El lastre político que arrastra Barrancabermeja con sus alcaldes (IV)

Tras la desmovilización de los paramilitares vino el programa de Justicia y Paz, del cual se aprovecharon varios desmovilizados para seguir persiguiendo a la izquierda y a otros políticos que se oponían a sus acciones.

Redacción Judicial
13 de febrero de 2018 - 11:23 p. m.
David Ravelo llevó su caso hasta el sistema interamericano. Se presentó además en la JEP, en "calidad de inocente". / Foto: archivo El Espectador
David Ravelo llevó su caso hasta el sistema interamericano. Se presentó además en la JEP, en "calidad de inocente". / Foto: archivo El Espectador

Los primeros en advertir la treta de los paramilitares en Barrancabermeja fueron los líderes de izquierda, en especial los de la Corporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (Credhos), la Unión Sindical Obrera (USO) y la Organización Femenina Popular (OFP). Por eso acudieron ante el fiscal Mario Iguarán para denunciar la puesta en marcha de un plan para señalarlos como guerrilleros a través de las manipuladas confesiones en Justicia y Paz.

En particular, el expresidente de la USO, Hernando Hernández, señaló al jefe paramilitar Julián Bolívar de ser el artífice de estos montajes que, en su caso, pretendían comprometerlo en supuestos pactos con Carlos Castaño. En su libro “Paracos”, el periodista Alfredo Serrano recuerda como, por esos días, la frase favorita de Ernesto Báez, asesor político del Bloque Central Bolívar, era que debían anticiparse a contar la historia.

Confesaron verdades que llevaron a prisión a varios dirigentes políticos de Santander untados por los dineros del paramilitarismo, pero también, pescando en el río revuelto del macro escándalo judicial, propiciaron testimonios falsos para engañar a la justicia, enlodar a sus opositores y seguir afianzando su victoria política. Uno de esos fraudes fue el libro “Las guerras del Magdalena Medio”, escrito por el catedrático Orián Jiménez.

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El libro, que hizo énfasis en diversos señalamientos contra los dirigentes de izquierda, como quedó probado ante la justicia, realmente fue direccionado por Julián Bolívar. En una declaración judicial, el fotógrafo de Barrancabermeja, Jesús Villamizar admitió que, a petición del jefe militar del Bloque Central Bolívar, entre finales de 2007 y comienzos de 2008, lo visitó en la cárcel de Itaguí y le vendió varias fotos que aparecieron en el referido texto.

De igual modo, a raíz de los enredos desatados por la amalgama de verdades y mentiras en Justicia y Paz, también trascendió quién era el paramilitar más utilizado para fraguar esos montajes: Mario Jaimes Mejía, alias el Panadero. Partícipe de la masacre de mayo de 1998, detenido en La Modelo de Bogotá desde 1999 e implicado en el secuestro de la periodista Jineth Bedoya en 2000, el procesado fue clave en la maquinación.

No solo que el Panadero fue fuente principal del libro “Las guerras del Magdalena Medio”, sino que antes de que emprendiera sus aleccionadas confesiones en Justicia y Paz, tuvo dos encuentros directos con Julián Bolívar. Uno en la cárcel de Palogordo en Bucaramanga y otra en la de Itaguí. En consecuencia, en vez de sus declaraciones por sus andanzas en el mundo del paramilitarismo, resultó contando detalles de sus días como guerrillero.

Antes de 1996, cuando se enroló a las Autodefensas de Santander y el sur del Cesar, el Panadero había sido miliciano del frente 24 de las Farc. Por eso declaró haber intervenido en muchas de sus acciones ilegales, sin ahondar en detalles. En cambio, fue incisivo para referir que había intervenido directamente en un hecho que causó dolor en el pueblo barranqueño: el asesinato del dirigente del FILA, David Núñez Cala, ocurrido el 5 de abril de 1991.

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El Panadero manifestó que él conducía la moto desde la cual un sicario segó la vida de David Núñez, pero agregó que el crimen había sido planeado en un restaurante del puerto, agregando dos nombres a ese encuentro: el dirigente de izquierda David Ravelo y el político fundador del FILA, Aristides Andrade. Paradójicamente, ambos dirigentes, desde orillas contrarias, habían sido férreos opositores de la influencia paramilitar en el puerto.

En el caso del exdirigente de la Unión Patriótica y el Polo, David Ravelo, el propio Ernesto Báez declaró que siempre fue reticente a un acercamiento con el paramilitarismo, y que los concejales de Barrancabermeja habían dispuesto que cualquier encuentro debía ser sin la presencia de Ravelo. Igual, la justicia le dio credibilidad a el Panadero y estuvo preso durante casi siete años. Hasta que se acogió en 2017 a la JEP en procura de aclarar el montaje.

En cuanto a Andrade, el señalamiento del Panadero contravino de entrada la condición del señalado como mentor público de David Núñez. Pero lo mismo que Ravelo, terminó inmerso en un caso judicial que va por los diez años, mientras el Panadero hoy afronta un proceso paralelo como testigo falso. Más allá de los vericuetos de este laberinto judicial, quedó claro que, a instancias de Justicia y Paz, Ernesto Báez y Julián Bolívar empezaron a acomodar versiones

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Fue la misma época en la que accedió a la alcaldía Carlos Contreras, derrotando al liberal Pedro Flórez.  En esa pugna también intervino la exconcejal Claudia Andrade, quien vio disminuida su opción cuando la ciudad amaneció empapelada con una foto que lleva 30 años circulando. Fue tomada en 1984, cuando Horacio Serpa, autorizado por el presidente Betancur y sus diálogos de paz, se reunió con el frente 20 de las FARC acompañado por Aristides Andrade.

A Serpa, en sus campañas presidenciales de 1998 y 2002, se la sacaron para asociarlo con la guerrilla. A Aristides Andrade para impedir que desde esa reunión hasta 2002 oficiara como congresista. En la pelea por la alcaldía de Barrancabermeja 2008, la repartieron editada, sin Serpa y otros, acompañada de una leyenda para sembrar cizaña: “Camarada Aristides, con su apoyo y su hija ganaremos para la guerrilla nuevamente a Barrancabermeja”.

No es el único caso que sigue concentrando el interés de magistrados y jueces por subrepticios juegos políticos en Justicia y Paz. Entre otros episodios similares, en la memoria de los barranqueños también está vivo el recuerdo del 15 de febrero de 2011, cuando en Bogotá fue capturado en plena audiencia pública, el abogado Ramón Ballesteros, señalado de intentar el soborno de un exparamilitar y así favorecer a varios congresistas.

El exoficial del Ejército y exparamilitar David Hernández denunció que Ballesteros le ofreció US$100.000 para que favoreciera en sus declaraciones a los congresistas de Santander, Luis Alberto Gil, Alfonso Riaño y Ciro Ramírez,; y que detrás del soborno estaban Julián Bolívar y Ernesto Báez, tratando de darle el golpe de gracia a la parapolítica. La maquinación principal siempre fue contra el investigador de la Corte Suprema, Iván Velásquez.

(Vea en la primera entrega de este tema los inicios de la problemática relación que ha tenido Barrancabermeja con sus mandatarios locales. 

Vea en la segunda entrega de este tema la historia de cómo el paramilitarismo empezó a hacer sombra en el puerto petrolero.) 

(Vea en la tercera entrega de este tema cómo se fueron estrechando los lazos entre políticos y paramilitares en Barranca)

A pesar de las trampas, como en otras regiones, en Santander la parapolítica dejó al desnudo los pactos que se fraguaron entre políticos y autodefensas, con la captura del Estado a partir de sus elegidos. No obstante, también infestó el aire de señalamientos sin pruebas, mientras Julián Bolívar y Ernesto Báez, a salvo tras la extradición de 14 jefes paramilitares a Estados Unidos en mayo de 2008, siguieron maquinando entre verdades y mentiras.

 

Espere en nuestra quinta y última publicación el cierre del círculo: de cómo por fin llegó a la Alcaldía el eterno candidato de Horacio Serpa, Darío Echeverri, hoy investigado por un supuesto fraude electoral y detenido por ello desde la semana.

Por Redacción Judicial

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