¿Qué tan convulsionada ve la transición entre este 2025 y un 2026 que entra con un proceso electoral de por medio?
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La democracia tiene desafíos, como estos desafíos de confrontación y de formas de pensar y de aproximarse a la realidad. Y viene una decantación, pues se viene de un grupo grande de precandidatos a una decantación que se va dando con las consultas y con las encuestas, que se han convertido también en un instrumento para la selección de los candidatos. Creo que es muy importante que hagamos un énfasis y es que la democracia crece cuando hay argumentación, cuando hay ideas, cuando hay proyectos, no cuando hay ataque personal. Si pasáramos del ataque personal a la propuesta en favor de todos los colombianos, posiblemente este proceso preelectoral tendría más calidad y sería un fruto más maduro para el bien de Colombia.
¿Por qué es tan difícil que el país político encuentre formas de comunicarse y se aleje de la confrontación?
Hay varios factores que impiden que se tenga esa altura y yo creo que un primer factor, y es algo que nos falta a todos los ciudadanos, es la cultura democrática. Y la cultura democrática debe llevarnos a profundizar, a no quedarnos en las falsas noticias, a no quedarnos en lo superficial, a investigar un poquito más, a ir más profundamente, pero sobre todo también a tener una capacidad más racional ante la argumentación y no tan emotiva. A veces nos quedamos en la emotividad y, cuando se maneja la emotividad sin la razón, posiblemente el escenario no va a responder a la calidad que esperamos. Eso es por parte de todos los ciudadanos.
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Pero, cardenal, ¿la confrontación no se alimenta desde los liderazgos políticos?
Por parte de los mismos candidatos, yo creo que hay que llegar sin improvisar tanto; hay que llegar con algo ya más construido para ofrecerles a los ciudadanos.
¿Hacen falta más argumentos e ideas en el debate electoral actual?
Yo sí creo, y eso tiene que ver con varios frentes y no solo con la parte académica, que gracias a Dios tenemos candidatos muy bien formados académicamente. Esto tiene que ver con más cercanía a la realidad, a las regiones, a los territorios y a los escenarios concretos donde están el futuro y los grandes desafíos de este país.
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¿Ve a los actuales candidatos alejados de las poblaciones?
Sí, y creo que falta que visitemos las regiones para que escuchemos a los líderes y lideresas de los distintos ámbitos. Eso le va a permitir al candidato globalizar unos puntos, unos horizontes, hacer nuevas síntesis y no quedarse solamente en el estudio académico desde un escritorio; eso da cercanía a los territorios y que en últimas es la cercanía con las personas que son moradores y que tienen un concepto sobre la violencia, sobre la economía, sobre el futuro y la esperanza, pero también tienen grandes preocupaciones que van expresando con mucha sinceridad.
Cardenal, ¿ya se ha reunido con algunos de los candidatos?
Sí, nosotros no solamente en proceso preelectoral, sino durante el ejercicio de la pastoral y de la evangelización en nombre de Cristo y con la iluminación de la doctrina social de la Iglesia, siempre estamos en búsqueda de dialogar y de escuchar. Muchos de los que son hoy precandidatos han pasado por la conversación espontánea, de tal manera que ellos puedan sentir que la Iglesia los escucha, que la Iglesia valora el servicio de los líderes, hombres y mujeres que están trabajando por el bien común del país.
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¿Con quiénes se ha reunido?
La lista es larga, pero hemos estado con el senador Iván Cepeda, con el anterior presidente del Congreso, Efraín Cepeda, con Clara López, con Paloma Valencia y con algunos expresidentes de la República que siempre tienen algo que aportar al país desde la experiencia vivida y desde las perspectivas que tienen.
¿Ha vuelto a dialogar con el presidente Gustavo Petro?
Sí, con el presidente hemos hablado en algunas ocasiones. No es que sea muy frecuente nuestro diálogo, pero cuando nos encontramos lo hacemos con respeto, con profundidad y tratamos de aprovechar el tiempo porque él tiene agendas muy apretadas.
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¿Cuándo fue la última vez que habló con el presidente?
Estuvimos hablando en el transcurso del segundo semestre con motivo de lo que fue el diálogo de la mesa redonda que tuvimos aquí. Después de eso, no ha habido un diálogo directo ni nos hemos encontrado.
¿Por qué fracasó esa mesa de diálogo en la que estuvieron el presidente Petro y algunos de sus contradictores?
Yo creo que esa mesa no fracasó, porque logró un pequeño objetivo, una semillita. Lo que pasa es que en temas de reconciliación, de diálogo y de paz no se pierde nada de lo que se hace, pero no se logra todo lo que se quiere. Yo creo que si se articula eso que se logra, pues se va avanzando. En temas de reconciliación, de paz, de diálogo, de búsqueda de que nuestras regiones no estén azotadas por la violencia, nada de lo que se haga se pierde y con eso quiero estimular a todos los que trabajan por la paz, a que no se desanimen; es necesario continuar. Eso no es un fracaso, uno puede decir que no logramos el objetivo pleno, pero no que fracasamos.
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Pero no son pocas las voces que advierten que esa mesa sí fracasó y que, de paso, los temas de la llamada paz total tampoco van bien…
¿Sabe cuándo se fracasa? El gran fracaso, nos decía el Papa Francisco, siempre será la guerra, la violencia, pero el trabajo por la paz nunca será un fracaso aunque no se logre todo.
¿En 2026 habrá otro intento de acercar al oficialismo y a la oposición?
Nuestro trabajo como pastores, no como técnicos, sino como políticos y evangelizadores, amando a Colombia y tratando de iluminarla desde el evangelio, será el diálogo, no global, no grupal, sino personal. De aquí a marzo, cuando vengan las elecciones del Congreso, de una manera muy personal, y luego después de esas elecciones de una manera más particular con la decantación del grupo pequeño de candidatos que quede para la primera vuelta.
¿Cómo ve la crisis en el Catatumbo con la guerra entre los grupos narcotraficantes del ELN y el Frente 33?
Ese enfrentamiento trágico y con un número de muertes grande comenzó en enero, precisamente iniciando este año, y no ha parado. Los campesinos que están en la región y que tienen sus casas, que tienen sus fincas, que tienen su trabajo, ven llegar a un grupo y a posarse ahí en la casa; y luego llega a otro grupo a quedarse. Y ellos, la gente, no tienen cómo decirles que se vayan. Y si se quedan, pues terminan en medio de dos fuegos. Esos grupos están enfrentados y lo hacen con drones, con bombas, con armas; tienen una guerra a muerte entre ellos que deja en medio a la población civil. Yo les diría a estos grupos armados que tienen una pretendida paz con el Gobierno, pero que tienen una guerra a muerte entre ellos, que respeten la vida de los moradores, porque ellos son los verdaderos dueños de esta tierra.
Cardenal, usted dice que el fracaso es la guerra, y es lo que viven en Catatumbo y otras regiones. Entonces, ¿qué es lo que falla para que no se acaben esas confrontaciones?
Yo creo que fallan varias cosas, falla el corazón, falla la conciencia, falla la interioridad, porque hay múltiples formas de violencia. Está la violencia armada, que es esta de la que estamos hablando y que hace sufrir al Catatumbo, al Magdalena Medio, a todo el Pacífico, a Chocó, al Valle, al Cauca y a Nariño, y que también se da por el abandono del Estado en estos territorios; eso deriva en el tráfico de armas y toda esta situación de dominio territorial. Pero hay otras formas de violencia. Las estadísticas muestran que hay homicidios todos los días. Ese es otro síndrome de la violencia que está en el corazón de nosotros los colombianos. También hay violencia intrafamiliar y violencia simbólica y violencia verbal. De esta última todos somos víctimas.
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¿A qué se refiere?
Nos estamos acostumbrando a solucionar los problemas a través de una violencia verbal. Por eso, yo les diría a los líderes de este país que deben darnos ejemplo para que el corazón de los colombianos vuelva a ser un corazón respetuoso, amable, bondadoso y sincero en el trato con los demás.
¿Qué opinión tiene de las zonas de ubicación que se acordaron para el Clan del Golfo, otro grupo narcotraficante, en regiones de Chocó y Córdoba y que coinciden con el año electoral?
Tengo que decir que la Iglesia está en estas zonas antes de que lleguen estos espacios de desmovilización. Y tiene que estar allí. Pudiéramos huir y decir que nos vamos porque va a llegar este grupo de personas que se van a desmovilizar; pero optamos por quedarnos. Siempre nos quedaremos acompañando a nuestras comunidades y acompañando los procesos de paz, que unos logran más avances y otros menos. Mal haríamos nosotros al propugnar una paz y luego abandonar a las comunidades.
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Esto coincide con un año de elecciones, ¿el proceso electoral podría verse afectado o la misma comunidad coaccionada?
Sí, hay situaciones y decisiones que se toman que en tiempo electoral pueden convertirse casi en una acción con daño, porque se van mezclando los procesos electorales con estas búsquedas y, en últimas, eso termina afectando a buena parte de la población. Por eso, el llamado es a no mezclar lo uno con lo otro, a quitar todo lo que se relacione con el uso de las armas del proceso electoral para no interferir en las decisiones de las poblaciones y permitir que haya unas elecciones responsables.
¿Qué espera para el 2026?
Yo le pido al Señor por nuestro país todos los días y le pido por mí, que me dé el don de la conversión, de la alegría, de la sabiduría, pero yo le pido cinco cosas al Señor para Colombia y las estoy orando. Primero, que se cuide la seguridad alimentaria en Colombia, porque en las regiones hay hambre, siendo que este es un país que pudiera ser una despensa de alimentos para el mundo entero; segundo, que se cuide la familia para que el tejido social no se desmadeje; tercero, que el Señor nos ayude a cuidar la vida en todas las formas; luego, que nos ayude a cuidar la Constitución del 91, que fue luchada, trabajada, fue un anhelo, una respuesta y es una hermosa Constitución, a la que puede ser necesario que le demos la dinámica de reformarla, pero que la cuidemos; y, finalmente, que nos ayude a cuidar a Colombia viviendo la fraternidad y que seamos capaces de dialogar.
¿Tiene alguna preocupación específica con el futuro inmediato de la Constitución de 1991, justo ahora que el gobierno del presidente Petro promueve una asamblea constituyente?
Sí, la tengo. Yo creo que no es bueno que se entrecrucen cosas. Una asamblea constituyente, una reforma constitucional de fondo, puede ser factible porque su evolución es necesaria, pero eso no hay que mezclarlo con un año electoral. Puede tener riesgos, puede tener confusiones, puede tener manipulaciones y ahí ya no estaríamos buscando el bien de Colombia. Por eso, les pido al Señor y a los colombianos que cuidemos la Constitución del 91.
¿Considera que no es oportuna la propuesta constituyente que promueve el presidente Petro?
No es prudente. E insisto en que no es prudente mezclar lo uno con lo otro. Yo creo que nos corresponde trabajar a fondo todo lo que sea la cultura democrática en este tiempo mientras llegan la primera y segunda vuelta y la elección de marzo del Congreso. Ya después sería otra cosa, con un Congreso renovado y con quien salga elegido para el Ejecutivo, sea una presidenta o un presidente de la República, y con el aval de todos los colombianos. Que sea una constituyente que nos una y no que nos fracture.
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