Mientras el mundo entero anda paniqueado, la economía global está colapsada y la vida de millones de personas se ha alterado...
Mientras el desempleo y la hambruna amenazan con producir una revolución sin antecedentes, dándole paso a un giro violento en la política de todos los países del orbe...
Mientras se hacen ingentes y desesperados esfuerzos por encontrar la vacuna salvadora en una carrera con prisa y sin pausa...
Mientras siguen muriendo millones de personas, los rebrotes están descontrolados y se propaga la pandemia de manera geométrica...
Mientras el confinamiento tiene enfermo a medio mundo y la salud mental es la otra pandemia, con cientos de miles de personas que están encerradas muriendo en vida, sin ninguna motivación para seguir...
“Ese gigante dormido que cuando despierte va a estremecer al mundo entero”, según las palabras de un célebre politólogo, y que es la China, nación donde se originó el mortal coronavirus, parece estar pasando de agache. Es poco lo que se sabe de sus investigaciones para dar con el antídoto salvavidas, que debería ser una prioridad urgente e inaplazable, habida cuenta de su responsabilidad por la paternidad que les asiste.
He revisado las informaciones sobre el particular y no encontré un adelanto o un pronunciamiento en torno a lo que ellos están más que obligados a descubrir o inventar: la famosa vacuna para evitar que se contagien y mueran cada vez más personas víctimas del fatal virus, que habría aparecido —y no sé cómo— en sus sofisticadísimos laboratorios.
Estados Unidos, Rusia y muchos países europeos están probando ya una vacuna eficaz, a tal punto que se asegura que en esta próxima Navidad comenzará la vacunación masiva en la nación del Tío Sam, Rusia, España, Francia, Reino Unido, Italia, entre otros. A Latinoamérica, por ejemplo, en donde todos nos llega tarde, arribará con suerte a mediados de 2021.
En tanto, uno se pregunta: ¿y la China qué?