Es miércoles, día de El Espectador le explica. Cornetas sonando, banderas ondeando, mucha euforia y un sinnúmero de cámaras grabando. Todo pasaba en un punto que parecía condenado al olvido, antes bloqueado por contenedores que no dejaban pasar transporte alguno y que fueron separando, con cuentagotas y por decisiones políticas, a las familias que en esta zona de frontera hicieron vida -unos colombianos, otros venezolanos-, que cruzaban a diario ese puente para ir a estudiar, a trabajar, a visitar a la abuela. Por eso la reapertura, con todos los pro y contra evidentes, requería de una explicación un poco más profunda, entonces en este boletín contaremos todos los detalles, mirando al pasado y al presente, para entender qué es lo que está sucediendo. Y lo haremos de la mano de los contenidos que nos enviaron los colegas de las redacciones de Internacional, Economía y Política. Comencemos.
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Vayamos unos meses atrás, cuando los vientos de reapertura soplaban sin parar. El pasado 22 de junio María Paula Ardila, de la redacción Internacional, ya se preguntaba qué implicada la reapertura. Sin muchas largas, lo resumió muy bien así: “Expertos comentan que la reapertura de la frontera entre Colombia y Venezuela impulsaría el intercambio comercial, que rozó los US$7.200 millones en 2008, pero que se vino a pique con el cierre fronterizo que arrancó en 2015″. El análisis iba por ese lado, el comercial, económico, pero era necesario recordar que aunque los puentes estaban cerrados, el movimiento de mercancías a menor escala nunca se detuvo, se abrieron docenas de caminos ilegales, trochas para ser más precisos, alejados de la formalidad pero con el objetivo de conectar. Una informalidad que también fue acrecentando la violencia que afecta los más de 2.000 kilómetros de frontera entre los dos países.
Entonces, para explicar un poco más esta coyuntura desde la mirada propia de la historia, entrevistamos a Socorro Ramírez, doctora en Ciencia Política y experta académica en la relación binacional, quien nos entregó información importante: “Me tocó estar en muchas reuniones, por ejemplo, con los presidentes Chávez y Uribe, y ver cómo se entendían, se parecían mucho y tenían una relación fluida. Sin embargo, me parece que de todas formas los momentos de tensión que hubo fueron paralizando muchos mecanismos para tramitar asuntos conjuntos y eso fue teniendo efectos complicados para la relación y aprovechado por grupos armados ilegales y por el narcotráfico para ir aumentando el control en áreas fronterizas. Nunca se llegó con el presidente Chávez a los niveles de tensión que se han vivido con Maduro”.
“Desde el cierre definitivo en febrero de 2019, el intercambio de mercancías entre los dos países se hizo por Paraguachón y por el puerto de Cartagena, aumentando los costos logísticos”.
La doctora Ramírez también detalló lo que vino con las otras administraciones y que es necesario traer al presente: “La relación del gobierno Santos, en el período en que coincidió con el gobierno de Chávez, fue bastante fluida. Las mayores tensiones comenzaron con Maduro cuando fue canciller de Chávez y sobre todo después de 2013, cuando murió Chávez y Maduro asumió la presidencia. Luego hubo un momento en 2015 muy traumático: la expulsión que hizo Maduro de colombianos que no habían podido obtener el permiso de residencia, la quema de sus viviendas y la orden de cierre de fronteras”.
Ya, con este necesario contexto, vayamos a este escrito del pasado 9 de agosto, cuando estaba claro que el presidente Gustavo Petro había dado la directriz de restablecer las relaciones con Venezuela y, por supuesto, lo había conversado con su par, Nicolás Maduro: “Las autoridades de lado y lado de la frontera se enfrentan a grandes desafíos: los enfrentamientos entre grupos guerrilleros, además de la presencia del contrabando, el narcotráfico y la trata de personas, entre otras problemáticas más”. El texto completo está en este enlace y recuerda también que las relaciones se rompieron, finalmente, desde 2019, cuando el presidente de Venezuela, en febrero de ese año, ordenó que todos los diplomáticos y representantes colombianos salieran de su país.
¿Cómo estaban, en números, las relaciones binacionales? ¿Cómo quedaba, en medio de todo esto, las manufacturas locales, los costos de transporte e incluso las incidencias cambiarias contemplando el uso del dólar en Venezuela? Se definió fecha de apertura y el mismo Petro dijo: “Como primer paso, se reanudará la conexión aérea y el transporte de carga entre nuestros países”. Lo que se proyectaba, por ejemplo, era una reducción en el contrabando, una reactivación de algunos sectores económicos y el crecimiento en el pago de impuestos, pues la Cámara Colombo-venezolana proyecta pasar de US$ 800 millones a US$ 1.200 millones en 2022, luego de que el año pasado la cifra estuviera por los US $400 millones (sí, estaba cerrada, pero el comercio nunca se detuvo, aunque no pasara por los puentes oficiales sino por trochas):
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Según miembros de la Fuerza Pública y funcionarios de Migración Colombia, alrededor de 8.000 personas pasan diariamente de manera legal por las distintas trochas cercanas al Puente Internacional Simón Bolívar. Líderes locales y sus comunidades han tenido que ver a hombres armados apoderarse poco a poco de esta zona -Eln y Tren de Aragua-, un territorio que “funciona casi como una “nación independiente”, porque ha sido dejado de lado por los gobiernos colombiano y venezolano, haciendo que las costumbres se mezclen y que la violencia se normalice”, nos relataba Jhordan Rodríguez, quien estuvo presente en la zona cubriendo la noticia de la reapertura y viviendo lo que deben pasar los migrantes fronterizos: problemas de salud, educación, seguridad y hasta alimentación. La gente que pasa mercancía vive de lo que hacen en el día y que les alcanza, no siempre, para pagar el arriendo de una habitación, la comida y una medicina cuando se necesita. Y así, todos los días.
Casi en paralelo, justo en medio de la visita en la Asamblea General de la ONU, Petro confirmaba su presencia en la reapertura de la frontera. “Ojalá sea el fin de la crisis humanitaria”, dijo el mandatario, de quien también se supo que le hará una petición especial a Venezuela, pues los registros de casos de violación, precisamente de derechos humanos, son una realidad inocultable en ese país y la razón por la que en muchas ocasiones mandatarios internacionales calificaron de dictadura al gobierno de Maduro. “El Gobierno que yo encabezo va a apostarle a fondo al mayor respeto de los derechos humanos que nuestra constitución ordena, precisamente para adquirir la talla moral que significa pedirle al vecindario que también lo hagan; pero en esto he solicitado al presidente Maduro, y quizás no es propiamente lo que está en la discusión en la mesa que está en México, que se reintegre al Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Yo soy presidente gracias a ese sistema (…) Lo que yo estoy proponiendo es fortalecerlo, revitalizarlo e invitar a Venezuela a que ingrese a él”, recalcó Petro.
El 22 de septiembre se supo que al menos unos 80 miembros del Congreso de Colombia y del Parlamento de Venezuela asistirían al evento de apertura. “Estaremos senadores, representantes a la Cámara y representantes de la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezolana en la frontera, en Cúcuta y Villa del Rosario. Tendremos una agenda para fortalecer los lazos de hermandad, nos acompañarán representantes del Gobierno Nacional, de los gobiernos locales y los gobernadores de Norte de Santander y Táchirá”, dijo Gloria Flórez, presidenta de la Comisión Segunda del Senado. Allí, en aquel encuentro, resultaría determinante discutir un asunto de suma importancia: la migración, un tema de “pasó de agache” en las elecciones, dijo Lina Arroyave, investigadora de Dejusticia.
¿Qué otros renglones económicos había que contemplar en medio de toda esta euforia que traía la apertura? ¿Cuál era la invitación que nos hacían dos expertos, uno en cada lado de la frontera, sobre los 12 millones de personas que habitan allí y que desde ya se cree que serán las más beneficiadas? Entrevistamos al ministro de Comercio, Germán Umaña, y fue muy claro: “En este gobierno hemos identificado como una de las prioridades lograr restablecer las relaciones diplomáticas, políticas, sociales y económicas con Venezuela”.
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Llegamos entonces al 26 de septiembre, el pasado lunes, cuando la noticia era la reapertura: “El primer camión de carga, adornado por globos de los colores de la bandera de Colombia, pasó el puente internacional Simón Bolívar, para llevar medicamentos con destino a Venezuela”, nos relataron los colegas de la sección Política. El puente internacional Simón Bolívar no debe ser solo “un puente de cemento, sino la vía a través de la que se construya desarrollo para ambas regiones”, dijo Petro. Todo pintaba muy bien, pero había que tocar un tema muy importante: el de los pagos en la frontera. “Seguramente va a haber ventas pero serán todas por pago por anticipado, se envía la plata y una vez se tenga en la cuenta, se entrega la mercancía”, dijo el presidente de la Andi, Bruce Mac Master. Un tema no menor, pues cuando las relaciones se rompieron fueron muchas las empresas que quedaron con cuentas por cobrar y que desde Venezuela no se pagaron. Sucedió en sectores de la construcción, comercio y transporte, solo por nombrar los más grandes casos.
Oficialmente quedaba abierta la frontera tanto por el Puente Internacional Simón Bolívar como por el Francisco de Paula Santander. “Desde Colombia salieron camiones cargados con vasos plásticos, insumos médicos, papel higiénico, cajas de cartón corrugado e insumos para calzado y, desde Venezuela se transportaron bobinas de acero, aluminio y bolsas plásticas”, no contó la redacción de Economía. Y aunque dirigentes gremiales que han expresado su preocupación por asunto sanitarios, “en las siete primeras semanas, este Gobierno asegura que ha trabajado de forma coordinada para que en materia logística se cumplan los requisitos para las exportaciones e importaciones (certificados de origen y fitosanitarios e inspección de carga, entre otros)”.
Con el restablecimiento de relaciones entre los dos países también se puso sobre la mesa el de los viajes aéreos y aunque parecía que de lado a lado el asunto estaba claro, este martes se supo que “se suspendieron los vuelos de Wingo entre Colombia y Venezuela”. El primer vuelo (Bogotá-Caracas) estaba previsto para el próximo lunes 4 de octubre, pero se anunció la “suspensión temporal mientras se resuelven asuntos entre los gobiernos de Colombia y Venezuela referente a las aerolíneas aprobadas para operar entre ambas naciones”. Se había informado que el Ministerio de Transporte tenía contempladas de dos a cuatro frecuencias semanales de estas rutas que conectarían Colombia y Venezuela. Pero el proceso se volvió a frenar.
Este será un proceso largo y que tienen muchas aristas por cubrir, aunque todos los reflectores estén sobre un asunto puramente económico visto desde el enfoque comercial. Por ejemplo, uno de ellos ya fue evidenciado por la Defensoría del Pueblo, quien señala que el Gobierno debe dar prioridad a la situación de las niñas y niños venezolanos bajo protección del ICBF” pues hay un registro de 1.200 niños, niñas y adolescentes de nacionalidad venezolana que se encuentran en Colombia bajo protección y en el marco de un proceso administrativo de restablecimiento de derechos. “Es urgente encontrar una salida institucional para que los menores de edad no permanezcan indefinidamente en hogares de paso o instituciones de protección y se pueda adelantar la reunificación familiar correspondiente, verificando previamente que se cumplan las condiciones apropiadas en términos de derechos de los niños”, dijo Carlos Camargo, defensor del Pueblo.
Venezuela, liderada por Maduro, sigue siendo una dictadura y por eso la tarea diplomática que puso en marcha el presidente Gustavo Petro tiene retos tamaño familiar. Y de todo tipo, aunque por ahora todos los focos apunten a lo económico, hay que atender la crisis migratoria, el asunto de la seguridad no solo en la frontera sino en las ciudades capitales -sin ir tan lejos el problema que se tiene en Bogotá con la banda delincuencial El Tren de Aragua y que se volvió un tema crónico-; los pagos que se le deben hacer a los empresarios colombianos, la integración de Venezuela en un escenario internacional que lo ha rechazado por no cumplir con las básicas de una democracia, de la cercanía del vecino país con Rusia, ahora protagonista de la invasión a Ucrania y que ha puesto en jaque a Europa con su gas. Este es un nuevo capítulo en la historia de las relaciones entre dos países vecinos, hermanos que llaman, que debería ir más allá de sus políticos y dirigentes para que los puentes que nos conectan sirvan para eso, para unir y nunca más para separar. Así como lo han pedido las familias que se construyeron en la frontera.
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