Es miércoles, día de El Espectador le explica. ¿Es cierto que Estados Unidos va a invadir a Venezuela? ¿Por qué se acusa a Nicolás Maduro de ser el líder de un poderoso grupo narcotraficante? ¿Por qué justo cuando este ruido internacional sube de volumen hay un despliegue militar interno de 25.000 soldados colombianos en el Catatumbo? ¿Qué tiene que ver Brasil en todo esto? ¿Por qué han comparado a Maduro con Osama Bin Laden, el cerebro detrás del ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 contra las torres gemelas en Nueva York? ¿Por qué, por un lado, se ve a Estados Unidos y Venezuela enfrentados, pero por otro se leen noticias de negocios y acuerdos petroleros entre compañías de los dos países? ¿Qué se sabe de una embarcación que supuestamente llevaba droga y fue interceptada por fuerzas armadas de EE. UU.? Pues de todo esto se trata este boletín de resumen que escribimos con la ayuda de los contenidos que han publicado las redacciones de Mundo y Política. Recuerden entrar a todos los enlaces que dejaremos a continuación. Comencemos.
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No vayamos tan lejos y recorramos un poco lo que ha sido este 2025, con dos protagonistas en la misma historia: Nicolás Maduro, el líder en Venezuela que está atornillado al poder desde que se lo heredó Hugo Chávez; y Donald Trump, el recién llegado presidente de Estados Unidos, en su segundo mandato, quien asumió el 20 de enero de 2025 la nueva administración de la Casa Blanca. Mientras el 10 de enero Maduro se posesionaba sin presentar las actas que confirmaran su triunfo en las urnas, y asumía su tercer mandato ante el rechazo no solo local sino internacional, el gobierno de los Estados Unidos elevaba hasta los US$ 25 millones la recompensa por información precisa que permitiera la captura de Nicolás Maduro. El mismo monto ofrecía por su ministro del Interior, Diosdado Cabello, con el fin de llevarlos antes la justicia norteamericana por los cargos de “narcotráfico y corrupción”. Sí, exactamente el mismo monto que dos décadas atrás se leía en el cartel que buscaba el arresto de Osama Bin Laden, entonces líder de Al Qaeda.
Por eso días, el expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, pedía una “intervención militar” en Venezuela para “desalojar la dictadura”; Gustavo Petro, el primer mandatario, criticaba a Uribe por esas declaraciones, no asistía a la posesión de Maduro y sí enviaba un delegado en su representación. El país político colombiano lanzaba críticas en contra del Ejecutivo por las ‘mediastintas’. El entonces canciller colombiano, Luis Gilberto Murillo, salía al paso y decía que manejaban con mucho cuidado la relación con Venezuela. La comunidad internacional tenía más clara su postura: en Venezuela “la democracia no existe” y lo que sucedió evidencia una “dictadura”. Entonces fueron días agitados que iban dejando rastros en el camino. El chavismo no se quedaba callado y acusaba a Uribe de “personaje paramilitar y narcotraficante, asesino y criminal”. El Centro Democrático respondía y calificaba a Maduro de “cobarde” y “tirano”:
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“Una relación de dos países no implica estar de acuerdo en todas las posiciones”
Algunos datos para ir aterrizando todo esto y entender de dónde venimos. Lo escribía María José Noriega Ramírez cuando contaba lo que había pasado en el primer mandato Trump y su relación con la Venezuela de Maduro: “En su primera administración, el énfasis de Trump fue el de las sanciones. Si en 2017 el número de las penalidades individuales fue de 41, dos años después de 49 y antes de terminar su período de otras 25, siendo su estancia en la Casa Blanca el margen de tiempo de mayor crecimiento en este tipo de castigos personalizados, la estrategia de máxima presión despegó en 2019, cuando se impusieron más de 180 sanciones, incluidas las que se instauraron en contra de las industrias del petróleo, el oro, las finanzas, la defensa y la seguridad”. Todo estos detalles aparecen en este texto. El objetivo era claro: ahogar en materia económica a la administración de Maduro.
Así que, en este nuevo capítulo, parecía que sucedía lo esperado, no había nada nuevo: Maduro seguía en el poder. El Gobierno Petro, que había reestablecido relaciones con Venezuela, maniobraba en medio de las críticas, pero con la palmada de apoyo en la espalda del mandatario venezolano. Estados Unidos, con los ojos puestos en la región, pero en medio de su propia borrasca arancelaria y de órdenes ejecutivas con temas migratorios y de cancelación de programas de cooperación internacional. Empezaban a surgir análisis, pues todo esto iba más allá de lo que significa la popular expresión de que “la ropa sucia se lava en casa”, pues empezaba a aparecer en el sonajero Rusia y China. ¿Por qué?
Lo describía también María José Noriega Ramírez: “China es el principal socio comercial de América del Sur y el segundo más importante para Latinoamérica, después de Estados Unidos. Además, ha firmado acuerdos de libre comercio con Chile, Costa Rica, Ecuador, Nicaragua y Perú. Su estrategia de la Iniciativa de la Franja y la Ruta ha encontrado resonancia en 22 países de América Latina y el Caribe”, incluido Colombia, así que, para ese instante, se consideraba que Trump intentaría frenar la creciente influencia china en esta parte del hemisferio, pues Venezuela se avistaba como un socio para China no solo por temas de inversión sino por venta de hidrocarburos. Estratégico en el mapa. Similar situación con Rusia, que sonríe en la foto de amistad con Venezuela mientras dicha imagen incomoda a EE. UU.
Venezuela lanzará un satélite con cooperación de China para tener 5G, dice Maduro
Pero, sigamos. “Uno no puede estar diciendo que va a invadir otro país”, decía Gustavo Petro en referencia a las declaraciones de Álvaro Uribe. Eso sucedía el mismo día en el que Maduro declaraba a Uribe e Iván Duque como enemigos públicos de ese país. Sucedía, también, que en Colombia se vivía una crisis en el Catatumbo protagonizada por el enfrentamiento entre el ELN y las disidencias de las Farc. El mayor desplazamiento forzado de las últimas décadas. El mandatario colombiano confirmaba que había hablado con Maduro por esa crisis y que se había autorizado vuelos militares de lado y lado. “Por soberanía nacional, el ELN debe ser derrotado”, argumentaba Petro.
Una vez más, la reportera María José Noriega Ramírez nos llevó a revisar datos y contexto: “Se calcula que el ELN tiene alrededor de 3.000 integrantes y que casi la mitad de ellos están del lado venezolano, o al menos esa fue la estimación que el gobierno de Estados Unidos hizo en 2019. Su carácter binacional no responde únicamente a eso, a que algunos de sus dirigentes y parte de sus filas están allá, sino a que ellos juegan a favor del régimen de Nicolás Maduro, incluso de defensa de la Revolución Bolivariana. Socorro Ramírez, quien fue miembro de la Comisión de Vecindad entre Colombia y Venezuela, lo piensa en clave del rol de control que el grupo armado ejerce en el Arco Minero del Orinoco, una zona rica en recursos, como el oro, del cual el gobierno en Miraflores se nutre, pero también del poder que tiene en ciertos pasos fronterizos, de lado y lado”.
Por esos días también vimos fotografías de los ministros de Defensa de los dos países, de Colombia y Venezuela, estrechando manos y prometiendo trabajo conjunto para luchar en contra del ELN. Negaban cualquier tipo de rumor o informe hecho previamente: “No servimos de plataforma para grupos armados”, decía el representante venezolano. Y cuando por acá eran más que evidentes los problemas, volvían a soplar los vientos desde Estados Unidos mirando hacia este lado del mundo y, además, con acciones claras:
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Cuando se suponía que no existía un canal abierto en las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela, y que lo que había era un camino lleno de sanciones, vimos una imagen de seis estadounidenses que recuperaban su libertad en Venezuela gracias a la gestión de Richard Grenell, enviado por Estados Unidos con ese objetivo. No hubo muchos detalles al respecto, más bien, todo tipo de preguntas. France24 decía que Maduro había abogado por un “nuevo comienzo en las relaciones” de Venezuela con Estados Unidos, rotas desde 2019. Pero “Washington desconoce la reelección de Maduro para un tercer mandato (2025-2031) y el jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio, expresó apoyo al exiliado Edmundo González Urrutia, quien reivindica un triunfo en los comicios presidenciales”. Incluso, “el mismo día de su investidura, Trump dijo que Estados Unidos “probablemente” dejaría de comprar petróleo de Venezuela”.
Y entonces, ¿qué pasó en este caso? No quedó claro cuál fue el botín de cambio, pero Mauricio Claver-Carone, enviado especial de los Estados Unidos para América Latina, dijo que Grenell exigiría a Maduro aceptar las condiciones para la repatriación de “criminales y pandilleros venezolanos”, no sin antes recordar que “la temida banda Tren de Aragua opera en Estados Unidos, y Trump, en su regreso al poder, la declaró organización terrorista”. Se supo, días después, “que la Casa Blanca anunció que Venezuela aceptó recibir a sus connacionales deportados, incluidos a los miembros del Tren de Aragua. Los aviones, que proporcionó directamente el gobierno venezolano, ya aterrizaron en el país latinoamericano”, escribía en este texto Natalia Rodríguez Arenas.
“Después de estas negociaciones, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos renovó automáticamente la licencia número 41 que le permite a Chevron mantener sus operaciones en Venezuela, hecho que contradice las declaraciones previas del presidente”, escribió Rodríguez. Pero a finales de febrero, Trump deshizo “el acuerdo petrolero con Venezuela y acusó a Maduro de incumplir con las deportaciones”, razón por la cual “revocó concesiones otorgadas por Joe Biden”. ¿Cómo se debería leía eso? Así: “Entre esas concesiones, pondrá fin a las licencias para la exportación de petróleo que beneficiaban a la petrolera Chevron”.
Es decir… “Perder la operación de Chevron se traduce en restar unos 200.000 barriles diarios a la producción de crudo venezolano, lo que es entre un cuarto y un quinto de la producción total”, le dijo Antonio De Lisio, profesor titular de la Universidad Central de Venezuela, a María Alejandra Medina, quien agregó que todo eso no significaba necesariamente que dicha producción cesará, sino que habría que buscar nuevos socios: “Otros países, como India, podrían estar interesados (…). Habría que ver si estarían en condiciones, porque quizás entrarían en conflicto con la administración de Estados Unidos”. Dicho y hecho:
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De acuerdo con la agencia EFE, Maduro dijo que la decisión tomada por Trump afectaba los viajes que Venezuela tenía programados para traer de regreso a los deportados. Entre tanto la Agencia Bloomberg informaba que el “productor petrolero francés Etablissements Maurel & Prom SA y una empresa de asfalto dirigida por el magnate Harry Sargeant, tendrían 30 días para poner fin a sus operaciones en Venezuela una vez que EE.UU. revoque sus exenciones para operar allí sin incurrir en sanciones”. El 10 de marzo, Venezuela suspendió los vuelos con los deportados.
El 12 de marzo un ingrediente más: “El FBI de Trump pone la lupa sobre el Cartel de los Soles, que salpica a Maduro”. Explicaban los colegas de la redacción Mundo que “El cartel de los soles, según Estados Unidos, lo encabeza Nicolás Maduro y junto a él otros funcionarios como Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela; Hugo Carvajal, exjefe de contrainteligencia; y Clíver Alcalá, general venezolano que en marzo de 2020 se entregó a las autoridades estadounidenses”. De acuerdo con las fuentes consultadas por los reporteros que tuvieron acceso a la información, desde EE. UU. habría una directriz: “Hay que cerrar la frontera, sacar a los criminales, detener el flujo de drogas y asegurarse de que no regresen”.
The New York Times lograba hablar con tres de las personas liberadas cuando el delegado de Trump fue a Venezuela: “Algunos describieron haber sido encapuchados, esposados y secuestrados en cruces fronterizos legales después de intentar entrar como turistas. Todos ofrecieron una visión interna excepcional de la estrategia en expansión de Maduro para presionar a los líderes mundiales a hacer lo que él quiere: ha hecho prisioneros a decenas de personas de todo el mundo para usarlas como moneda de cambio en las negociaciones. Otros nueve ciudadanos de Estados Unidos o residentes permanentes legales permanecen bajo custodia venezolana, según el Departamento de Estado. En total, hay al menos 68 titulares de pasaportes extranjeros encarcelados injustamente en Venezuela, según un grupo de vigilancia, Foro Penal, más de los que jamás haya tenido Maduro. Están detenidos junto con unos 900 presos políticos venezolanos. Los extranjeros proceden de España, Alemania, Argentina, Colombia, Uruguay y otros lugares. Casi todos fueron capturados en el último año”. El texto completo aparece en este enlace.
Maduro, poniendo sus ojos en Colombia, le respondía a Petro, quien en medio de la crisis que se vivía en el Catatumbo durante un discurso en Tibú, había dicho: “A ver si construimos la zona económica especial”, algo así como un acuerdo binacional en la zona fronteriza donde para ese instante se contaban 55.000 desplazados en dos meses. Lo que decía Maduro, en su respuesta a Petro, era: “Ojalá podamos, por el bien de la economía, la sociedad, la paz de nuestros pueblos, de la frontera, desarrollar esta idea de una zona económica binacional de desarrollo compartido entre Colombia y Venezuela, (...) y ojalá, en muy corto tiempo, ya empecemos a ver inversiones y resultados”. De presos políticos, ni una palabra. NI un solo reclamo.
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“Es polvo cósmico”: Maduro insiste en que el Tren de Aragua no existe
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Maduro se va con toda contra Rubio: “A Venezuela no la amenaza nadie... imbécil”
Marco Rubio, el responsable de las relaciones internacionales del Gobierno estadounidense, quien estuvo en gira por países del Caribe, respaldó a Guyana en una disputa que tenía con Venezuela por “la zona del Esequibo, que es rica en petróleo”. En cortas pero contundentes palabras, dijo: sería “un gran error y un día muy malo para ellos”, si Caracas decide atacar a “Guyana o a ExxonMobil”. De inmediato Maduro le contestó: “A Venezuela no la amenaza nadie porque esta es la patria de los libertadores, esta es la patria de Bolívar, imbécil”. Las diferencias se iban acrecentando.
En abril, el asunto seguía su curso. Sobre el río iba cada vez más agua. Por ejemplo, Maduro firmaba un decreto de emergencia económica y lo justificaba en medio de la guerra comercial de Trump. Allí se le daba la potestad a la administración venezolana de “dictar todas las medidas que considere necesarias para garantizar el desarrollo y crecimiento” de su país. Sin límites. Si se mira la historia, no era nada nuevo. Al igual que lo hizo en 2016, “el líder del régimen venezolano se atribuyó importantes facultades económicas por decreto”.
Y como en tensiones han vivido estas relaciones, una llegaba a sumar: Bukele, presidente de El Salvador y aliado de Trump, le proponía a Maduro intercambiar venezolanos deportados por “presos políticos”, pero Maduro le contestaba que “es un violador sistemático y serial de derechos humanos”. Los analistas decían que esta nueva pelea evidenciaba el uso de los migrantes como herramienta política y por eso les decían: “Las personas no pueden ser bienes de canje”.
Agencias de espionaje no creen que Venezuela dirija al Tren de Aragua: esto implica
Muchos hechos pasaban en mayo. Maduro el que llegaba a Rusia como invitado y, decían las agencias de información oficial, que firmaría un acuerdo estratégico con Putin. Estaban en la agenda encuentros con Cuba, Brasil, China, Mongolia y Congo. No hubo mayores detalles, pero la conclusión dejó mensajes muy típicos de estos encuentros: cooperación y alianzas, mensajes entre líneas al resto del mundo, sin señalar directamente a quién le hablaban. Diez días después era Maduro el que le agradecía a Trump por devolver a una bebé separada de sus padres deportados. Arribaba en un grupo de 260 personas que salieron de EE. UU. y, en este caso puntual, de acuerdo con EE. UU., los padres de la menor de edad tenían vínculos con El Tren de Aragua, razón por la cual habían sido separados. Entre tanto, se preguntaba desde Colombia: ¿Qué ha pasado con los colombianos detenidos en Venezuela?. La respuesta del viceministro Mauricio Jaramillo fue: “Nosotros no nos podemos comprometer a la liberación inmediata de esas personas”.
Volvíamos sobre el escenario económico en Venezuela, el del petróleo; también sobre el de la idea de reforma la Constitución para darle más y más poder el oficialismo:
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En medio del llamado “aislamiento”, se puso nuevamente sobre la mesa, por allá a finales de junio, la relación entre Venezuela e Irán. Hugo Santiago Caro, de la redacción Mundo de El Espectador, lo analizaba: “Compartiendo sanciones, enemigos comunes y necesidades energéticas, Caracas y Teherán mantienen un vínculo estratégico que desafía el aislamiento internacional y pone a prueba los equilibrios geopolíticos de la región”. Así, nos lo recordó en este texto, mientras EE. UU. atacaba directamente instalaciones nucleares de Irán, enviando mensajes claros a un conflicto en Oriente Medio que no para de sumar y sumar víctimas.
En julio llegaban más noticias que le ponían un poco más de gasolina al fuego. Rusia construía una fábrica de munición para fusiles de asalto Kaláshnikov en Venezuela y produciría 70 millones de cartuchos al año. Y anunciaban, además, la construcción de una fábrica de fusiles de asalto AK-103. “Rosoboronexport, agencia estatal responsable de las exportaciones del complejo militar industrial ruso, fue la encargada de la construcción de la fábrica, donde se han puesto ya en marcha cuatro líneas de ensamblaje, dos de ellas destinadas a munición con núcleo de acero y las restantes encargadas de producir balas trazadores y de fogueo”, contaba la agencia EFE. A nivel local, una encuesta en el país vecino concluía que “casi el 90 % de los venezolanos cree que su situación económica es mala o muy mala” y señalaban a Maduro y al chavismo de esa situación.
En Venezuela los criminales están libres y los opositores presos
Pero siempre hay espacio para más. Y ese “más” fue cuando el presidente Gustavo Petro se lanzó a advertir que: “Dice un presidente vecino que Marco Rubio está organizando un golpe de Estado contra mí”, refiriéndose al secretario de Estado de Estados Unidos. Lo que vino después fue un llamado a consultas de los respectivos embajadores. La situación iba escalando sin precedentes, tanto que al mismo Petro le tocó echar para atrás: “No creo que Marco Rubio esté en un golpe de Estado contra Petro, porque los señores de la extrema derecha que estaban en eso no llegaron a su oficina”, dijo. Son esas heridas que van dejando cicatrices pero que la diplomacia logra tratar.
Mientras tanto, más de 1.000 presos políticos habían sido torturados en Venezuela tras las elecciones regionales, de acuerdo con la ONG Justicia, Encuentro y Perdón, y con cifras del alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, quien hablaba del “uso sistemático de la detención arbitraria por parte del Estado venezolano”. Incluso Amnistía Internacional fue contundente y dijo que Venezuela comete desapariciones forzadas sistemáticamente contra opositores.
Al margen de todo esto, la Venezuela de Maduro y la Colombia de Petro avanzaban en lo que había sido propuesta, el expresidente Uribe aseguraba que se trataba de la “entrega de la soberanía” a la criminalidad y al régimen de Nicolás Maduro; pero también había buenas nuevas en la liberación de 14 personas en el vecino país y analistas decían que el régimen se estaba quedando sin cartas de cambio para negociar con EE. UU.:
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Maduro liberó presos políticos en negociaciones con EE. UU., que deportó migrantes
Sobre las críticas a la zona binacional, el mismo Petro dijo que “ningún soldado venezolano pasará a Colombia”. El documento firmado -y detalladamente contado aquí- asegura que en lo pactado se estima una vigencia de cinco años y no se debe interferir en las decisiones soberanas de los países. El mismo día que se supo de esta información, en el Congreso llamaron a tres ministros de Petro para responder ante el Legislativo por dicho acuerdo con Venezuela. Era el mininterior el que decía que todo esto es un tema “económico, no militar”. Pero la cabeza del Senado, Lidio García (Partido Liberal), aseguró que “no genera confianza un acuerdo negociado de manera opaca”. El análisis del equipo de redacción de Colombia+20, leía todo este asunto sobre dos variables: “El memorando firmado con Caracas y la creación de una Zona de Ubicación Temporal para el Frente 33 en Tibú no son hechos aislados”. El texto completo, en este enlace.
Y, mientras por aquí se registraban esas noticias de interés nacional, llegaba otra de esas que había que leer dos veces para entender, el pasado 25 de julio de 2025. Así la resumieron los reporteros que siguen lo que pasa en el mundo: “Estados Unidos autorizó a la petrolera Chevron retomar sus operaciones en Venezuela, confirmó este jueves el líder venezolano Nicolás Maduro, tras un inédito intercambio de prisioneros mediado por el mandatario salvadoreño. La decisión fue anunciada por el gobierno de Donald Trump, en un giro que marca una postura más flexible hacia Caracas”. Sí, “en medio de tensiones políticas y una economía asfixiada por años de sanciones”, una ventana quedaba abierta.
Llegó agosto y el nivel de la tensión política entre Estados Unidos y Venezuela seguía subiendo, aunque por el lado económico el tema petrolero tenga otra lectura. Pero lo que a ojos del mundo entero hemos visto es que EE. UU., más allá de acuerdos económicos que claramente lo benefician, va por otro lado y con toda la fuerza, tanto que designó al Cartel de los Soles como terrorista, señalando directamente a Maduro. Y tras todo esto, empezaron a sonar los ruidos de sable o, más bien, los de las acciones de las fuerzas armadas de Estados Unidos para atacar el narcotráfico:
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Estados Unidos eleva la recompensa por la detención de Maduro a US$ 50 millones
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Marco Rubio aseguró que EE. UU. podría usar su poder militar contra Maduro
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Buques de EE. UU. zarparon hacia Venezuela, pero a buscar petróleo
Política
Petro rechaza cualquier tipo de intervención militar de EE. UU. en Latinoamérica sin previo acuerdo
Efectivamente empezó a sonar la expresión “intervención militar”. El pasado 13 de agosto Hugo Santiago Caro hizo un buen resumen de lo que sucedía: “Latinoamérica ha vuelto a estar en punto de mira de Donald Trump durante la última semana. Entre sus más recientes acciones están aumentar a US$50 millones la recompensa por la captura de Nicolás Maduro, líder del régimen venezolano, autorizar al Ejército estadounidense a combatir a los carteles latinoamericanos y comparar a Washington con Bogotá y Ciudad de México para justificar que la capital es igual de peligrosa y, por ello, desplegar allí a la Guardia Nacional. Todas estas insinuaciones motivaron a Gustavo Petro, presidente colombiano, a responder ante cualquier intento intervencionista de la administración republicana de Washington. “Colombia y Venezuela son el mismo pueblo, la misma bandera, la misma historia. Cualquier operación militar que no tenga aprobación de los países hermanos es una agresión contra Latinoamérica y el Caribe. Es una contradicción fundamental a nuestro principio de libertad. Libertad o muerte, gritó Bolívar, y el pueblo se sublevó”, escribió en X como parte de una serie de mensajes al respecto”. Lo que dijeron, en detalle, cada uno de estos actores políticos, está en este enlace.
Un par de días pasaban y llegaban congresistas estadounidenses para hablar con Petro, con la oposición y con empresarios. Bernie Moreno, uno de ellos, afirmó que el “reino de terror” de Nicolás Maduro está cerca de terminar porque el mandatario venezolano es “narcotraficante” y “terrorista”, dijo.
Cinco días después, el 19 de agosto, EE. UU. desplegó tres buques de guerra en las costas venezolanas con, dijo, un objetivo claro: es llevar a cabo una operación antidrogas en contra de carteles latinoamericanos. Se trataba de tres buques de la Armada de Estados Unidos (USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson), conocidos como “destructores”. El operativo involucra 4.000 marineros, infantes de marina y aviones de reconocimiento. Maduro respondió diciendo que activaría “4,5 millones de milicianos de todo el territorio nacional”.
El clima, por supuesto, ha generado todo tipo de tensiones y preguntas, como si EE. UU. tiene la libertad de hacer ese tipo de acciones por decisión autónoma por decisión presidencial, de qué potencial armado tiene Venezuela, de qué tan cierto es que el régimen venezolano permitió la expansión deliberada del Tren de Aragua, o que Colombia estaría del lado de Venezuela, etc. Pues Petro se refirió nuevamente a Donald Trump y sus intenciones con Venezuela y reiteró que no es aliado de Nicolás Maduro. Así las cosas, escribimos los siguientes contenidos:
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Las Fuerzas Armadas de Venezuela, ¿cómo funcionan y cuánto poder tienen?
Judicial
Así fue como el Tren de Aragua se expandió bajo la protección del régimen venezolano
Mundo
EE. UU. moviliza 4.500 soldados en Latinoamérica y Caribe: Colombia en la mira
Mundo
Brasil advierte que no reconoce a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela
La DEA vinculó a Maduro con narcotráfico y habló del envío de cocaína a carteles mexicanos con apoyo de ELN y disidencias FARC. Brasil se desmarcó, dijo que no reconoce a Maduro como presidente de Venezuela y que ve con preocupación la avanzada militar de las tropas estadounidenses. Analistas creen que no se trata de una amenaza real armada sino de una estrategia política. Que se debe leer como “presión”.
Maduro, entre tanto, acusa a EE. UU. de buscar un cambio de régimen en Venezuela por vías “terroristas y militares”. Y dijo que su país recibía el respaldo de países aliados como China, Rusia, Irán y los miembros del ALBA. La ONU llamó a resolver todo tipo de conflictos por la vía pacífica. ¿Cómo se puede leer esto, más allá de lo que dice o hace cada lado? “Desde una perspectiva geopolítica, es claro que el gobierno Trump busca enviar un mensaje contundente de poderío global, siendo la premisa fundacional del Make America Great Again (MAGA) el restablecimiento y la consolidación de los Estados Unidos como la primera potencia mundial. En la actualidad, dicho mensaje se envía al mundo a través de por lo menos tres frentes claros: económico, político y militar”, opina Fabián Cárdenas, profesor de planta de Derecho Internacional en la Universidad Javeriana. Y un poco más: “La administración Trump inició su gestión ostentando su supremacía económica, la cual reiteró mediante el notable incremento de aranceles con sus diversos socios, la renegociación de tratados comerciales (TLCs y BITs, entre otros), así como con el desfinanciamiento de la cooperación internacional estadounidense y de las múltiples organizaciones internacionales que hasta entonces sostenía. El mensaje fue claro: quien pone la plata pone las reglas”.
La oposición en Venezuela dijo que en enlistamiento de ciudadanos de su país es “un fracaso” y que “los quieren utilizar”. Petro, que volvió a entrar en el debate, dice que el tráfico de cocaína por territorio venezolano es responsabilidad de la “junta del narcotráfico” y negó la existencia del cartel de los soles, dice que es una “excusa ficticia” de la extrema derecha para “derribar gobiernos que no les obedecen”.
¿En qué íbamos para ese instante? En que Venezuela ya había enviado 15.000 militares a la frontera con Colombia en medio de las acusaciones contra Maduro y a su círculo de liderar un cartel de drogas. En que tres destructores estadounidenses se posicionaban frente a Venezuela. En que Diosdado Cabello anunciaba el refuerzo en Zulia y Táchira contra el narcotráfico:
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El poder de Maduro en Venezuela: entre el narcotráfico y las economías ilegales
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Argentina declara terrorista al Cartel de los Soles y apunta a vínculos con Maduro
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Petro le da guiño a Maduro mientras Washington le muestra los dientes a Venezuela
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“No hay intención de una intervención”: Colombia descartó golpe de EE. UU. a Venezuela
El 28 de agosto, Gustavo Petro aseguró que en la frontera con Venezuela hay 25.000 soldados colombianos para combatir a las mafias. Maduro le agradeció. Petro dijo que había hablado telefónicamente con Maduro. Sin embargo el almirante colombiano Francisco Cubides explicó que, en esta zona, hay alrededor de 10.500 hombres y no 25.000. Los expresidentes César Gaviria, Álvaro Uribe e Iván Duque criticaron al gobierno Petro por las relaciones con Venezuela y lo que ha sucedido con Estados Unidos. Maduro aseguraba que su país tiene una estrategia “eminentemente defensiva” que se ha diseñado “durante 20 años”.
Y así llegamos a septiembre. Y también se compartían imágenes de fuerzas armadas de EE. UU. haciendo ejercicios de entrenamiento militar en Puerto Rico. El asunto, que por ahora estaba en advertencias y amenazas, sí que escaló este martes, cuando Estados Unidos informó que había interceptado un barco supuestamente venezolano con drogas que había terminado en un “ataque letal”. Lo confirmó Marco Rubio y el mismo Donald Trump. Venezuela respondió diciendo que se trataba de un video hecho con Inteligencia Artificial.
No hay mucha más información, pero este análisis y preguntas de la redacción Mundo tiene mucho sentido: “La agencia Reuters realizó una verificación preliminar con herramientas de detección de manipulación visual y no encontró indicios claros de alteración en los elementos del video. Sin embargo, mencionó que el análisis continúa, pues la resolución es baja y no hay metadatos completos. Expertos en el área forense digital consultados por la BBC coincidieron en ello. “No hay evidencia de deepfake evidente, pero la opacidad del Pentágono sobre la fuente original alimenta las sospechas”, comentó un analista anónimo de la Universidad de Georgetown. El problema es que el Departamento de Defensa estadounidense no ha revelado detalles concretos: ¿qué tipo de aeronave o misil se usó? ¿Cuántos kilos de drogas se recuperaron? ¿Cómo se confirmó que los once fallecidos eran miembros del Tren de Aragua? Además, algunos se han preguntado por qué no se interceptó el barco en lugar de atacarlo”. Todos esos detalles aparecen en este texto.
Maduro sigue diciendo que lo que quiere la Casa Blanca es el petróleo de Venezuela. Estados Unidos argumenta sus acciones en una lucha frontal en contra de los carteles de la droga presentes en Venezuela, Ecuador, Colombia y México, que envían sus narcóticos a Norteamérica. Seguiremos contando qué sucede en medio de esta tensión regional, qué hechos concretos entre Venezuela y EE. UU., y, justo al lado, el papel que ha venido asumiendo Colombia en todo esto.
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Este es un hasta pronto con nuestro mensaje final: si les gustó este newsletter y el contenido que desarrollamos en El Espectador, invitados a disfrutar del contenido exclusivo que tenemos en nuestra página web. En esta labor de todos los días necesitamos compañía no solo para las críticas, que las recibimos con humildad, sino para que nos ayuden a construir un mejor país, denunciando, indagando, investigando, informando. Y no olviden dejar aquí abajo los temas que ustedes quisieran que investiguemos en la redacción de El Espectador. Nos vemos el próximo miércoles.
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Por Edwin Bohórquez Aya
