Es miércoles, día de El Espectador le explica. ¿Por qué el presidente Gustavo Petro declaró estado de conmoción interior? ¿Dónde queda el Catatumbo y por qué hay más de 32.000 personas desplazadas en esa región del país? ¿Qué tienen que ver con toda esta situación el ELN y las disidencias de las FARC? ¿Qué pasó con los diálogos que se venían adelantando en medio del objetivo que tiene el Ejecutivo de llegar a una paz total? ¿Por qué la Procuraduría habla de 46 mil niños desescolarizados? Para entender todo lo que ahora mismo está pasando en Colombia, le pedimos a tres distintas secciones de la redacción que nos enviaran todos los contenidos que han escrito y con ellos vamos a responder esas y otras preguntas. No olviden en entrar a todos los enlaces. Comencemos.
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¿Dónde queda el Catatumbo? Dice el Centro de Memoria Histórica que es “la región localizada en el nororiente del departamento de Norte de Santander y la conforman los municipios de Ocaña, El Carmen, Convención, Teorama, San Calixto, Hacarí, La Playa, El Tarra, Tibú y Sardinata. Alberga los resguardos Motilón-Barí y Catalaura, donde habita el pueblo indígena Barí. Es un territorio con una gran diversidad biológica y riqueza natural, atravesado por numerosos ríos, quebradas y caños”. Y precisamente la presencia indígena y el cúmulo de ríos, más de 30, tiene que ver con el nombre de esta parte de Colombia, pues de acuerdo con la gente de Rutas del Conflicto, “la palabra Catatumbo (Ishtana) significa ‘Casa del trueno’ en lengua Barí”, que también se asocia al río Catatumbo.
La zona, además de transfronteriza con Venezuela, tiene una ubicación geográfica con muchas variables positivas: rica en recursos minerales -petróleo, sobre todo-, pero también por sus montañas y pisos térmicos, es ideal para cultivos como el cacao, el café o el plátano, la yuca, el maíz, el fríjol. Y esa misma fortuna también se ha vuelto en su desgracia: Allí existen amplias extensiones de cultivos de hoja de coca, operan las guerrillas del ELN, las disidencias de las FARC y hasta fracciones del Clan del Golfo, se lucha contra el robo de hidrocarburos y se ha convertido, por los laboratorios clandestinos, en una zona de producción de cocaína con salida a los mercados internacionales. Un negocio que, precisamente, es el que tiene enfrentados a todos estos grupos armados al margen de la ley.
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¿Y qué es lo que está pasando en el Catatumbo como para que, por fin, el país entero esté atento? Decía un asesor de paz en una entrevista radial en la mañana de este miércoles que existe una “bonanza” de droga en esa zona del país y eso se traduce en violencia. Lo que allí pasa es que los grupos armados ilegales están librando una batalla por el control del territorio y, con ellos, dominar el millonario negocio de la droga. Que, aunque el ELN y una de las facciones de las disidencias estaban en especie de tregua de no agresión, la realidad de los últimos ochos días demuestran que eso terminó y a sangre y fuego se están atacando, dejando en la mitad a la gente que no tiene nada que ver, a la población civil, sobre la que ejercen su voluntad. Hay denuncias de asesinatos de firmantes del Acuerdo de paz, hay denuncias de hombres del ELN buscando de casa en casa a personas con nombre en mano, hay denuncias de reclutamiento forzado, hay denuncias de amenazas contra líderes sociales, hay denuncias de desplazamientos en todo el departamento.
La historia cuenta, un poco mirando atrás atrás, que el Catatumbo ha sido escenario de violencia hace décadas. Tras la primera guerra mundial y la segunda fase de la revolución industrial, la energía se volvió una joya que todos querían usar y, en esa ruta, el petróleo se fue asentado, poco a poco, como un buen protagonista. En Colombia, algunas de las grandes exploraciones se hicieron en el Catatumbo. Por allá en 1920. Encontraron el llamado oro negro, de buena calidad. Llegaron empresas internacionales a hacer el trabajo. Había que trazar un oleoducto para transportar ese crudo hacia las fronteras. Y en medio de este desarrollo, se fueron creando también conflictos. Entre los años 60 y 70, nacen varias guerrillas en Colombia (FARC, ELN y EPL), venidas de diferencias políticas y de problemas con la propiedad de la tierra. Pero entre los 80 y los 90, cuando crecieron de forma sistémica estos grupos armados ilegales, detalla una investigación titulada 50 años de conflicto armado colombiano (1964-2014). Entonces se fueron moviendo por varias zonas del país en su plan de expansión, entre ellas el Catatumbo. Y así, una zona rica, también se fue volviendo el nido de una serie de problemas que hoy, en pleno 2025, explotó, a tal punto que el presidente Gustavo Petro declaró el estado de conmoción interior por la grave situación de orden público que allí se vive.
Y ahora, con este contexto claro, vayamos unos meses atrás, pues el Gobierno, liderado por Petro, ha buscado desde su llegada la llamada paz total y en ella, se trata de poder sentar en una mesa de negociación no solo a las guerrillas, sino a las bandas criminales y todos los demás grupos ilegales -nueve negociaciones en paralelo- que, con arma en mano, han ejercido su fuerza sobre la población civil. Pero una cosa es la meta y otro ha sido el camino para llegar a ella, pues la mesa de negociación con el ELN ha tenido más peros que avances:
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En medio de las conversaciones de paz entre el Ejecutivo y el ELN, son varias las agresiones que ha cometido el grupo guerrillero, como el atentado terrorista contra la base militar de Puerto Jordán, Arauca, que dejó tres uniformados muertos y más de 25 heridos. Para ese instante eran casi dos años de negociación, pues la mesa se instaló en noviembre de 2022. El primer banderazo de que las cosas no iban bien fue en octubre de 2023, cuando una unidad de esa guerrilla secuestró a Luis Manuel Díaz, padre del futbolista Lucho Díaz. El secuestro ha sido una de las cartas de guerra que siempre juega ese grupo ilegal. En febrero de 2024, otra crisis llegó a la mesa. Comuneros del Sur, uno de sus frentes de Nariño, se separó oficialmente del ELN para negociar aparte y con esa fracción se logró un desminado humanitario y hay plan de desmovilización antes del 2025.
La mesa estaba vacía, usando una analogía que tiene marcada la memoria de los intentos de paz en Colombia. El Gobierno intentaba acercarse, pero el ELN no contestaba. Luego, le pedía al Ejecutivo que los sacara de la lista de Grupos Armados Organizados (GAO), pero esa petición fue rechazada. Los atentados terroristas se hicieron más frecuentes. Ya era septiembre de 2024. Pero el ELN, sin muestras de voluntad de paz, haciendo lo que siempre, atacaba la base militar de Puerto Jordán. Se rompía el cese al fuego. Para el 31 de octubre, ya se contaban “19 ataques a la Fuerza Pública en Norte de Santander, de los cuales 16 han sido perpetrados por esa guerrilla”.
“El proceso con esta guerrilla era muy frágil, y cuando el ELN se levantó de la mesa, pues iba a contraatacar y a hacer expansión territorial, porque quieren ser una guerrilla más fuerte para negociar con el Gobierno y, quizá, presionarlo más”, decía Laura Bonilla, subdirectora de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), a Juan Pablo Contreras Ríos en este texto, publicado en Colombia+20 de El Espectador. Para ese instante había un cese al fuego entre el ELN y las disidencias de las FARC. Analistas que estudian el conflicto en Colombia, decían que este espacio de ‘tregua’ podría ser usado por el Clan del Golfo para penetrar el territorio.
Cuando llegó el pasado noviembre de 2024, y se hacía un balance de la mesa de negociación con el ELN por los dos años cumplidos, el mismo Juan Pablo Contreras Ríos recordaba que para ese instante “el más reciente ataque se dio en Anorí (Antioquia) cuando esa guerrilla atacó con explosivos a una tropa del Ejército que custodiaba el antiguo ETCR de La Plancha, donde viven firmantes de paz. El hecho dejó a cinco uniformados muertos y otros cuatro heridos, entre los que se encuentra un civil”. Ya se veía, con ese caso, la estrategia que estaba planeando el ELN con un objetivo claro: atacar firmantes de paz, a la Fuerza Pública y a quien estuviera en el camino, como la población civil.
<i>“El ELN debe decir ante el pueblo por qué atentó contra la zona donde los excombatientes de las FARC que aún habitan en ANORI, Antioquia, y mató 5 soldados del Ejército de Colombia que los cuidaban ¿No es eso exactamente un acto contra la paz que dicen buscar?”</i>
Gustavo Petro Urrego (Noviembre 22 de 2024).
Y así llegamos a la segunda semana de enero de 2025, cuando fue el mismo presidente Gustavo Petro quien dejó clara su posición sobre el ELN, se frenaron los diálogos por lo que estaba sucediendo en el Catatumbo, se conocieron videos de hombres portando el brazalete del ELN buscando personas de casa en casa, de más ataques contra firmantes del acuerdo de paz y de una masacre contra una familia en la que, incluso, le quitaron la vida a un niño de nueve meses. De decenas de muertes y, también, de miles de desplazados:
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¿Qué estaba pasando ahora en esta zona, históricamente agobiada por el conflicto? Cindy A. Morales Castillo y Paulina Mesa Loaiza lo resumían así: “Podríamos decir que cero y van dos, pero en realidad cero y van decenas las veces que el Gobierno colombiano ha intentado encauzar en más de 60 años las negociaciones de paz con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN). La segunda suspensión en menos de cuatro meses de los diálogos entre el gobierno de Gustavo Petro y el ELN que se dio el viernes -la primera fue en septiembre tras un atentado contra una base militar en Puerto Jordán- y marca un momento crítico para esa mesa de negociación y la política de “paz total” del mandatario que, sin embargo, parece ser solo una amenaza de punto final a un proceso de paz que desde hace más de un año está quieto”.
Lo que está pasando es que el ELN, la guerrilla que por un lado dice querer buscar la paz en una mesa de negociación, pero por el otro acciona el gatillo, está atacando con arma y fuego a quienes ellos consideran objetivo militar. Y en eso han caído muchos. Petro, una vez más, lo dijo: “Lo que ha cometido el ELN en el Catatumbo son crímenes de guerra”. Los profesores abandonaron las escuelas porque hasta allá han llegado las balas. A bordo de motocicletas y banderas blancas, los educadores tuvieran que huir.
Y así, escabulléndose, fue que se salvó el líder campesino José del Carmen Abril, conocido como “Carmito”. “En esa travesía por buscar un refugio, “Carmito” solo pudo grabar videos con su celular para pedir auxilio, mientras tanto, los hombres armados visitaron por lo menos en cuatro ocasiones su casa, la orden era asesinarlo. El líder, reconocido por su trabajo en el Catatumbo, permaneció más de 24 horas escondido hasta que sus llamados surtieron efecto y en la tarde del 17 de enero fue rescatado junto con otro grupo de 19 líderes sociales, también amenazados de muerte, gracias a la intervención de la Defensoría del Pueblo. “Ole compañeros, compañeras. Estamos a salvo. Ya nos libramos de las manos de los sanguinarios. A esta hora no hemos almorzado, pero estamos con vida. Así que quiero agradecer a todos y a todas el esfuerzo que hicieron por mí y por todos los que estamos acá. Iban a matarnos. Muchas gracias”, dice “Carmito” mientras va en un helicóptero de la Fuerza Pública”.
“La última semana ha sido agónica. A los ataques en Catatumbo y los enfrentamientos con la disidencia de “Calarcá” se suma la denuncia del comisionado de paz, Otty Patiño, quien afirmó en <a href="https://www.elespectador.com/colombia-20/paz-y-memoria/carta-de-comisionado-de-paz-otty-patino-al-eln-lo-acusa-de-querer-asesinar-a-alvaro-jimenez/" target="_self">una dura carta dada a conocer el miércoles que el ELN tenía un plan para asesinar a Álvaro Jiménez,</a> su principal asesor y actual negociador del Gobierno en los diálogos con el Clan del Golfo”.
Para Jorge Mantilla, experto en temas de crimen y seguridad, consultado por Colombia+20, “el ELN está pensando más en 2026. Este proceso de paz está condenado el fracaso, independientemente de que se mantengan las conversaciones. El ELN ya ha dicho que hará la paz con el otro gobierno y de alguna manera lo que se puede esperar es un posicionamiento más agresivo del ELN de cara a las elecciones de 2026”. El miedo se tomó muchas zonas del Catatumbo, corredores viales bloqueados, más y más retenciones y hasta en los ríos, que son usados como canal de comunicación, se vive su propia angustia.
“Todos están pensando en migrar, pero no hay garantías en las vías. Se habla de que las tienen con minas antipersonas, hay comunicados donde dicen que están prohibiendo el paso de carros. Todo el mundo está en la zozobra”, dijo un habitante de Tibú a las reporteras de Colombia+20. “Aquí hubo omisión del Estado. La oficina del comisionado tenía conocimiento de la situación, el Gobierno tenía conocimiento. Nosotros lo advertimos y se hubiera podido evitar. Estamos hablando de vidas. No es una cuestión simple, porque estamos hablando de un territorio que abarca muchas dinámicas sociales. Es algo que se hubiera podido hablar en las mesas de diálogo”, afirmó una lideresa del territorio que pidió reserva de su nombre. Y añadió: “Ya hemos puesto los suficientes muertos desde la firma del Acuerdo hasta la fecha, casi 1.700 líderes asesinados, y no podemos seguir volviendo eso una cifra normalizada”, dijo la mujer.
Destacado: “Los firmantes tenemos el alma rota (...) Lo que hay detrás de los ataques es el afán por perpetuar el rol hegemónico en un territorio estratégico de frontera con Venezuela. Una segunda razón es que están golpeando el Acuerdo de Paz porque están matando firmantes. Están muy dolidos por el ejercicio que hemos venido haciendo en el territorio con el diálogo con líderes sociales, donde ha venido participando también el EMBF, en el marco de la definición de unos objetivos de transformación territorial. Esta guerra también va dirigida a sabotear los diálogos de paz con el Estado Mayor de Bloques”, explicó el firmante de paz consultado por El Espectador.
Un dato no menor que hay que poner en medio de este debate: “Durante años se han denunciado presuntos vínculos entre el régimen venezolano y el grupo guerrillero ELN, incluyendo acusaciones de colaboración en actividades de contrabando y tráfico de drogas. Con la “tregua” tácita que había entre los grupos armados en Catatumbo rota, este tema no será menor”, contaban los reporteros de Colombia+20, quienes está en el terreno contando la situación.
Y en los cuatro siguientes días, más detalles se han conocido del recrudecimiento de la violencia, también llegamos a la declaratoria de conmoción interior por parte del primer mandatario, ya se hablaba de 5.000 desplazados y 80 personas muertas y el ministro de Defensa entregaba directrices para que la Fuerza Pública restablecería el orden y la seguridad, pero sobre todo, salvaran vidas:
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El ELN respondió que sí había asesinado a los firmantes del Acuerdo de paz y desde el frente de Guerra Nororiental, se aseguró, sin pruebas, que los reincorporados eran miembros de las disidencias de las FARC. Un día después, el 20 de enero, la cifra de desplazados ya subía a 8.000, de acuerdo con la Defensoría, y las personas muertas a 60. Petro, desde sus redes sociales, le decía al país que el ELN “calca perfectamente a los paramilitares”: “Lo sucedido en el Catatumbo no es sino una demostración más del tránsito de las guerrillas insurgentes hacia las organizaciones narcoarmadas”, “calca perfectamente a los paramilitares cuando, dirigidos por Mancuso, llegaron a la zona: masacre de campesinos civiles, en estado de indefensión. Crímenes de guerra por doquier que son crímenes contra la humanidad”. Entonces sentenció: “El ELN ha escogido el camino de la guerra y guerra tendrá. Nosotros, el Gobierno, estamos al lado del pueblo”.
Y cuando todo el país esperaba que las acciones violentas cesaran, el Jefe de disidencia de FARC en Catatumbo decía que responderían a los ataques del ELN, de acuerdo con un audio de Andrey Avendaño, en donde decía que no se trataba de defenderse sino de “contrarrestar” los enfrentamientos.
El desplazamiento forzado ha sido tal que las personas han llegado incluso hasta Bogotá, razón por la cual el Distrito Capital activó rutas para la atención a las víctimas. Y también empezaron a recibir ayudas para enviar y atender la crisis humanitaria que se vive en el Catatumbo. El Canciller, Luis Gilberto Murillo, dijo que los “crímenes de guerra del ELN deben ser de conocimiento internacional”.
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El gobernador de Santander, William Villamizar, declaró la urgencia manifiesta y la emergencia humanitaria. Para el 21 de enero se calculaban 11.000 desplazados y se creía que la cifra de 80 muertos podría ser más alta porque no se había podido llegar a zonas remotas. La Procuraduría alertaba sobre 46.000 niños que se quedaron sin poder ir a clase por cuenta del desplazamiento forzado. Caída la noche de este martes 21, unos 500 soldados llegaban a la zona y las personas obligadas a movilizarse en contra de su voluntad llegaban a 20.000.
Mientras el país es testigo de esta macabra realidad, el presidente Gustavo Petro defendía su decisión de declarar la conmoción interior, pues entre los críticos de esa decisión estuvieron personas como el expresidente Juan Manuel Santos. “¿Van decenas de muertos y no hay justificación para conmoción interior? Así estamos acostumbrados a la muerte”, respondió a su vez Petro. De acuerdo con la ley, esta solo se podrá decretar por un plazo inicial de 90 días, aunque puede prorrogarse hasta por 270 días y allí el primer mandatario podría, vía decretos, poner en marcha todas las decisiones que a su criterio sean necesarias para atender la crisis de seguridad. Pero lo críticos dicen que se podrían extralimitar. La Corte Constitucional tendrá la última palabra pues será quien avale o no lo que firme Petro. “Cabe recordar que cuando esta ha sido convocada por otros presidentes, el alto tribunal ha tumbado la decisión. Además, ya en esta administración ha ocurrido que un decreto de emergencia económica, por ejemplo, el de La Guajira, se cayó por cuenta de un fallo constitucional”, contaron los colegas de la redacción de Política.
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Y entonces, ¿en qué vamos? En que la grave situación hizo que el Mindefensa anunciara el envío de 5.000 militares para atender la crisis humanitaria y que será responsabilidad de las Fuerzas Militares garantizar el retorno de las comunidades. Petro dijo que la “conmoción interior es para defender la soberanía nacional”, y ya este 22 de enero fue el ministro del Interior quien precisamente explicó que la conmoción interior es solo para Catatumbo y no habrá emergencia económica. Además, en una decisión esperada, la Fiscalía reactivó las órdenes de captura a los líderes del ELN tras todos estos actos criminales en el Catatumbo, mientras se estima que tan solo a Cúcuta han llegado 15.000 de todos esos desplazados. El alcalde Jorge Acevedo aseguró que la ciudad está colapsada.
En el reporte de desplazados este miércoles 22 se indica que ya son 32.000 las personas obligadas a salir corriendo de sus casas, según la Defensoría. De los más de 80 muertos, 35 cuerpos han sido recuperados por las autoridades. Pero, una vez más, fue Petro el que hizo su propio análisis de la situación: “Hay un fracaso de la Nación”. “Ahora hay una serie de hechos pavorosos, diría yo. No tenemos aún toda la información. Hoy todavía tenemos mucho rumor y aún no tenemos los datos concretos. ¿Cuántas personas han muerto? Aún no se llega a muchos sitios. Este puede ser uno de los hechos más dramáticos de la historia contemporánea, desde los tiempos de la violencia liberal – conservadora”. “La situación del Catatumbo enseña. Uno aprende también de los fracasos, y allí hay un fracaso de la Nación. ¿Cómo el ELN se desplaza de Arauca a Norte de Santander? Algún tipo de información debimos tener, y no la tuvimos. ¿Por dónde caminaron, anduvieron o se transportaron?”. Con estos comentarios, Petro dejó abiertos muchos más interrogantes como, por ejemplo, qué pasa con todas las unidades de inteligencia estatal o, tal vez, se trataba de un mensaje para el país vecino queriendo dar a entender que la guerrilla se estaría moviendo por territorio Venezuela para ganar espacio en Colombia y, de paso, ejecutar su estrategia de combate.
Esto último se convierte, además, en otro asunto que tiene que ver con las relaciones bilaterales de los dos países, pues “el canciller Luis Gilberto Murillo, luego de su última comparecencia ante el Consejo de Seguridad de la ONU como representante de Colombia, se refirió a la tensión que hay en la frontera con Venezuela por la ola de violencia desatada por el ELN en la región del Catatumbo, en Norte de Santander”. Murillo aseguró que “a través de canales diplomáticos hemos estado en interacción y manifestando al Estado de Venezuela que es supremamente definitivo (sic) que se evite el paso de los integrantes del ELN por la frontera”. Esta declaración llega después de que se dijera que, supuestamente, Diosdado Cabello, segundo al mando en el régimen chavista, estaría en la zona del Catatumbo, pero del lado venezolano.
Seguimos, en detalle, lo que pasa en el Catatumbo, minuto a minuto, en este enlace.
La situación, con miles de desplazados, obliga a recordar a esa Colombia en lo que nos tocó vivir hace 30 años, cuando existían zonas controladas por las guerrillas, no se podía transitar con tranquilidad, los secuestros eran pan de cada día, había que pagar vacunas y, como siempre en la mitad, quedaba la población civil víctima de la guerra no solo con el reclutamiento de niños y niñas para el conflicto -el desplazamiento obligado, la pobreza y la desigualdad- sino en medio de un cruce de balas que nunca ha servido para nada y lo único que ha dejado es luto nacional.
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