Aunque desde hace algunos años los hijos del expresidente Álvaro Uribe Vélez, Tomás y Jerónimo, no hacen parte oficialmente de las filas del Centro Democrático, la condena contra su padre, conocida hace dos semanas, y la agitación que se dio tras el magnicidio del senador y precandidato Miguel Uribe Turbay han vuelto a poner sus nombres en el debate público y con cierta carga electoral.
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Y no solo por haber hecho presencia en las marchas que se realizaron en varias ciudades a favor del exmandatario y en rechazo a la sentencia a 12 años de prisión domiciliaria que pesa en su contra, sino por la exposición que han sostenido en escenarios internos e internacionales para hablar del caso de su padre y de cómo –desde su óptica– el Gobierno del presidente Gustavo Petro debe ser derrotado en las urnas en 2026.
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De hecho, Jerónimo –el menor de los herederos del líder natural del Centro Democrático– asistió este 13 de agosto a los oficios religiosos que se realizaron en la Catedral Primada de Bogotá por Uribe Turbay y, desde allí, emitió una corta declaración sobre el crimen contra el legislador de las toldas de su progenitor y aprovechó para referirse al expediente por el que el exmandatario está recluido en su vivienda personal en Rionegro (Antioquia), lo que le impidió estar en todos estos actos.
“La muerte de Miguel es una tragedia que nos duele mucho; Miguel es, sin duda, el mejor de su generación. Nos duele por su familia, nos duele por Colombia. En lo personal, como dije, me duele estar aquí. Miguel despertó en Álvaro Uribe un cariño, una admiración y una esperanza que yo llevaba mucho sin ver en él, y debería ser él quien debería estar aquí presente dándole ese mensaje y esa compañía a su familia”, aseguró al término de la misa exequial, a la que asistió junto a su madre, Lina Moreno, y durante la cual se sentó justo en la fila de atrás de la que estaban, entre otros, el expresidente y nobel de Paz Juan Manuel Santos.
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Ese hecho simbólico no es menor, pues los Uribe y la colectividad de oposición que los representa han fustigado constantemente a Santos por el Acuerdo de Paz que se firmó en 2016 con las extintas Farc y, de paso, han movido el relato en torno a que esa sería la base de por qué el líder máximo del Centro Democrático estaría detenido. Todo eso, por supuesto, ha sido rechazado por el exmandatario.
Pero la relevancia pública que están tomando los hijos del expresidente Uribe en las últimas tres semanas también se evidencia, precisamente, en las marchas del pasado 7 de agosto. Jerónimo estuvo en los recorridos que ese día se hicieron por Medellín y en un momento que tomó un megáfono para hablar desde un punto del centro de la capital antioqueña fue ovacionado; su mensaje fue en torno al expediente contra su papá –que desde este miércoles está oficialmente en apelación– y cómo, desde su punto de vista, debería darse un giro de fondo en el país.
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Y su hermano, el mayor de los hijos de Uribe Vélez, Tomás, hizo un recorrido reciente por Estados Unidos para dialogar con sectores políticos y otros frentes que tienen afinidad con la administración del magnate republicano Donald Trump. Si bien todo se enmarcó en el caso de su papá, los mensajes en clave electoral no dejaron de estar presentes.
De hecho, a través de sus redes, recientemente dijo que “sin oposición no hay democracia; sin democracia no hay libertad”, mensaje que, más adelante, complementó con otro más directo: “En 2026 debemos unirnos, ganar”.
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Todos estos pasos en los escenarios públicos, sumados a la férrea defensa de lo que consideran es la inocencia de su papá –quien también pidió respeto por ellos en medio de las audiencias de la lectura de condena–, han llevado a que dentro del Centro Democrático y otros estamentos de derecha se abran análisis sobre la conveniencia o no de que sus nombres aparezcan con el aval de la colectividad en los tarjetones del próximo año.
El Espectador ahondó en esos escenarios y, de entrada, confirmó que en ninguna instancia decisiva de ese partido se ha tocado el tema, pero sí encontró que la posibilidad se ha ventilado por ser, en últimas, dos personas con reconocimiento nacional –más allá de sus polémicas, que han tocado hasta escenarios judiciales– y que tienen el apellido de quien es considerado el político más influyente de las dos últimas décadas.
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Incluso, varias fuentes de ese partido les confirmaron a reporteros de este diario que se han dado diálogos informales y algunos cruces de mensajes para explorar caminos, pero hasta ahora sin un rumbo claro que derive en una participación concreta. Eso sí, en especial desde el Congreso y otros sectores que han acompañado de tiempo atrás al expresidente Uribe, quieren seguir moviendo estas posibilidades.
Pero eso tiene hasta ahora un muro. En efecto, personas del círculo de confianza de Tomás y Jerónimo Uribe Moreno aseguraron que, por un lado, los dos quieren estar alejados de espacios mediáticos hasta tanto no se defina de fondo el expediente de su padre; y que, por el otro, los escenarios electorales no estarían entre sus planes en el corto o mediano plazo.
Lo que han venido haciendo en cuanto a la exposición pública que están acrecentando, según esas fuentes, se debe a la intención de moverse en la defensa del expresidente Uribe Vélez y que este, si las cosas salen judicialmente a su favor, pueda regresar de forma directa a ejercer oposición a la administración del presidente Petro.
Eso implicaría que retome las riendas públicas del Centro Democrático y siga dirigiendo a su partido para intentar recuperar el poder a través de las elecciones del 8 de marzo (Congreso) y del 31 de mayo (Presidencia) de 2026. Y de ahí que los nombres de los herederos del exmandatario suenen con fines electorales, pese a la negativa que han expresado en torno a dar un paso de esa naturaleza.
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No obstante, la colectividad de oposición no está quieta. Este 17 de agosto, en los 800 municipios del país donde tiene presencia, se hará una misa por la memoria de Miguel Uribe Turbay y la libertad de Álvaro Uribe Vélez, pero tendrá un punto más: pasadas las 10:30 a.m. se espera que el exmandatario y los cuatro precandidatos –María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Paola Holguín y Andrés Guerra– hagan intervenciones que, por el momento en el que está el escenario nacional, tendrán una altísima carga política.
Además, tal cual lo reveló hace dos semanas El Espectador, es cuestión de días para que se oficialice que la candidatura final de quien enarbolará las banderas uribistas saldrá de una encuesta que se realizará en octubre o noviembre próximo, y que las listas al Congreso deben tener un impulso clave para mantener espacios de decisión. Lo que no está del todo claro es si las dejarán cerradas, como se habló en un cónclave en Llanogrande el pasado 23 de julio, con Uribe a bordo, o si se abrirán por petición de otras voces que lo han pedido.
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También ya es un hecho que nuevas aspiraciones presidenciales no se aceptarán dentro del partido, para respetar el proceso de los cuatro que siguen en contienda, pero se dejó abierta la puerta para hacer una consulta en marzo próximo entre sectores de centro-derecha y derecha que incluiría al ungido del Centro Democrático y a otros aspirantes como Vicky Dávila, Abelardo de la Espriella, Juan Carlos Pinzón, Mauricio Cárdenas, David Luna y, entre otros, el exvicepresidente Germán Vargas Lleras (Cambio Radical), si termina volviéndose a lanzar al ruedo.
Por ahora, lo claro es que Tomás y Jerónimo Uribe Moreno seguirán buscando espacios de defensa para el expresidente Álvaro Uribe –aunque en política no hay “noes” definitivos y aún les coquetean para dar el salto electoral– y el Centro Democrático, tras tramitar el magnicidio de Uribe Turbay, retomará la campaña por intentar recuperar el poder. La izquierda, con el presidente Petro a la cabeza, tampoco está quieta en su intención de dar la batalla en las urnas y apostar por la reelección del progresismo en 2026.
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