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Es miércoles, día de El Espectador le explica. Llevamos un poco más de una semana viendo imágenes de encuentros entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con Vladimir Putin, primer mandatario de Rusia; pero también con Volodímir Zelenski, su par en Ucrania. Diplomacia en medio de la guerra, le han llamado analistas internacionales, con muchas fotografías y las típicas declaraciones oficiales después de los encuentros de alto nivel. Y llevamos, para ir en línea con la realidad, más de tres años registrando lo que ha pasado desde aquel 23 de febrero de 2022, cuando el mundo fue testigo de la primera acción militar por órdenes rusas en territorio ucraniano. De la guerra. Esa que muchos solo habíamos visto en los libros de historia y por eso nos costaba tanto creerlo.
Así que para entender lo que ha pasado en estos últimos días, mientras los militares de lado y lado siguen detrás del cañón y el mundo alberga la esperanza de que cese el accionar de todos esos gatillos, le pedí a los colegas de la redacción Mundo de El Espectador la selección de los contenidos que nos permitan entender cuál fue el resultado de esos encuentros, si estamos transitando como sociedad la posibilidad de un fin de esa guerra y por qué se habla de una “América Latina (que) no se escapa del tablero nuclear de este período de miniguerras frías o “paz caliente””. De eso se trata este boletín semanal. Comencemos.
Así registramos cuando todo esto comenzó y cuando, tras dos años, se movía el mapa global con la llegada de Trump a una nueva presidencia de Estados Unidos y lo que se esperaba de su relación con los conflictos internacionales vigentes:
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Y ya, sobre esta base, vayamos al pasado 2 de junio de 2025, cuando Alana Barguil nos contó sobre “la segunda ronda de negociaciones entre las delegaciones de Ucrania y Rusia celebrada en Estambul”. Resultaba distinta porque, desde el inicio de la guerra, era con certeza el “memorándum de condiciones” más estructurado por el que Moscú aceptaría un alto el fuego. Sin embargo, fueron más las buenas expectativas que la realidad de una salida negociada. “El documento plantea una retirada total de las fuerzas ucranianas en territorio ruso, “incluyendo las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, las regiones de Zaporiyia y Jersón”, como requisito clave para avanzar hacia un tratado de paz”, nos contó la reportera. Pero lo que eso significaba, en el lenguaje de la guerra, lo detalló Barguil, era que “sus condiciones reflejaban más una estrategia de presión que una verdadera concesión” porque el alto el fuego que ofrecía la delegación de Putin exigía que Kiev renunciara a territorios clave, “justo después de Rusia sufriera un golpe simbólico a manos de drones enemigos en Siberia”. Para el lado de Ucrania, estas era unas condiciones “imposibles” para la paz.
Rusia pedía que Ucrania abandonara su aspiración de ingresar a la OTAN, que no tuviera más alianzas militares extranjeras, inteligencia militar y apoyo satelital; que suspendiera la movilidad de todas sus tropas y comenzara una desmovilización. Exigían “el levantamiento de la ley marcial y del estado de guerra en Ucrania, así como la convocatoria de elecciones presidenciales y parlamentarias dentro de un plazo de 100 días después de esa derogación”.
En la lista estaba “una amnistía mutua para presos políticos, la liberación de civiles detenidos durante el conflicto y medidas para proteger los derechos de los rusoparlantes en Ucrania”. Volodímir Zelenski, publicó vía X una respuesta: “Los rusos no ven un cese al fuego inmediato. A lo que sí están dispuestos ahora es a un alto el fuego de dos o tres días solo para recoger a sus muertos del campo de batalla. Creo que son unos idiotas, porque el objetivo de un alto el fuego es evitar que la gente muera. Así que, ya ven la mentalidad. Para ellos, es solo una breve pausa en la guerra”.
No hubo un acuerdo general, solo se pusieron de acuerdo en el tema humanitario, es decir, se concretó un “intercambio de prisioneros de guerra menores de 25 años, soldados heridos y 6.000 cadáveres por cada bando”. No terminaba la guerra, pero era una bala de oxígeno en medio del desastre que ha traído el uso de la fuerza militar.
Tras la pausa, la guerra. Un mes después la DW contaba, en este reportaje audiovisual, cómo los drones Nemesis podían ser operados “a distancias extremadamente largas” y que, “en lugar de utilizar comunicaciones por radio, se conectan a internet mediante la red satelital Starlink”, una “tecnología ucraniana (que) ha transformado dormitorios alejados del frente en centros de mando, y ha convertido a gamers, ingenieros y especialistas en informática en piezas clave de la maquinaria de guerra”.
Más y más ataques, de lado y lado, actores internacionales interviniendo y, entrando el mes de agosto, se empezaban a asomar los encuentros con Donal Trump:
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La noticia, el 13 de agosto, era que el presidente estadounidense y el mandatario ruso se reunirían en Alaska (Anchorage) “por primera vez desde 2019, en medio de la guerra en Ucrania y sin la presencia de Zelenski”. Decía la agencia AFP: “Después de haberse pasado meses prometiendo que pondría fin a la guerra en un abrir y cerrar de ojos, el presidente Donald Trump moderó esta semana las expectativas diciendo que es una “reunión de tanteo””.
Apareció entonces el recuerdo de Yalta, que para los que no sabemos qué es, nos lo explicaron así: “Lo esencial para Zelenski y los dirigentes europeos es que Anchorage, donde se celebrará el encuentro, no se convierta en una especie de Yalta, la reunión de 1945 en la que Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética, delimitaron territorios y zonas de influencia”. En otras palabras, que otros decidan por la suerte de uno, pero a uno no lo inviten a la decisión.
Uno de los muchos analistas consultados en la previa de dicho encuentro, dijo que Trump podría comenzar a esbozar los contornos de un acuerdo para poner fin a la guerra. Se trataba de George Beebe, exdirector de análisis de Rusia en la CIA, ahora miembro del Quincy Institute, que apoya la moderación militar. Aseguró que Rusia podría aceptar “de mala gana” una posible adhesión de Ucrania a la Unión Europea si, a su vez, se mantiene fuera de la OTAN, la alianza militar transatlántica, que ha sido una variable determinante en la ecuación del conflicto para el Kremlin.
¿Qué estaba en juego con esta cumbre Trump-Putin? Neil MacFarquhar, del The New York Times, lo analizó en este extenso contenido, pero dejamos un adelanto a continuación: “Es posible que Putin esté utilizando la cumbre como otra táctica dilatoria, así como una forma de intentar mejorar sus deterioradas relaciones con Washington. También podría tratar de debatir cuestiones ajenas al marco de Ucrania, como acuerdos económicos o la cooperación en el Ártico. A mayor escala, la cumbre corresponde a la visión del mundo de Putin, según la cual las grandes potencias deben determinar sus propias esferas de influencia, de forma parecida a como Stalin se reunió con el presidente Franklin D. Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill en Yalta en 1945 para repartirse la Europa de posguerra. Putin cree que el vasto arsenal nuclear de Rusia sigue convirtiéndola en una potencia mundial, aunque Rusia produzca muy poco que el resto del mundo desee, aparte de energía”.
Por el lado de Trump, decía el reportero del The New York Times, el asunto también tiene peso en la balanza y tiene que ver con las promesas de campaña y el significado de un reconocimiento internacional que no es de poca monta: “Una de las promesas de campaña de Trump fue poner fin a la guerra en Ucrania en 24 horas tras su segunda toma de posesión. Han pasado más de 200 días, pero él sigue considerándose un negociador supremo. Tampoco ha ocultado su deseo de obtener el Premio Nobel de la Paz, y ha vinculado su merecimiento a sus esfuerzos en Ucrania, entre otros conflictos. “Todos estamos de acuerdo en que esta Guerra debe llegar a su fin, y trabajaremos para eso en los próximos días y semanas”, escribió Trump en su plataforma de redes sociales”.
Y entonces, ¿qué pasó en esa reunión entre Trump y Putin? ¿Y qué pasó con el encuentro Trump y Zelenski?
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Hagamos un paréntesis para responder cómo entró América Latina, a lo lejos, en la relación Estados Unidos - Rusia. Nos contaba Camilo Gómez que “el año pasado, se confirmó en Venezuela que el Grupo Wagner —brazo paramilitar asociado con Putin— estaba operando en Caracas en las protestas poselectorales contra el régimen de Maduro. Y en cada capítulo de la crisis venezolana, Putin ha estado ahí reafirmando su apoyo al chavismo con el envío de buques y aviones con efecto disuasorio: 2019, 2013, 2008... la lista es vieja y sigue creciendo. Solo que ahora hay condiciones para tomarla más en serio. En julio de 2024, Rusia envió una flota naval a Cuba, que luego se dirigió al puerto de La Guaira, en Venezuela, entre ellos el submarino Kazan, cuyo armamento principal son misiles de crucero que pueden ser equipados con ojivas nucleares, pero no podía cargar ese armamento hasta ahora. Hace dos semanas, Rusia abandonó oficialmente el Tratado para la Eliminación de Misiles Nucleares de Medio y Corto Alcance (INF por sus siglas en inglés), y el Kremlin le ha recordado al mundo que ya no tiene restricciones sobre dónde y cuándo desplegar sus misiles nucleares”.
¿Eso qué quiere decir? Que ahora, como lo expresó el portavoz de la presidencia rusa, Dmitri Peskov, Venezuela puede ser uno de los lugares en los que Rusia pone sus misiles con efecto disuasorio: “Rusia ya no se considera limitada por nada. Se considera con derecho, si es necesario, a tomar las medidas apropiadas”, dijo Peskov. No en vano, la administración de Trump elevó la recompensa en contra de Nicolás Maduro y tiene sus ojos puestos en la región, más exactamente en Venezuela. Hecho este importante paréntesis, volvamos.
“Avances limitados y muchas dudas sobre el futuro de la guerra en Ucrania”. Así resumieron los reporteros que estuvieron atentos a la llamada cumbre entre las cabezas de Estados Unidos y Rusia. O, en palabras más directas: “No hay trato hasta que hay un trato”, aseguró Trump en la rueda de prensa. Tres horas reunidos. En Alaska. Se habló en “ambiente respetuoso, constructivo y de mutuo respeto”, dijeron ellos mismos.
Todos quieren la paz, ¿pero a qué costo? En las clases de negociación siempre enseñan que una buena negociación es cuando los dos ganan y no cuando uno gana y el otro pierde. Una vez más Trump, con bastante claridad, agregó: “Voy a llamar a la OTAN en un rato. Llamaré a las distintas personas que considere adecuadas. Y, por supuesto, llamaré al presidente (Volodimir) Zelenski y le contaré sobre la reunión de hoy. En última instancia, depende de ellos”, añadió el mandatario estadounidense.
Putin, por su parte, dijo: “Estamos convencidos de que, para lograr un acuerdo duradero y a largo plazo, necesitamos eliminar todas las raíces primarias, las causas principales de ese conflicto”. Se refiere, en parte, a lo que en esencia siempre ha sido su plan: la “Gran Rusia” que le gustaría reconstruir. Putin es un exoficial de la KGB entrenado en guerra psicológica que siempre habla del largo plazo, decía la agencia AFP. Ese mismo viernes, el pasado viernes, Zelenski escribió en sus redes sociales: “Es hora de poner fin a la guerra, y los pasos necesarios deben ser dados por Rusia. Contamos con Estados Unidos”. Sobre la mesa parece existir la intención, pero no se ve ese gana gana a la vista del que está claro sería una buena negociación. De la cumbre Trump – Putin no hubo acuerdo definitivo, nos recalcaron.
El 18 de agosto el turno fue para la reunión Trump – Zelenski. El mundo entero recordaba lo que fue el más reciente encuentro entre esos dos líderes: “se vivió un episodio de fuertes tensiones entre ambos líderes”. Ahora, “reunidos con otros funcionarios europeos, como Emmanuel Macron, parece que hay un tono menos hostil entre ellos”, nos dijeron. En la previa de la nueva cita, Trump dijo que era necesario hablar de “posibles intercambios” de territorio en Ucrania. “Debemos discutir los posibles intercambios de territorio, considerando la línea de contacto actual. Esto significa las líneas de guerra, que son bastante obvias y muy tristes, de hecho”, agregó el republicano. Así que, en un renglón de las exigencias, como ha sucedido desde el día uno, hay un asunto de territorio. La Constitución Política de Ucrania no contempla ceder soberanía de región alguna de su territorio, de acuerdo con la explicación que nos daban en este texto.
Así que, para entender mejor la posibilidad de ceder “las regiones orientales de Donetsk y Lugansk, a cambio de una congelación del frente en las regiones sureñas de Jersón y Zaporiyia”, les recomendamos leer este texto, que habla sobre las prioridades del Kremlin, por qué se describe a Jersón como una zona ocupada y luego parcialmente liberada; la Zaporiyia, que es una región nuclear; el por qué se dice que Sumi y Járkov son casos especiales y, por supuesto, hay que poner sobre la mesa Crimea y los 11 años de ocupación.
La agencia EFE dijo que Traup había advertido que llamaría a Putin tras el encuentro con Zelenski y que era posible “una reunión trilateral entre él y los presidentes de Rusia y Ucrania para lograr un acuerdo de paz”. Zelenski respondió que los ucranianos están “preparados” para algo así. Esto sucedió en el marco, también, de un encuentro con otros líderes europeos que siempre han mostrado su apoyo incondicional a la postura de Ucrania. Ahí estaban el secretario general de la OTAN, Mark Rutte; la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; los presidentes de Francia y Finlandia, Emmanuel Macron y Alexander Stubb, respectivamente; los primeros ministros del Reino Unido e Italia, Keir Starmer y Giorgia Meloni, y el canciller alemán, Friedrich Merz.
“Las discusiones sobre las garantías para Ucrania “abarcan toda la seguridad del continente europeo””, dijo Macron, quien recalcó que él, al igual que el líder alemán, han pedido un alto al fuego, “al menos para detener las matanzas”, una idea que apoyan todos los líderes allí presentes.
¿Qué tan posible es lograr un acuerdo, de verdad, que ponga fin a las hostilidades? Eso es tan incierto como el desarrollo mismo de la guerra, pero ya hay algunos avances que no se lograron antes muy a pesar de mucha insistencia de la comunidad internacional:
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Uno de los avances más claros es este que nos contó la redacción Mundo: “El Gobierno suizo aseguró que otorgará inmunidad al presidente de Rusia, Vladímir Putin, si acepta reunirse con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en Ginebra, ciudad que Francia considera una ubicación neutral. La propuesta surge porque la Corte Penal Internacional (CPI) señala al líder ruso de cometer delitos de deportación forzosa y traslado ilegal de niños ucranianos en los territorios ocupados por su país, lo que provocaría su arresto en Estados que respeten ese decreto”.
Entre tanto, los mismos ucranianos al frente de la batalla “advierten que entregar territorio a Moscú supondría un desastre estratégico”. El asunto es que mientras la diplomacia trata de hacer lo suyo, la guerra sigue: “Mientras las negociaciones avanzan, los enfrentamientos no cesan. Según las autoridades de Donetsk, el martes por la mañana una persona murió y tres resultaron heridas en Dobropillia, una aldea en la primera línea del frente y objetivo constante de los bombardeos rusos. En Kostiantynivka, a 48 kilómetros al este y bajo riesgo de quedar cercada, fallecieron tres personas y otras cuatro resultaron heridas. Solo en las últimas horas, las tropas rusas ejecutaron 67 ataques en las inmediaciones de Dobropillia”. Todos esos detalles, en este enlace.
Nadie sabe, por ahora, más allá de comentarios sueltos tras dichas reuniones presidenciales, “cómo dar seguridad para Kiev” y “cuál será el futuro de los territorios ucranianos ocupados por Rusia”. Así que, volviendo sobre el mensaje más evidente de las últimas dos semanas: “No hay trato hasta que hay un trato”. Lo demás es especulación. Aquí seguiremos contando, en detalle, sobre los hechos concretos, qué noticias hay sobre una posible paz, mientras siguen llegando cables informativos de más y más soldados -también civiles- de lado y lado, enlistando la gruesa cifra de muertos por cuenta del conflicto.
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