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El Espectador le explica qué está pasando en el barrio San Bernardo

Microtráfico, ataques con granadas de fragmentación y guerra entre organizaciones criminales en pleno centro de Bogotá.

Edwin Bohórquez Aya

02 de abril de 2025 - 04:00 p. m.
El microtráfico es el problema de fondo en este céntrico barrio de Bogotá.
Foto: Katerine González Clavijo
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Es miércoles, día de El Espectador le explica. ¿Por qué un barrio, de los más antiguos del centro de Bogotá, está tomado por la delincuencia? ¿En qué momento dejó de ser una zona comercial y de vivienda para convertirse en un espacio de tráfico de drogas, hurtos y amenazas? ¿Existe alguna relación entre lo que el país entero conoció como la calle del cartucho y la violencia desatada en este espacio de la capital de Colombia? ¿Por qué si esa es una realidad que toda la ciudad ha presenciado por años, no tiene una intervención directa de las autoridades? ¿Por qué nos vamos acostumbrando a vivir en medio del miedo y la zozobra? ¿Quiénes son “Los Venecos” y quiénes “Los Costeños”? Pues de todo esto trata este boletín, un resumen de los contenidos más recientes que han publicado los colegas de la redacción Bogotá y quienes han registrado un paso a paso de los hechos allí acaecidos. Comencemos.

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Aunque las noticias recientes cuentan sobre explosiones, heridos y microtráfico, vayamos un poco atrás para entender qué pasa allí y por qué llegamos a lo que llegamos. El centro de Bogotá, el mismo en donde está el Palacio de Nariño, la Catedral Primada, el Palacio de Justicia y la Alcaldía de Bogotá, la mayoría de los ministerios, bibliotecas como la Luis Ángel Arango y el emblemático Museo del oro, también alberga algunas calles, muy cerca de allí, que son foco de inseguridad con todos los problemas sociales juntos y bandas criminales valiéndose de los más vulnerables.

De acuerdo con docenas de documentos de historiadores y documentalistas que han escrito sobre el pasar de los años de Bogotá, esta ciudad se comenzó a construir en lo que todos hoy conocemos como el centro. Las personas adineradas tenían allí sus propiedades y por eso incluso muchas de esas construcciones que todavía se mantienen en pie, fueron diseños copiados de Europa -mejor conocidos como neoclásicos-. El desarrollo comercial e industrial llegó a la creciente urbe. Y con ellos la migración del campo hacia la ciudad. Así que la cercanía de la estación del ferrocarril cambió la dinámica de esta zona y el centro se fue convirtiendo en un espacio de tránsito para muchos, de mercados ambulantes para otros, pues allí también estacionaban los buses intermunicipales.

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El Espectador le explica lo que está pasando con la inseguridad en Bogotá (febrero de 2024)

Foto: María Camila Sánchez

Las personas ricas, entonces, se fueron trasladando hacia la zona de Chapinero y Usaquén. El comercio floreció, pero también lo hicieron muchos problemas. En los informes más recientes, se lee que muchas de estas enormes casas se fueron convirtiendo en hoteles de paso, en inquilinatos. La droga también se asomó. Supuestamente la construcción de la carrera décima separó la parte alta de ese centro que hoy conocemos de la parte baja, donde fue tomando cuerpo, poco a poco, el tan famoso ‘cartucho’. Los robos, los habitantes de calle y, por supuesto, la delincuencia organizada fue sembrando el terror. La enfermedad creció sin que el médico y el paciente se encargaran de atenderla.

La llamada calle del ‘cartucho’, en donde había talleres de metalmecánica, almacenes de telas, bodegas de muchos de los comerciantes del sector y casas usadas como vivienda, empezó a recibir poblaciones ambulantes, la prostitución se ejercía públicamente, aparecieron las llamadas “ollas” (donde se vendían los estupefacientes y además se consumían) y “los sayayines”, delincuentes que se encargaron de imponer su propia ley de acuerdo con investigaciones de la misma Policía, se apoderaron del lugar. Toda la ciudad era testigo de lo que allí pasaba, pero nadie hacía nada. A tres calles de la casa del presidente de la República y del despacho del alcalde mayor, los dos cargos públicos de elección popular más importantes del país. Y nadie hizo nada. Era como el retrato, bajo la sombra, de una sociedad en la que estaba todo mal, con toda la indiferencia y la degradación humana posible siendo protagonista.

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Realidad de los pagadiarios: inseguridad alimentaria y exclusión, males a combatir

Barrio San Bernardo luego de que fuera detonada una granada en esta zona de la capital. / José Vargas.
Foto: El Espectador - José Vargas

<b>“San Bernardo está entre la Avenida Caracas y la Carrera 10, y entre las calles 1 y 6, en pleno centro de Bogotá. Al lado queda el parque Tercer Milenio; en diagonal está la seccional de investigación criminal de la Policía de Bogotá, y a escasas calles, el Palacio de Nariño y un batallón. A pesar de esto, San Bernardo es sede de múltiples delitos, que van desde el asesinato hasta el tráfico de drogas y trata de personas”.</b>

Entonces en la alcaldía de Enrique Peñalosa se toma la decisión de acabar con el ‘cartucho’, de demoler esta zona. Pero el asunto no se trataba solo de tumbar las casas de una calle, iba más allá. Algunos reporteros dicen que en el ‘cartucho’ se llegaron a contar unos 6.000 habitantes de calle, otros hablan de 5.000, pero hay quienes registran 8.000, entre toda la población que salió de allí desplazada. Y se movieron hacia lo que el país conoció como el Bronx. También a ‘Cinco huecos’. A ‘La Carrilera’ y a ‘El cartuchito’, una zona circunvecina de Corabastos, el mayor comercio de alimentos de Colombia. Pero un barrio más que vecino también lo vivió: el San Bernardo, entre la carrera décima y la caracas y desde la calle sexta hasta la primera, justo la esquina en donde está el hospital San Juan de Dios y la Hortúa. El llamado ‘Samber’. Es decir, a tan solo cuatro cuadras del antiguo ‘Cartucho’.

El barrio San Bernardo, antes de que hasta allí se desplazaran muchos de los habitantes de calle y también estructuras criminales que basan sus ingresos en el microtráfico, era un barrio lleno de compraventas, de marqueterías y vidrierías, depósitos, cacharrerías, ferreterías y funerarias. Muchas funerarias. Ahora, a pesar de que todavía docenas de esos negocios se mantienen, se volvió un foco de inseguridad por donde deambulan muchos habitantes de calle, también recicladores, hay miedo, hay droga en varias de sus cuadras:

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Operativo en el barrio San Bernardo: 13 capturados y miles de dosis incautadas

Una de las calles del barrio San Bernardo. / José Vargas.
Foto: El Espectador - José Vargas

De este barrio ya se volvió frecuente leer noticias de ollas para el consumo de drogas, de asesinatos, de operativos de la Policía que dejan siempre capturados y también incautaciones de estupefacientes. Parecen noticias repetidas, un ‘bucle’ que siempre se mueve en el mismo eje, el retrato hecho a lápiz de aquel ‘cartucho’ que supuestamente se había terminado pero que tan solo se fue moviendo entre cuadras. Desde el 2016 la Policía, el Distrito, la Fiscalía y la Personería adelantaban acciones para tratar de desmantelar “organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico, secuestro y sicariato”. En el 2021 se trazaba la ruta de la renovación del San Bernardo con 4.000 unidades de vivienda. Pero en el 2022 el miedo ya expandía el rumor de, incluso, casas de pique y centros de tortura, aunque la misma Policía no confirmaba esa información. Y ya, en el 2024, el asunto iba en que, en tan solo en un operativo de la fuerza pública, con 250 uniformados en medio de él, se incautaban más de 20.000 dosis de estupefacientes.

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“Esta es una intervención que hemos coordinado con la Policía y con el Ejército para estar presentes en esta zona, que tiene problemáticas complejas. Aquí ha habido en los últimos meses cerca de 8 homicidios, que tienen que ver con enfrentamiento de bandas delincuenciales que se dedican al tráfico de estupefacientes. Vamos a mantenernos aquí, no solamente con presencia policial, sino también con una presencia integral del Distrito”, decía en ese momento el alcalde Carlos Fernando Galán. “Vamos a seguir interviniendo estos sitios como estamos haciéndolo en tomas masivas. Estamos haciendo ya un trabajo muy articulado con la Alcaldía Mayor y con la Secretaría de Seguridad para la priorización en sectores como María Paz y El Amparo en la localidad de Kennedy y aquí en el Barrio San Bernardo”, apuntaba el entonces comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, general José Daniel Gualdrón.

Dos meses después de dicho operativo, se sabía que un hombre había asesinado a otro, en ese barrio, usando una pistola con silenciador. Y, lean esto que escribían los reporteros de El Espectador: “Nadie se percató de lo ocurrido hasta que un habitante de calle dio aviso a las autoridades”. En muchas de sus cuadras, de esta gran cuadrante, prima la ley del silencio, donde nadie ve nada, por temor. En este caso, el hombre “caminaba entre la carrera 10 con calle 4, sin embargo, en un inicio, nadie se dio cuenta de lo que había sucedido”. Diez días después “la Unidad Antiexplosivos de la Policía de Bogotá confirmó el hallazgo de dos granadas en el barrio San Bernardo”. ¿Cuál era el proceder? “Las autoridades acordonaron la zona y esperan hacer una detonación controlada para evitar comprometer la seguridad de los ciudadanos”. Así es: ya íbamos en granadas, como si la tragedia del conflicto armado de más de 60 años que consume los territorios del país, ahora tocara las puertas de la capital de los colombianos a escasas cuadras de un batallón, de una de las estaciones de Policía más importantes de Bogotá y de la casa del presidente de la República, vecino del alcalde de Bogotá y del palacio de Justicia, desde donde despachan las altas cortes, lo más importante del aparato judicial.

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Y así fuimos llegando al 2025, cuando otra vez varios hechos de violencia se tomaron al barrio San Bernardo, recordándole al país entero que hay un problema muy grave, un cáncer que se está comiendo a la sociedad, pero la atención es con pañitos de agua tibia:

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Imágenes tomadas en medio de los operativos por parte de la policía en el barrio San Bernardo. / José Vargas.
Foto: El Espectador - José Vargas

<b>“A finales de 2020, por ejemplo, ocurrió un escabroso crimen que se resolvió hace poco con la condena de sus autores: el homicidio de Lynda Michelle Amaya, de 15 años, quien fue a preguntar por su celular robado y la mataron. Según la Fiscalía, los responsables fueron miembros del grupo Tazmania, que operaba igual a como lo hacían las estructuras del tenebroso Bronx. O el que se descubrió en abril del año, cuando rescataron a una joven, de 22 años, que estaba siendo explotada por las bandas del sector para diversas acciones”</b>

La evidencia muestra que uno de los barrios más antiguos del centro de Bogotá está tomando por la delincuencia, en parte porque el problema del ‘cartucho’ y del ‘Bronx’ se desplazó sigilosamente. Allí, en medio de la inseguridad, muchos de los comerciantes libran una batalla silenciosa para mantener sus negocios en pie, incluso contratando seguridad privada. Muchas de las calles se volvieron espacio para el tráfico de drogas, a plena luz del día; los carros que pasan por la carrera décima o la avenida caracas pasan arriesgando la pérdida de sus espejos, de todas las piezas que les puedan robar mientras esperan un cambio de semáforo. Los habitantes del sector no hablan porque las amenazas ya son pan de cada día. Todo esto está más que claro y es inaceptable, lo que cuesta entender es: ¿Por qué si esa es una realidad que toda la ciudad ha presenciado por años, nadie desde el liderazgo público ha podido enfrentar con contundencia esta problemática?

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“La explosión de una granada en el sector revivió las deudas y problemáticas sociales que el barrio ha padecido históricamente. Microtráfico, trata de personas y homicidios, están a la orden del día, pese a los constantes operativos de las autoridades”, escribían los colegas de la redacción Bogotá. Entonces, indagando con especialistas en seguridad y también con las autoridades competentes, “pese a las constantes operaciones, el conocido “Samber” lidia con los flagelos asociados al microtráfico, entre ellos, las guerras por el territorio, como la que protagonizan hoy bandas como “Los Venezolanos” y “Los Costeños””.

Así es, aquí ya aparecieron bandas criminales, estructuras organizadas con organigramas, modelos de operación, uso de habitantes de calle instrumentalizados, todo un caldo de cultivo que va sumando componentes de guerra como los ataques con granadas, explosivos. Un asunto que no es nuevo: “En julio del año pasado, por ejemplo, otro individuo arrojó una granada en pleno corazón del sector. No obstante, en aquella oportunidad las autoridades lograron interceptar el artefacto y realizar la detonación controlada”.

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Explosión de granada en Fontibón deja a cuatro personas heridas

La zona se encuentra acordonada.
Foto: Redes sociales.

De “Los Costeños” se dice que tienen relación con el Clan del Golfo. De “Los Venecos” no hay mucha información, pero se cree que podría existir una relación con migrantes del vecino aunque no se sabe si con el “El Tren de Aragua”, pero que libran su propia guerra en el centro de Bogotá.

Algunos datos para aterrizar y entender mejor todo esto, pero también fuentes de información: “La Secretaría de Seguridad reconoce que en la zona se mantiene la problemática de venta de droga, en especial entre las calles 2 y 6 y las carreras 11 y 12”. En conversación con El Espectador, el mayor Yilmar Joaquín López, jefe de la línea investigativa contra el tráfico de estupefacientes, dijo: “Es un problema estructural. Este año hemos intervenido varias veces la zona de San Bernardo, históricamente azotada por el consumo y el microtráfico. En abril sacamos a 11 personas, entre proveedores y distribuidores. Hay zonas que impactamos con regularidad cada mes, pero eso no significa que vaya a terminar el tráfico ni que tengamos que dejar de intervenirlas. Más nos demoramos en sacarlos de la zona, que otros estar tomando el control”.

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En el pasado 23 de febrero ya eran dos ataques con granada. Dos personas heridas y trasladadas a centros de salud. “Las autoridades señalaron que el primer atentado fue perpetrado por un individuo no identificado, quien lanzó un artefacto explosivo contra un grupo de habitantes de calle que se encontraba reunido”. Pero con el segundo ataque, que obligó a que militares de la Brigada 13 se desplazaran a la zona, y suman más de nueve personas afectadas con una de ellas fallecida.

“Esto era una bomba, en términos sociales y de seguridad, que se advirtió hace tiempo. Desde 2016 se dijo que el primer enfrentamiento, entre Gancho Mosco y Gancho Homero (expendedores de droga), fuera del Bronx, se dio en San Bernardo”, recordó Andrés Nieto, director del observatorio de Seguridad de la Universidad Central, en conversación con El Espectador. Y agrega: “El tema de los inquilinatos, los pagadiarios, el alquiler de armas y las actividades sexuales pagas son una constante, que no se ha podido erradicar debido, precisamente, a lo rápido que se reorganizan las estructuras delincuenciales, tras cada golpe de las autoridades”. Y las bandas organizadas, tal cual como han sido identificadas, no solo manejan negocios de droga, sino todo este entorno que completa el ecosistema violento del centro de Bogotá.

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Y, para atender la emergencia, más y más operativos, capturas, intervenciones:

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Alrededor de 400 uniformados de la Policía intervinieron la zona de San Bernardo

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Judicializan individuo acusado de lanzar una granada en el barrio San Bernardo

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Toma en San Bernardo: cayó ‘Gafas’, usaba pagadiario como bar y expendio de drogas

Otra de las calles del barrio San Bernardo, muy similar a como se veía el cartucho, a pocas cuadras de allí. / José Vargas
Foto: El Espectador - José Vargas

El 13 de marzo se reportó una nueva explosión: tres muertos y nueve heridos. Era el tercer hecho en menos de un mes. A corte de ese día, las autoridades contaban más de “15 allanamientos, capturadas 120 personas, entre cabecillas y expendedores de droga, así como la incautación de más de 20.000 dosis de estupefacientes, además de granadas, municiones, armas y motocicletas hurtadas”. El asunto es que la “guerra entre las bandas que se disputan el control del mercado de estupefacientes del sector” es la que está en la mitad de todo.

¿Qué se está haciendo, entonces? “Según el censo de habitabilidad en calle de 2024, en la UPZ donde queda el barrio se registró la mayor concentración de esta población en Bogotá, con 540 habitantes de calle encuestados”, por eso, según Distrito, “desde las secretarías distritales de Integración Social, Educación, Salud e IDIPRON se hace presencia continua en la zona, ofreciendo servicios sociales, para mejorar las condiciones de vida de las personas”. Contaban los colegas de la redacción que “un equipo realiza un abordaje diario en la zona”, que ya se están adelantando “aproximadamente 140 traslados semanales de habitantes de calle a los servicios de Integración Social” y que, así mismo, “en el servicio de autocuidado de Liberia se atienden 600 personas al día, mientras que en los hogares de paso Voto Nacional y Mártires se dispone de 340 cupos diarios, ofreciendo una atención 24/7”.

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Analistas de seguridad y opinadores de este tipo de información creen que lo que allí sucede es consecuencia evidente de la espalda que se le ha dado a un problema de décadas que vimos por primera vez en el ‘cartucho’. Un problema que se fue trasladando entre cuadras. Que hoy se asienta en el barrio San Bernardo, pero que también está vivo también en otras zonas de la ciudad. Un problema protagonizado por personas sin nombres rimbombantes, que no tienen apellidos encumbrados, tampoco rostros bellos y familias adineradas. Y que, para esos analistas, es la razón por la cual no se ha atacado de manera más contundente. Si fuera todo lo contrario, la presión misma estaría obligando a que se tomaran otras decisiones. “Mientras las víctimas sean ñeritos inermes y sin dolientes, “todo bien””, decía uno de ellos, Alberto López de Mesa.

El 16 de marzo la noticia era que una “balacera entre bandas de microtráfico en el centro de Bogotá dejaba cuatro heridos”, por lo que “cerca de 400 policías que prestan labores de vigilancia”, tuvieron que acordonar el barrio San Bernardo “para evitar nuevos desmanes entre las bandas de tráfico”. El subcomandante de la Policía de Bogotá, dijo: “En medio de operativos en contra de bandas de microtráfico en el barrio San Bernardo, se realizaron ocho allanamientos que dejaron 6 capturas y la incautación de 4 armas de fuego, entre ellas una submetralladora. También, más de 60.000 dosis de estupefacientes y munición que se encontró junto a estas armas”. Tres días después fue capturado un hombre que, tras una requisa cuando intentaba huir del llamado de la Policía, se le encontró “una granada de fragmentación”.

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Entonces Juan Camilo Parra entrevistó al general Giovanni Cristancho Zambrano, comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá y reveló que ahora mismo “trabajamos con equipos norteamericanos para atacar lo que queda de Tren de Aragua”. Entonces habló de cómo está configurado el mapa del crimen en Bogotá y esto dijo:

General Giovanni Cristancho Zambrano, comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá.
Foto: Jose Vargas Esguerra

<b>“Hay 90 grupos de delincuencia común organizada, de los cuales hay prioridad sobre el Tren de Aragua, Los Satanás y Los Maracuchos. Además, hay una extensión de Los Mesa, de Medellín, y otros como Los Boyacos, Los Costeños, Los Paisas, Los Caucanos. Hemos impactado 87 grupos, en menor o mayor escala, con la captura de 350 integrantes. Semanalmente se hacen hasta cuatro operaciones y se desarticulan grupos, pero muchas veces pareciera que no se hiciera, porque el delito sucede todos los días”. Y ya, enfocado en el San Bernardo, dijo: “‘Los Costeños’ y ‘Los Venecos’, que se disputan la zona, quieren que su droga sea la única y que los consumidores sean fieles. Esas explosiones buscan generar miedo, afectar al grupo contrario y caen personas inocentes, habitantes en condición de calle. Es terrorismo puro, no hay otra forma de decirlo y es el delito que se les imputará en su momento”</b>

Giovanni Cristancho Zambrano, comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá.

¿Y en qué vamos? ¿Qué más se puede hacer? ¿Qué decirles a los habitantes del barrio San Bernardo?:

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Muchos comerciantes trabajan en medio de esta situación, como los vidrieros. / José Vargas.
Foto: El Espectador - José Vargas

El viernes pasado “las autoridades realizaron 15 allanamientos en el perímetro en disputa territorial y anunciaron capturas de integrantes de bandas”, escribieron los reporteros de la sección Bogotá. Se trató de “11 posibles integrantes de bandas criminales como ‘Los Venecos’, algunos de los cuales están involucrados en los atentados con explosivos que en el último mes sembraron el terror en ese sector del centro de Bogotá”. “Hemos intervenido varios pagadiarios de este sector, los cuales se prestan para almacenar estos estupefacientes y sirven de guarida a estas personas que delinquen”, añadió el general Giovanni Cristancho.

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Ese día “fueron incautadas 22.000 dosis de bazuco, 648 dosis de marihuana, 27 dosis de ‘tusi’ y otras sustancias. Adicional, un arma de fuego calibre 7.65; un revólver traumático; un proveedor 5.56; unos 32 cartuchos de diferentes calibres y 15 millones de pesos en efectivo; asimismo, billetes y monedas de baja denominación que estarían relacionadas con el tráfico local de estupefacientes”.

La mayor cantidad de males posibles han sido documentados en el San Bernardo, pero todo, al final, está asentado en el delicado problema de la droga, que no es un asunto solo de Bogotá, es un problema de todo el país desde los años 80, cuando el narcotráfico era protagonista de la economía nacional y Colombia se volvió un nido de esa industria ilegal que lo único que ha dejado es muerte y dolor.

La realidad es que “tres atentados en menos de un mes han dejado cuatro muertos y 26 heridos. La mayoría de las víctimas son habitantes de calle. Por eso les dejamos todos los detalles y un mapa de ubicación sobre todos esos atentados en el barrio San Bernardo.

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Una realidad que tiene tanto de ancho como de fondo. Que necesita no solo operativos de la Policía sino atención prioritaria de toda la Fuerza Pública, empezando por la inteligencia oficial para tratar de desarticular a todas estas estructuras delictivas, de la rama judicial para enviarlos a pagar por sus delitos, pero también de todas las entidades encargadas de restablecer los derechos de los habitantes de calle, sin olvidar a los vecinos del sector, y llegar al tan anhelado proyecto de renovación que tanto han prometido pero que no hemos podido ver completado ninguno de los que habitamos la capital del país.

Este es un hasta pronto con nuestro mensaje final: si les gustó este newsletter y el contenido que desarrollamos en El Espectador, invitados a disfrutar del contenido exclusivo que tenemos en nuestra página web. En esta labor de todos los días necesitamos compañía no solo para las críticas, que las recibimos con humildad, sino para que nos ayuden a construir un mejor país, denunciando, indagando, investigando, informando. Y no olviden dejar aquí abajo los temas que ustedes quisieran que investiguemos en la redacción de El Espectador. Nos vemos el próximo miércoles.

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¿Qué tema le gustaría que tratáramos la próxima semana? Escríbanos a ebohorquez@elespectador.com

Por Edwin Bohórquez Aya

Comunicador social-periodista. MBA Inalde Business School. Premio Iberoamericano de Periodismo Económico IE Business School, Madrid (España). Premio a Mejor trabajo periodístico de Analdex, categoría prensa@EBohorquez_EyLebohorquez@elespectador.com
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