales o historiadores en los medios que digan que no es un genocidio? ¿Por eso no lo llaman así? Si no, entonces es una postura política. Es decir, no están haciendo lo que el periodismo debería hacer: observar los hechos, analizarlos, consultar expertos. Bueno, eso dice mucho sobre su ética.
¿Cuál espera que sea el papel de Colombia, más allá de simplemente ser anfitrión de esta cumbre?
Creo que una de las razones por las que tenía tantas ganas de venir a Colombia —y no tenía idea de lo hermosa que es— fue porque tampoco sabía lo cálida y apasionada que podía ser su gente. Ha sido una experiencia dentro de la experiencia. Pero tenía muchas ganas de venir porque necesitaba esto. Este gobierno, el Presidente, ha sido extremadamente abierto y valiente al nombrar las cosas por su nombre. Y dejar de lado el juego de que no se puede hablar de genocidio porque, supuestamente, necesitamos conclusiones judiciales para determinar si lo es.
Según ese principio, no podríamos llamar genocidio al genocidio armenio. Según ese principio, tampoco podríamos llamar genocidio al exterminio de los pueblos originarios en América o a los millones de personas asesinadas en esta misma región debido al colonialismo secular. Tampoco podríamos llamarlo genocidio en el caso de Australia, y así sucesivamente.
Técnicamente, el Holocausto en su momento no fue definido legalmente como genocidio. ¿Significa eso que no fue un genocidio? Por supuesto que no. Y ahora, Colombia también ha anunciado que dejará de suministrar carbón y armas a Israel. Pero el punto es que los envíos de carbón desde las minas más grandes, que están en Colombia, siguen ocurriendo. Y mira la paradoja: eso es por culpa de multinacionales, de corporaciones estadounidenses. Las multinacionales hacen lo que quieren, no les importa o, en algunos casos —aunque no en el de Colombia— incluso influyen en decisiones políticas.
Mi recomendación para Colombia ha sido que investigue y se asegure de que esas transferencias se detengan. Pero además, he recomendado que suspenda el tratado de libre comercio con Israel y rompa relaciones. Esto es lo que todos los Estados miembros deberían hacer. Y no es una acción contra Israel como tal, sino contra el gobierno de Netanyahu, que ha cometido crímenes, incluso homicidio masivo.
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¿Cree que estamos asistiendo a un verdadero punto de inflexión para la justicia internacional?
Sí, creo que estamos en un punto de inflexión. Solo que no sé… cuando estás justo antes de doblar la esquina, no sabes qué viene después. Porque esto es definitivo: o tendremos una reafirmación clara de la justicia, o no. Y la mayoría de los Estados miembros aún no han llegado a ese punto. Mira a Europa: el hecho de que hoy Europa haya vuelto a confirmar la validez del acuerdo de asociación es una vergüenza. Ningún europeo, entre 450 millones de personas, debería cargar con la responsabilidad de que Europa esté apoyando un genocidio. ¿Y por qué? Por ganancias.
Estamos muy lejos de la justicia, pero también es cierto que estamos en un momento en el que la gente está tomando este tema en sus propias manos. Por eso creo que es importante que protesten, que hagan huelga, que se nieguen a formar parte de este círculo de complicidad. Todos debemos mirar en qué ponemos nuestro dinero, dónde tenemos nuestros ahorros.
Con qué aseguradora, qué productos compramos, qué empresa usamos para irnos de vacaciones… Incluso nuestras propiedades inmobiliarias. Todos estamos conectados con eso, y las empresas son solo la punta del iceberg.
¿Cuál cree usted que sería el mayor error que podrían cometer en este momento las voces pro-Palestina?
Mira, es muy lamentable que después de tantos años, las voces palestinas —tan elocuentes y articuladas— no solo sean ignoradas, a pesar de su necesidad desesperada de ser escuchadas, sino que además estén siendo asesinadas. Están siendo culpadas, difamadas y silenciadas. Merecen su espacio. Por supuesto, puede haber errores en el proceso, errores estratégicos.
Pero hasta ahora, sinceramente, la sociedad civil palestina en general —que incluye a muchos académicos y profesionales que han viajado hasta Colombia para interactuar con los Estados miembros— ha recibido muy poca atención por nuestra parte. Son personas fenomenales. Cuando los miras, cuando los escuchas —por ejemplo, al movimiento BDS, a los académicos palestinos y a quienes están conectados con las distintas partes del movimiento, pero no solo ellos— todos han investigado y forman parte del sistema, del proceso. Por supuesto que pueden cometer errores, pero ¿quién no? Somos humanos.
Probablemente, los errores más grandes siguen siendo cometidos por los Estados miembros al no escuchar a estas personas, por ejemplo.
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