Si en algo pueden coincidir el presidente Gustavo Petro y su homólogo estadounidense, Donald Trump, es que las relaciones entre Colombia y Estados Unidos no están en su mejor momento. En 2025 aterrizó por segunda vez el magnate republicano en la Casa Blanca –esta vez con el primer gobierno de izquierda colombiano– y la diplomacia tuvo que ponerse a toda marcha para que entre sus amplias diferencias ideológicas no se rompiera en ningún momento el diálogo.
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Es el mismo panorama que se prevé para 2026, cuando las tensiones internas en Colombia estarán a tope por cuenta de un debate electoral que se inició este año y en el que la política exterior ha venido tomando cada vez más relevancia. Y si bien este año inició con el “impase” de los deportados, con crisis más fuertes que van en la inclusión del mandatario, su primogénito Nicolás Petro, la primera dama Verónica Alcocer y el ministro del Interior, Armando Benedetti, en la lista de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), de ninguno de los dos lados ven cercana la posibilidad del rompimiento de relaciones. Al menos en lo comercial y lo militar se mantienen en buen estado.
Allí es donde entra a jugar el factor elecciones. Desde Estados Unidos están pendientes del resultado de los comicios por la posibilidad de que el próximo año sea elegida una persona que, a diferencia de Petro, esté más dispuesta a “cooperar”. Con eso en mente, es que el mismo embajador (e) en Colombia, John McNamara, entabló diversas reuniones con los precandidatos presidenciales de todas las orillas ideológicas.
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“Esto no se trata de izquierda ni derecha, esto se trata de una persona que simplemente no coopera con nosotros (...). Sin duda, la postura que ha tomado contra Estados Unidos ha afectado a nuestra relación, no hay duda de eso”, aseguró el secretario de Estado, Marco Rubio, esta semana.
Pero en lo que deriven las elecciones solo se conocerá el 31 de mayo, fecha de la primera vuelta presidencial, y en el entretanto, al menos en lo diplomático, se están tratando de apaciguar las aguas. Por ello es que en las últimas semanas se avanzó en una estrategia que permitiera ampliar los canales de comunicación entre ambos mandatarios, por lo que el jefe de la misión diplomática en Washington, Daniel García-Peña, ha estado teniendo varios encuentros con congresistas.
Y aunque había una orden de explorar la posibilidad de recibir el apoyo de firmas de cabildeo con el propósito de mejorar esas relaciones, no ha habido, desde entonces, una directiva de la Casa de Nariño sobre el tema y, según supo El Espectador, los precios que manejan esas compañías, a veces cerca de los USD 300.000 por mes, superan el presupuesto asignado para la embajada, por lo que esa aspiración quedará en veremos.
En vilo también ha quedado un posible encuentro —incluso solo una llamada— entre Petro y Trump. La propuesta se ha esbozado desde este lado, pues trascendió que el magnate republicano había tenido una conversación telefónica con quien es uno de sus enemigos frontales, el líder del régimen venezolano, Nicolás Maduro, pero no parece haber voluntad para seguir explorando esa vía. Tampoco han caído bien las pullas que ha lanzando el presidente colombiano a McNamara y su cercanía con sus opositores. En estos próximos ocho meses del presidente Petro en el poder, esa posibilidad es más lejana.
Lo que sí está previsto es el aterrizaje de una comitiva colombiana en Estados Unidos para la primera reunión del Consejo de Seguridad de la ONU. Colombia asumirá por primera vez el puesto de miembro no permanente, lo que significa que ostentará ese asiento por solo dos años, y entrará en discusiones claves en las que el gigante nortamericano es un actor decisivo. Precisamente en esa instancia fue que, en medio de los ruidos de la relación Colombia- EE. UU., se eliminaron las funciones de la Misión de Verificación sobre las sanciones de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y el capítulo étnico, y se esbozó la intención de cooperar “con el futuro gobierno de Colombia”, como lo dejó claro Mike Waltz, el representante estadounidense ante la ONU.
Varios temas tocaron ese mensaje que fue visto como una “advertencia” en el Palacio presidencial. Entre ellos, el factor Venezuela, por el que incluso el mismo Trump dijo que no descartaba una invasión en el territorio colombiano por la lucha frontal que ha entablado contra Maduro. Y en eso no han prosperado, tampoco, los intentos “pedagógicos” de la diplomacia colombiana para lograr que en el Capitolio estadounidense, así como la Casa Blanca, no equiparen los países vecinos ni sus mandatarios: en lo que es calificado como una decisión política desde la Casa de Nariño, la inclusión de Petro en la llamada “lista Clinton” lo pondría, bajo la óptica estadounidense, en el mismo nivel de Maduro.
“No es amigo de los Estados Unidos. Es muy malo, muy mal tipo y tiene que cuidarse, porque hace cocaína y la mandan a los Estados Unidos de América desde Colombia. Amamos al pueblo colombiano, amo al pueblo colombiano, son grandes personas, enérgicas, inteligentes, geniales, pero su nuevo líder es un alborotador. Es mejor que se cuide”, aseguró Trump en una rueda de prensa.
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En medio de esos choques, en todo caso, también ha habido guiños tanto del mandatario como de su secretario de Estado. Estos han estado, sobre todo, en tres aristas: la comercial, la militar y la regional. En la primera, a pesar de las constantes amenazas arancelarias de EE. UU., ambos países siguen siendo grandes socios. De acuerdo con cifras del DANE, entre enero y octubre de 2025, las exportaciones no mineroenergéticas aumentaron en un 14 % y dejaron un saldo de USD 8.053 millones; y en esos mismos 10 meses, las ventas a ese país dejaron aproximadamente USD 12.400 millones.
Y la segunda ha sido reconocida por el mismo Rubio, quien habló hace poco de figuras dentro del sistema colombiano, que van desde el “nivel legislativo en el Congreso”, como “alcaldes y otros líderes políticos” que han puesto de relieve la importancia de esa relación bilateral. Eso mismo fue motivo de roces a nivel interno por lo que significaría que mandatarios regionales desautoricen al jefe de Estado, el único encargado de las relaciones internacionales.
En todo eso, no habría que dejar pasar de agache el respaldo que ha dado el Gobierno estadounidense a las fuerzas armadas colombianas y que se suma a una relación de larga data entre el mismo McNamara y el ministro de Defensa, el general (r) Pedro Sánchez, quien no ha sido salpicado entre los numerosos choques. En el mismo mensaje de la descertificación parcial se resaltó el trabajo de la fuerza pública en la lucha antinarcóticos y eso se reforzó con la visita del ministro consejero de la embajada de EE. UU. en Colombia, Jarahn Hillsman, y el delegado del Departamento de Estado en materia antinarcóticos, Lance Hegerle, a la Escuela Internacional de Entrenamiento de la Policía de Colombia (Cenop), en el Tolima.
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“Estados Unidos reafirma su apoyo inquebrantable a la Fuerza Pública de Colombia. Ante los recientes ataques perpetrados por grupos narcoterroristas, nuestro ministro consejero, Jarahn Hillsman, y el Director de @StateINL Bogotá, Lance Hegerle, visitaron el CENOP, en Tolima, para respaldar a la @PoliciaColombia”, se lee en el mensaje publicado por la misión diplomática.
Varios eventos concurrirán en los próximos meses y tocarán la relación bilateral. Fuentes enteradas están de acuerdo en que es poco probable que las tensiones disminuyan, aunque eso no llevaría a una decisión definitiva como el rompimiento total entre ambos Estados. Mientras, el presidente seguirá buscando instancias internacionales para dejar claro no solo su mensaje contra la intervención estadounidense, también para sacar pecho por los resultados de su paso por la Casa de Nariño.
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